Era un tren muy especial y, naturalmente, llegó con un retraso de cincuenta minutos. En el andén de la Avenida de los Andaluces se aglomeraba un público expectante y emocionado, mientras la banda de música interpretaba pasodobles. Nada más detenerse el convoy, los cientos de personas que esperaban a sus familiares buscaban a los suyos a través de las ventanillas del expreso. Y llegaron los ramos de rosas, los abrazos, los encuentros después de tanto tiempo…
El régimen de Franco puso en marcha la ‘Operación España’ para traer a emigrantes repartidos por el mundo, ya fuera para que terminaran sus días en su país de origen, o para que lo visitaran después de muchos años en el extranjero. Los granadinos que formaron parte de esta expedición (estaba prevista la llegada de 48 personas, pero solo regresaron 36), vinieron a la ciudad el 10 de octubre de 1969. Parecía que toda Granada había acudido a la estación a recibirlos. También estaban las autoridades municipales con el alcalde, Pérez Serrabona, al frente. De la estación, se marcharon a las Angustias y luego fueron recibidos en el ayuntamiento con copa de vino español en el salón de la Mariana. Por su parte, los emigrantes colocaron una corona de laurel en el monumento de Isabel la Católica.
El multitudinario recibimiento a la Virgen de Fátima
La auténtica imagen de la Virgen de Fátima, la que se venera en Cova de Iria, llegó a Granada el 2 de octubre de 1949 y toda la ciudad se volcó en su recibimiento. Entró a la provincia por Loja, pasó por Huétor Tájar, Salar y Láchar hasta Santa Fe donde fue recibida por las autoridades que la saludaron desde el balcón del ayuntamiento. La comitiva de coches y bicicletas acompañaron a la imagen hasta la capital donde miles de personas la esperaban en el altar colocado en Puerta Real. La ‘Virgen Peregrina’ ‘durmió en el Sagrario de la Catedral que permaneció toda la noche abierto acompañada por fieles que rezaron sin interrupción el rosario.
Al día siguiente se celebró una misa en el Paseo de la Bomba, una misa de enfermos donde, en medio de un paroxismo generalizado, algunos experimentaron curaciones extraordinarias. Cuenta IDEAL que asistieron más de 70.000 personas que aplaudían y lloraban y gritaban ¡milagro! cuando alguno de los pacientes inmovilizados se levantaban y llegaban al altar.
Otro día, se llevó en procesión por todas las parroquias de Granada y a varios centros de beneficencia como la clínica de San Rafael, el Hospicio Provincial o el Hospital de Dementes hasta que llegó, en un emocionado recorrido, al Albaicín.
Después de cuatro días, la Virgen Blanca abandonó la ciudad.
El accidente aéreo del Goterón
Un avión comercial francés se estrellaba envuelto en llamas en el Tajo del Goterón, en la Alcazaba de Sierra Nevada, la madrugada del 2 de octubre de 1964. Hace 50 años. Fallecían los 80 ocupantes del aparato que volaba desde Palma de Mallorca hasta Port Etienne, en Mauritania.
De los 75 pasajeros, 24 eran niños. Sólo cinco de las víctimas pudieron ser identificadas, las restantes quedaron reducidas a trozos irreconocibles. Fue muy difícil la localización de la aeronave, siniestrada a quince kilómetros de Trevélez, en una zona de complicado acceso.
Los restos del aparato y los cadáveres destrozados se esparcían en una extensión calcinada de 400 a 500 metros cuadrados. El traslado de los restos humanos se realizó en caballerías y con la colaboración valiosísima de los voluntarios que se unieron a la Guardia Civil desde que se tuvo confirmación del accidente.
Horario de cierre de tabernas, bares y lecherías
Una curiosidad histórica. Aquí les dejo el horario de cierre de las tabernas, bares y cafés de Granada y la provincia publicado en IDEAL el 4 de octubre de 1939. Hay un dato que me llama la atención. Las bebidas alcohólicas podía despacharse hasta la 1,30 de la mañana. Los locales con horario de apertura más amplio eran las lecherías, que podían cerrar a las 2 y media y abrían a las seis de la mañana.
La romería de San Miguel
Las fiestas de San Miguel eran de una sencillez encantadora.
Recién estrenado el otoño, cuando septiembre pinta las manzanas de color verde, los granadinos suben al Cerro del Aceituno. Antaño eran tres los caminos para acompañar al Arcángel: por la Carrera del Darro y Cuesta del Chapiz; por el camino de San Diego, el utilizado para carruajes, y por la cuesta de San Gregorio, aunque este último era el preferido por los romeros, por transcurrir a la sombra de los cármenes y porque estaba salpicado de altares de ánimas, bandejas con frutas y flores y puestos con jarras de agua pura de Alfacar.
Poco a poco, el cerro se llenaba de gente…
…Se colocaban los puestos de baratijas y los de frutas del Albaicín. Se instalaban los juegos giratorios de sortija, los de tiro de ballesta, los corrillos de copleros y, a veces, aparecía por allí una banda de italianos que con arpas y violines amenizaban uno de los días más alegres de la ciudad.
La ermita era un ir y venir de peregrinos. Fuera, las chicas se sentaban con sus mamás para lucir los adornos a la última moda mientras jóvenes a caballo invitaban a pasear a las muchachas y todos se agolpaban en torno a los puestos de sabrosos bollos de aceite, con las nueces del Castillo, acerolas, camuesas, priscos y granadas… al menos, así la recordaba Eduardo Gómez Moreno, en la revista literaria ‘El Liceo de Granada’, esta bonita tradición a principios del siglo XX.
