Juan Manuel Fernández ha durado cinco días de candidato a la secretaría provincial del PSOE. O en realidad, nunca lo fue. Tan solo se dejó llevar por una ola que pedía el cambio y que todavía sigue reclamando que cambien las cosas en la estructura socialista pero sin cambiar del todo.
Dicho de otra forma, que haya renovación pero con ellos dentro.
Juanma sí contaba con el respaldo de militantes influyentes, pero la mayoría sin cargos institucionales en estos momentos. En este grupo estaban Antonio Martínez Caler o José García Giralte. Quizás una parte de Motril, Almuñécar y los pueblos más distantes del Área Metropolitana. Y muchas agrupaciones que, sin decantarse del todo, le pudieron dar a entender que le arroparían en su candidatura hasta el momento preciso en el que la hizo pública.
Eso fue el jueves, cuando Juanma, que olvidó que una cosa también puede significar la contraria, aprovechó su turno privilegiado de palabra y se postuló como candidato en el momento más inoportuno.
El fin de semana se encontró con que los mismos que habían encendido la mecha se habían sentado sobre las llamas. Que tal vez habrían utilizado el nombre Griñán en vano. Y que Teresa Jiménez -como yo mismo pensé- no había cometido un error de cálculo al postularse con tanta antelación a la reelección.
Y en estas semanas de comidas con postre de conspiración -ayer hubo otra- ya no se hablaba de Juanma, sino de cómo situarse en la nueva ejecutiva y en las delegaciones del gobierno andaluz.
Juanma se pasó de frenada.
O algunos lo subieron en un coche sin frenos y lo arrojaron al vacío.
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