Este año, por primera vez, un becario de los que todavía no ha aborrecido el periodismo me ha llamado de usted. Y dado lo improbable de que el elevado trato se deba a mi trayectoria profesional, el cumplido es preocupante.
El caso es que uno empieza a tener la experiencia necesaria como para dar consejos a los que vienen por detrás -en sentido metafórico, se entiende-. Y el primer mandamiento de esta profesión de enterados y aprendices es, como díría Juan Madrid, que las noticias están en la puta calle. El adjetivo es importante, porque los reporteros siempre se han movido en la acera donde más llueve, en las trincheras, en la soledad, mal pagados y peor comprendidos, mirando de frente a la cara oculta de la noticia.
Porque si un periodista tiene que esperar a que las noticias lleguen a la redacción con acuse de recibo, se puede encontrar con albricias tan inquietantes como las que aterrizan estos días en el correo electrónico.
Por ejemplo, lo más relevante que ha aportado en lo que va de día el Ayuntamiento de Granada es que la concejala de Turismo se ha abierto un «perfil oficial en la red social Instagram». Ignoramos si además usa Internet para jugar a los marcianitos, como el presidente Monago. Lo sorprendente es que alguien haya sido capaz de escribir 696 palabras de un acontecimiento tan trascendental.
Para encontrar un hecho noticiable por el estilo hay que remontarse al día en el que el concejal Vicente Aguilera nos convocó en el Parque García Lorca para presentar en sociedad el cortacésped Recycler.
Precisamente el PSOE acaba de acordarse de Vicentico y para poner la atualidad al rojo vivo ha solicitado hoy un plan de choque contra los pájaros de la plaza de la Trinidad. Ya sabemos que el hombre podrá imponerse a la máquina pero nunca al estornino.
En definitiva, que a los periodistas no nos queda otro remedio que seguir escribiendo de tonterías.
O irnos a la puta calle.
En sentido metafórico. Espero.
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