Reconozco que la mayoría de las veces que he ido a la playa he pensado como el alcalde de Granada. Especialmente desde que alguien decidió que el tanga también podría ser un bañador masculino.
Estoy firmemente convencido de que la humanidad no avanzará hasta que haya una playa para los que van al gimnasio y otra distinta -con chiringuito- para quienes hemos comprendido que los cinco años que se te alarga la vida si haces ejercicio los pierdes entre mancuernas y bicicletas estáticas.
Por eso entiendo que Torres Hurtado alegue que su silogismo se sacó de contexto. Razonar que las mujeres lucen más elegantes despelotadas y que algunos hombres deberían taparse hasta la cabeza -incluida la boca-, es un chascarrillo castrojo que puede hacerte relativa gracia en función de los tintos de verano que lleves encima. Pero pronunciado en un discurso oficial sólo se entendería en boca de Hugh Hefner como bienvenida a una fiesta de la Mansión de Playboy.
Alega José Torres Hurtado que pretendió hacer una recomendación saludable con motivo de la ola de calor; aunque lo suyo fue más bien el caloret -el caloret faller, que no foller-.
Uno empieza por aconsejar a las damas que luzcan muslamen y termina entonando ‘La Ramona pechugona’ desde el balcón del Ayuntamiento el Día de la Toma.
El comentario del alcalde da para alimentar tertulias y titulares en verano y para ser trending topic incluso sin tener cuenta de Twitter. Torres Hurtado viene a ser la Mariló Montero de la política pero con más ropa.
Pero pedir la dimisión del alcalde sólo por esta frase me resulta exagerado.
En cualquier caso, Torres Hurtado haría bien en pensar y escribir a partir de ahora alguna de sus intervenciones. No hace falta un alcalde que cite a Schopenhauer, pero tampoco a Espartaco Santoni.
Basta con que comprenda que hay palabras que dan bien desnudas y otras deben ir vestidas para resultar elegantes.
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