La investigación de los presuntos abusos sexuales en la Iglesia granadina ha suscitado también un profundo debate sobre el papel de los medios de comunicación.
Coincido con Manuel Jabois en que el periodismo no es un oficio higiénico, ni moralmente férreo ni necesariamente ejemplar. Y añado que, si lo fuese, sería cualquier otra cosa menos periodismo.
Hay quien necesita tener fe en los periodistas honrados igual que se tiene fe en Dios, aunque racionalmente no se pueda acreditar la existencia ni de los primeros ni del segundo.
Sucede -y volvamos a lo ocurrido- que tanto un periodista como el grueso de la sociedad saben cómo proceder ante un político corrupto, el marido trilero de una infanta, e incluso, ante los supuestos violadores de una joven en la feria de Málaga que después resultaron inocentes. En todos estos supuestos, la sociedad con la excusa de los medios -y viceversa- celebran su propio juicio. En definitiva, nadie es tan moralmente férreo como aparenta ni como predica.
Sin embargo, y lo hemos comprobado esta semana, no sabemos cómo actuar si el acusado, en lugar de ser un robagallinas, es un sacerdote. Los códigos que hasta ahora estaban aceptados ya no sirven; o bien se quedan cortos o bien se pasan de largo.
Como decía Graham Greene, yo soy un reportero y Dios solo existe para los editorialistas. Ante un hecho relevante, el periodista no debe hacer otra cosa sino informar.
Pero, ¿qué convirtió la denuncia de Daniel -nombre ficticio- en noticia?
Pues no fue la investigación de la Policía Judicial, por donde probablemente hayan pasado testimonios similares. Tampoco fue el decreto de denuncia del Fiscal Superior; que habría sido licencia suficiente para linchar a cualquier político. No lo fue el comunicado del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía donde confirmaba que había doce personas investigadas. Ni siquiera que el Arzobispado haya apartado cautelarmente a tres sacerdotes.
El hecho excepcional fue la intervención del Papa Francisco. Y eso, hasta en un país donde cada vez más hombres muerden a los perros, sigue siendo noticia.
A partir de aquí, cada uno ha decidido libremente qué línea informativa seguir. Sostengo que todo medio de comunicación tiene dos límites: la ley y su audiencia. Si sobrepasa cualquiera de los dos puede verse ante un juez o verse solo.
Conviene que no pase desapercibido que ha sido la propia Iglesia -a través del Vaticano, la Conferencia Episcopal o sus obispos- la que ha otorgado credibilidad a la denuncia de ‘Daniel’ con sus declaraciones. El pasado viernes, cuando Gil Tamayo pidió perdón a las presuntas víctimas; y el domingo, con el teatrillo del arzobispo emulando el asalto a la Diócesis como si se tratara del golpe de Tejero.
Reconozco que no deja de ser extraño lo sucedido. Que antes ni siquiera de existir un solo imputado en sede judicial haya personas señaladas directamente.
Pero, si se me admite la comparación frívola, esta es la misma queja que tiene el pequeño Nicolás.
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