Foto: Pepe Marín
Habrá colegios en septiembre. Y, además, abrirán.
Como están cerradas las discotecas y no se admite público en los estadios de fútbol, los críos y los adolescentes no tienen nada mejor que hacer que acudir a la escuela; que, por mucho que ahora digan lo contrario, nunca fue, en realidad, un lugar seguro. Porque en el colegio se aprende a vivir y nadie puede sobrevivir permanentemente en una burbuja.
A ciertas edades, mantener metro y medio de distancia es una galaxia. Aunque ya me habría gustado tener a tan solo metro y medio a muchas compañeras en mi etapa de instituto. El colega de pupitre -habitualmente de tu mismo sexo- era un cómplice, un confidente, alguien a quien, por lo general, le iba la vida como a ti -ni tan mal ni tan bien-, aunque de los dos siempre uno sacaba mejores notas.
En dos semanas no se puede transformar un sistema educativo que durante décadas solo se ha movido a golpe de reforma legislativa cada vez que cambiaba el Gobierno. A lo más que aspiramos es a separar las mesas, comprar cuatro ipads y colocar mascarillas. Hicieron caso a las autoridades sanitarias y se lavaron las manos.
Habrá contagios, se cerrará algún colegio, sindicatos y padres pedirán la cabeza del consejero de Educación y el consejero culpará a la ministra. Así, hasta que la vacuna nos devuelva a nuestra vieja normalidad de filas indias, cuadernos, tablas de multiplicar y reyes godos.
Perdimos la oportunidad de bajar las ratios, buscar clases de 15 alumnos y renovar realmente el sistema educativo de este país. Pero el Gobierno ha destinado a Educación dos mil millones del fondo Covid.
Para apoyar al sector del automóvil -que también lo necesita- han sido 3.750.
Coda: Pedro Sánchez ha reunido a líderes sociales, empresariales y sindicales para soltarles una conferencia. La ha titulado ‘España puede. Recuperación, Transformación, Resiliencia’. Y todavía hay quien pone en duda la imperiosa necesidad de reabrir los colegios.