Pablo Casado ha anunciado tras el descalabro electoral en Cataluña que el partido dejará Génova 13; como si el edificio estuviera habitado por fantasmas que reparten sobres en B y los ordenadores se formatearan solos. Si esta catarsis de las gaviotas obedece a una estrategia meditada, quizás Pablo podría haber tomado la decisión antes del 14 de febrero. Los motivos eran los mismos.
Una se imagina que Génova 13 debe ser por dentro como un antiguo Galerías Preciados. Incluso, que los que la habitan o transitan van vestidos como los hombres y las mujeres que entraban en los grandes almacenes de Pepín Fernández. Pero la planta alta iba camino de convertirse en la celda de lujo que reservan al capo de las cárceles en las películas. [No sé si existen en la vida real porque todavía no he estado en prisión].
Para completar su OPA hostil al PP, Santiago Abascal debería alquilar Génova 13, entrar con la UME para desinfectarla y, asomado al balcón de Aznar, entonar ‘soy el novio de la muerte’.
He recordado el día que mi amigo Edu Galán me citó en un bar de Madrid para una reunión de trabajo. Dentro de lo que se puede considerar trabajo en nuestro caso. Me explicó que antes tenían oficina pero que, como siempre andaban de tabernas, decidieron gastarse el alquiler mensual en cervezas y trasladar el despacho a la tasca.
Antiguamente, cerca de todas las oficinas populares que he conocido siempre había un garito. No sé qué llegaba primero pero sí he comprobado con los años que cuando traspasaban el bar era el preludio del fracaso electoral de la formación política que estaba en frente.
Hace bien Casado en abandonar Génova 13. La verdadera refundación del PP pasa por trasladar su sede a un bar. Larios 12.
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