Las pensiones y su futuro vuelven a estar de actualidad a raíz de las recientes movilizaciones de miles de jubilados en treinta ciudades de España, para exigir una mejora en la actualización de las misma y reclamar la sostenibilidad del sistema en el futuro. Nadie creo que se oponga a que los pensionistas tengan sueldos dignos, como tampoco creo que se opongan a que su viabilidad esté garantizada para futuras generaciones. Pero una cosa es querer y otra muy diferente es poder. La realidad pinta bastos como ya comenté hace una año en ‘Pensiones, cuestión de sueldos’, donde ya alertaba que las reducidas cotizaciones de los precarios sueldos estaban suponiendo un grave problema para compensar las nuevas altas de los pensionistas. En resumidas cuentas, con salarios de 800 euros no se pueden mantener pensiones de 1.200 euros. Comentaba también que a este problema había que añadir uno mayor y estructural, nuestra deficiente pirámide de población, que es de todo, menos pirámide. Ello implica que el actual modelo de pensiones basado en la solidaridad intergeneracional está en jaque. A día de hoy, cada pensionista es sostenido por dos trabajadores. En el futuro esa ecuación es imposible y se reducirá a un trabajador por cada pensionista.
Vista así la situación, es inevitable que a poco que se hagan números, los recortes en las pensiones estén a la vuelta de la esquina. Un problema que ningún partido político quiere asumir y tratan de dar patadas hacia delante con medidas cortoplacistas que no hacen más que agravar la situación. Subir los impuestos o alargar la edad de jubilación son medidas paliativas que no resuelven el problema de fondo, la caída de las cotizaciones por dos vías, por la demográfica y la impositiva. Vamos camino de un escenario con menos cotizantes que además, ganan menos.
Soluciones reales
Lejos de resignarse a tener ‘pensiones miseria’ existen soluciones que pueden ayudar a garantizar la sostenibilidad de las pensiones futuras, que es donde está el principal problema. A corto plazo, cualquier decisión encaminada a subir las prestaciones por jubilación, implicará irremediablemente meter la mano en el bolsillo del contribuyente y no resolverá el problema de fondo.
1.- Incrementar la productividad
La deficiente estructura de la pirámide de población y en el problema de los sueldos mileuristas, se pueden combatir con una decidida inversión en investigación encaminada a incrementar la productividad del trabajo. Es decir, pasar de ganar 10 euros por hora por servir tapas, a ganar 100 euros por hora por servir platos gourmet. Extrapolen este ejemplo de la hostelería a cualquier sector. Además, se debe invertir en formación profesional en sectores de alto valor añadido. Alemania no es la locomotora de Europa por servir cervezas a orillas del mar, sino por tener un fuerte tejido industrial basado en la innovación. La productividad de una hora de un químico alemán es diez veces superior al de un camarero español, y posiblemente trabaje menos.
Si se consiguiera una economía más productiva, inevitablemente los sueldos mejorarían y con ello las cotizaciones, lo que permitiría tener una pirámide de cotizaciones equilibrada a pesar de las deficiencias demográficas. No es lo mismo que dos trabajadores con sueldos de 800 euros mantengan a un pensionista, a que lo haga uno con un sueldo de 2.000 euros. Por tanto, no es sólo el pleno empleo el objetivo a cumplir, sino el incremento del valor de las cosas que se producen con ese empleo, y ello implica que el Gobierno invierta decididamente en investigación y formación.
2.- Sistema de pensiones mixtos
Una de las quejas de los políticos es que el Gobierno actual está promoviendo un futuro pesimista del actual modelo de pensiones basado en la solidaridad intergeneracional, para recortar y dar negocio a los planes privados. Lejos de la realidad, al Gobierno lo que menos le interesa es actuar en contra uno de los graneros del voto conservador. En realidad, de lo que se trata es de adoptar un modelo de pensiones que funciona en el resto de Europa, donde el Estado garantiza un mínimo y el pensionista aporta el resto a través de un plan de pensiones privado y bonificado fiscalmente. De esta manera la tasa de reposición, (porcentaje del salario que cobra un pensionista en comparación con su último sueldo), se equilibraría con el resto de la UE. De hecho, en la actualidad es del 80% y es la segunda más alta tras los Países Bajos.
Independientemente de que se implante o no esta medida, es aconsejable pensar en ellos y ahorrar cuanto antes de cara al futuro, ya que todas las previsiones realizadas por los expertos apuntan a que la cuantía de las futuras pensiones podrían disminuir hasta la mitad de lo que actualmente se cobra.
3.- Reforzar la Inspección de Trabajo
España es uno de los países de la UE con una de las mayores bolsa de economía sumergida, lo que supone que millones de horas trabajadas no estén cotizando, bien porque no se contabilizan las horas extras, bien porque no se dan de alta a los trabajadores. Son muchos los esfuerzos que el Gobierno y las administraciones autonómicas están haciendo para coordinarse y poner coto al fraude laboral que supone una de las amenazas más serias al estado del bienestar. Solamente en 2016, las inspecciones de trabajo lograron aflorar 87.190 empleos irregulares, y recaudaron más de mil millones de euros para las arcas de la Seguridad Social. Aumentar el número de inspecciones y el personal dedicado a su ejecución, permitiría elevar esa cantidad y, sobre todo, disuadir a cualquier empresa a la hora de ‘ocultar’ a sus trabajadores al fisco.
4.- Cotización de los robots
La robotización de la producción está echando del mercado laboral a los trabajadores no cualificados, lo que implica un incremento de las prestaciones por desempleo y una reducción de las cotizaciones ya que, de momento, las máquinas no pagan seguridad social. Éste problema que en los próximos años se acentuará, está encima de la mesa de la la UE, que trata de encontrar una solución sobre cómo canalizar el beneficio empresarial que implica la robotización de la producción. Las vías son ya conocidas, seguir con la recaudación a través del impuesto de sociedades, o introducir una nueva personalidad jurídica a los robots que permitan cotizar como si de trabajadores se trataran. Ambas alternativas presentan pros y contras, y aún no hay unanimidad sobre qué sería mejor para garantizar el reequilibrio de las rentas y el sostenimiento de las pensiones. Independientemente de la decisión que se tome, la producción robotizada quedará gravada.
5.- Inmigración
La última medida, casi tan socorrida como subir los impuestos o alargar la edad de jubilación, es corregir las deficiencias de la pirámide poblacional con inmigrantes, que permitieran mantener la base de cotización suficiente para pagar las pensiones. El problema de esta medida, es el hecho de asumir que no se desea evolucionar a un modelo basado en el valor añadido, dado que la inmigración difícilmente será cualificada, sin contar con que se generaría una dependencia continua de esta mano de obra, que por ende y con el paso del tiempo, pasarían a formar parte del grueso de pensionistas.
La implantación de estas medidas necesitan de un consenso político similar al que en su momento hubo en el Pacto de Toledo, dado que los resultados no serán visibles de inmediato y supondrán sacrificios tanto para los pensionistas actuales como para los futuros. Hablar por tanto de subir las pensiones a estas alturas del problema, no es más que una propuesta electoralista para desviar la atención de la viabilidad del sistema, y de ningún modo ofrece soluciones efectivas, sino que empeora aún más las pensiones de los actuales cotizantes.