El viernes 30 de diciembre, en el último pleno del año, cuatro concejales del grupo popular en el Ayuntamiento de Granada se ausentaron temporal o parcialmente de la sesión. Por un lado, evitaron votar a favor de la personación en la ‘operación Nazarí’, en la que está investigado el exalcalde Torres Hurtado. Y de forma indirecta, la no asistencia -digamos que imprevista- de dos de ellos permitió al PSOE sacar adelante las ordenanzas fiscales, contrarreloj y contra pronóstico.
El plante evidenció públicamente una división interna que viene de atrás y dejó en una situación comprometida tanto a la dirección del grupo municipal como a la cúpula del partido en la provincia. Ambos habían marcado el día antes un posicionamiento y ninguno de los cuatro ediles lo respetó.
La discrepancia interna en política es conveniente pero, en este caso, si el PP no corta desde Sevilla -en el sentido que sea- esta divergencia incontenida, el grupo municipal corre el riesgo de quedar al albur de intereses personales y que el ritmo lo marque uno de los dos sectores.
Juanma Moreno ha reprochado, con carácter general, que un concejal falte a su trabajo. Lo que pasa es que los cuatro munícipes que hicieron la rabona no eran de UpyD, sino de su partido. El capitan no puede mantenerse neutral cuando se disparan sus soldados.
La portavoz popular en el Ayuntamiento, Rocío Díaz, dijo que elevaría un informe de lo sucedido a la dirección provincial; esta añadió que lo trasladaría a Sevilla y, para cerrar el círculo, Juanma Moreno ha devuelto la patata caliente a Rocío.
En las altas esferas, la dirección popular acostumbra a gestionar la crisis interna en Granada -que ya no puede ignorar- a base de expedientes inconclusos que no son más que un golpe de efecto mediático. ¿Qué fue del que se abrió supuestamente a Isabel Nieto por poner en duda a la exministra Ana Pastor? Incluso, ¿en qué quedó la reprimenda disciplinaria a Torres Hurtado? Nada más se supo.
Para que no se demore en tomar una decisión ni pierda excesivo tiempo en averiguar lo sucedido, desde aquí vamos a contárselo a Juanma Moreno tal cual sucedió.
A ver. Resulta que la dirección provincial, que en su día dijo de boca del anterior secretario general, Santiago Pérez López, que estudiaría personarse en el caso Nazarí, era partidaría de secundar la actuación del Ayuntamiento en la causa. Una postura mayoritaria aunque no unánime dentro del grupo en la plaza del Carmen.
Y partir de aquí, Juan García Montero no acudió al pleno por una presunta indisposición transitoria que se empezó a aliviar por la tarde tras ingerir un caldito. Fernando Egea, concejal independiente, se excusó por motivos de conciencia y no por enfermedad. Telesfora Ruiz se levantó cuando tocó votar el asunto de marras y no regresó. Y Francisco Ledesma únicamente de ausentó en el punto objeto de la polémica.
Las navidades son muy indigestas.
Juanma Moreno no tiene autoridad política ni moral para tomar medida alguna: él mismo fué colocado a dedo por Arenas y Soraya.
Si el PP gana elecciones es por agotamiento del contrario, no por méritos propios.
El Sebas es un friki que sólo piensa en su futuro político. Y su Presidencia pasará a la historia por su frivolidad, alharaca y propaganda. Debería asumir responsabilidades por propiciar la pérdida de la Alcaldía de la capital. No puede permanecer ni un día más al frente del PP de Granada. Urge una gestora que organice un Congreso.
El García Montero no es líder, ni ha hecho nada meritorio en el partido.
El PP de Granada necesita una regeneración total y un líder serio. Se añoran los años 90.
El Grupo Municipal del PP en el Ayuntamiento de Granada es el ejército de Pancho Villa. Echamos de menos los tiempos del malogrado Kiki, aunque también su equipo ( buen equipo en general) estuviera dividido.