Continúan los escarceos en el PSOE andaluz, que han levantado de su silencio a dirigentes que habíamos olvidado y mantienen en avanzadilla a algunos que, hasta ahora, no sabíamos que existían. Mientras tanto, Susana Díaz insiste en que se presentará a un congreso que no tiene ganado de antemano; igual que se enfrentó a Pedro Sánchez cuando pensaba justo lo contrario.
Dicen algunos que Susana replica ahora el ‘Manual de resistencia’, pero esa estrategia solo está demostrada que funcione al propio Pedro, al que le sale bien cualquier cosa que para el común de los mortales sería un disparate.
Los movimientos que se están produciendo cuentan, en el mejor de los casos, con la complicidad de Ferraz, pero Moncloa aún no se ha pronunciado. Para interpretar al PSOE actual hay que tener en cuenta esta bicefalia; aunque, en realidad, unos ponen el estómago y otros la cabeza.
De Miquel Iceta se hicieron hasta carteles electorales. Y el propio Iceta posaba para la foto y ensayaba el baile aunque sabía, casi desde la vuelta de vacaciones, que no sería el elegido.
¿Quién dice que Moncloa -que no Ferraz- no tiene un candidato reservado también para Andalucía?
Antes, Pedro Sánchez esperará a medir lo que suceda en Cataluña. Mejorar el resultado electoral es fácil, pero el efecto Illa se medirá en las opciones de gobierno.
Y entonces, en el horizonte de un mes, empezarán a suceder cosas. En Moncloa hay alguien experto en colocar a la persona oportuna en el lugar idóneo cuando llega el momento adecuado. Así hablan de Iván Redondo. Y ese alguien no es ninguno de los que llama la atención o se postula.
Y, además, Susana sigue ahí. En ese limbo habitado entre Ferraz y Moncloa.