El PP lanzó ayer otro ataque contra la mujer de Paco Cuenca. Como estrategia política se le puede volver en contra y no tengo claro que los populares hayan medido convenientemente la respuesta.
Este asunto se encuentra ya en los tribunales y si alguien tiene nuevas sospechas lo que tiene que hacer es aportarlas al juez de turno. El resto es ventajismio, enredos de mesa camilla y conspiraciones que no tienen mayor interés que averiguar el nombre del traidor, que probablemente comparta con Cuenca el carné del partido.
Podremos divagar sobre la honestidad de la política y llegar a la conclusión de que es un duelo sin caballeros. Pero -merecido o no- la credibilidad de Cuenca está tocada mientras al juez no le dé por archivar el caso en el que se vio envuelta de rondón su pareja. Eso es cierto. A partir de ahí, el PP se equivoca al intentar trasladar poco menos que todas las corruptelas que se movieron en esta tierra pasaron en algún momento por la red familiar del portavoz socialista. Su error es no esperar a que la investigación avance en sede judicial y saturar con titulares que a fuerza de repetirlos dejan de ser noticia.
En realidad, el PP sí obtiene algún rédito. Con este acoso sin derribo logra que algunos compañeros de Cuenca empiecen a cuestionar -otra vez- su continuidad como candidato.
Por eso el grupo municipal socialista no se piensa quedar quieto y en los próximos días asistiremos probablemente a una radicalización del debate.
Se han roto ciertas reglas. El propio Cuenca ha insinuado hoy que las parejas y romances de algunos cargos peperos han sido colocados a dedo. Y aún queda la denuncia presentada contra el alcalde.
Torres Hurtado no forma parte del equipo de ideólogos del ataque a Cuenca pero el PSOE sabe que duelen más las patadas en el culo ajeno.
El juez ha pedido una fianza de 24.000 euros para tramitar la denuncia pero el dinero no será problema. Si no lo pone Granada lo pagará Sevilla.
Puede que la respuesta del PSOE no guarde las formas. Pero que no se sorprenda el PP. Es en defensa propia.
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