Aunque, desde siempre, estas fiestas han reafirmado la identidad del Albaicín y han abierto el barrio al resto de la ciudad.
Escribía Federico García Lorca:
San Miguel lleno de encajes
en la alcoba de su torre,
enseña sus bellos muslos
ceñidos por los faroles.
Arcángel domesticado
en el gesto de las doce
finge una cólera dulce
de plumas y ruiseñores.
San Miguel canta en los vidrios
efebo de tres mil noches
fragante de agua colonia
y lejano en las flores…
San Miguel se estaba quieto
en la alcoba de su torre,
con las enaguas mojadas
de espejitos y entredoses.
San Miguel, rey de los globos
y de los números nones
en el primor berberisco
de gritos y miradores
Un día en Granada
Artículo publicado en IDEAL el 22 de septiembre de 1949
«Esto era, señores, un día en Granada. Uno de tantos días granadinos en los que el sol sale por la mañana y se pone al atardecer. En que los hombres se levantan por las mañanas y se acuestan por la noche. En que las gallinas siguen su sana costumbre de poner huevos, aunque, a tenor de los tiempos, suelen ponerlos más caros cada día. En que las vacas dan al hombre dos o tres tipos de leche, según la cantidad de agua que en ellas, misteriosamente se filtra. En que los tranvías arrastran, penosamente, racimos de gente que se apretujan en su interior desmintiendo la ley física de la impenetrabilidad. En que los hombres, ya de vuelta de su veraneo y otra vez en sus quehaceres, sudan y resolplan con ansias de un otoño de verdad. En que las señoras y señoritas, ansiosas de estrenar sus nuevos trajes de entretiempo, miran con desprecio a este verano ya pasado, pero aún presente. En que los estudiantes se examinan entre sudores físicos y temblores psíquicos. En que las gentes caminan durante la noche por las calles de la ciudad tropezando los unos con los otros. Esto era, señores, un día en Granada sin pena ni gloria, un día de tantos. Uno de esos días en que la vida se repite monótonamente como esta letanía que acabamos de escribir.»
La Alpujarra, una «Región Devastada»
En enero de 1938, el gobierno de Franco creó el Servicio Nacional de Regiones Devastadas con el objetivo de dirigir los proyectos de reconstrucción de los territorios del bando nacional destruidos durante la Guerra Civil.
En septiembre de 1944, hace 70 años, las autoridades provinciales visitaron la Alpujarra, comarca donde se concentraban más municipios acogidos a este plan de rehabilitación, para comprobar la marcha de los trabajos. La comitiva, encabezada por el gobernador civil José María Fontana, comenzó el recorrido en Lanjarón donde Regiones Devastadas estaba construyendo la casa cuartel de la Guardia Civil y el grupo escolar. Siguió el viaje por Órgiva y Tablones, en donde apenas quedaban unos detalles para ser entregado, continuaron en Pitres, Pampaneira, Capileira, Bubión, Pórtugos y Trevélez.
En nuestra provincia fueron varios los municipios que, por haber quedado prácticamente destruidos durante el conflicto, se consideraban «adoptados por el Caudillo». Guadix, Moclín, Deifontes, Jayena o Limones se unían a los alpujarreños Tózar, Mecina Fondales, Pitres, Órgiva o Tablones, una cortijada de 18 vecinos en la que Regiones Devastadas invirtió más de 1.900.000 pesetas y que convirtió en un pueblo. con nuevas viviendas, una iglesia y un ayuntamiento.
El 23 de mayo de 1944 el organismo entregó al ayuntamiento de Guadix las obras de rehabilitación realizadas en este municipio, entre las que estaban la plaza, que quedó totalmente destruida durante la Guerra, el cuartel y nuevas escuelas.
A Martínmorales le tocó currar en el verano del 81
IDEAL puede presumir de tener unos magníficos humoristas gráficos. En 1981 el espacio del chiste de la contraportada lo ocupaba un genial Francisco Martín Morales que, en verano de 1981 estaba sembrao. Aquel verano, marcado informativamente por los coletazos del golpe de estado del 23F, caso del aceite de colza o la boda de Lady Di, publicó viñetas como estas.
Siesta
En la Granada de antaño, era muy común ver cómo los parroquianos buscaban una buena sombra (la que dan los plátanos de la plaza del Campillo era muy solicitada) y allí, ajenos al ruido, echaban una cabezadita. Era la síntesis perfecta del verano en la ciudad. Un rincón de la Alhambra garantizaba que el sueñecito no sería interrumpido por algún ‘asesino de siesta’, como en alguna ocasión definió este periódico a los motoristas. Eran los tiempos de la calma. La calma famosa de antaño que abarcaba todo el estío. El tiempo en que iba por los barrios el hombre que vendía ‘cebá y avellana pa los refrescos’. Los días en que Granada, con sus barrios, buscaba en la esquina de cada calle el lugar más fresco.
El verano de 1961
A finales de julio los vendedores de los ramitos de nardo anunciaban que los grandes calores pasarían pronto: «de Virgen a Virgen» solía decirse. Se hablaba mucho del tiempo, porque aquel verano del 61 fue muy caluroso. Por esos días, el Observatorio de Cartuja registró la mínima más alta anotada desde 1935. Fue en la noche del 26 de julio y el termómetro no bajó de los 23,5 grados.
Esos ramitos de nardo, que gustaban tanto a las granadinas castizas como a las extranjeras, iban dejando un olor dulzón por las calles de la ciudad que, con temperaturas batiendo récords nacionales, puso a disposición de los turistas el primer «automóvil veraniego». Era un pequeño coche descapotable que la gente miraba estupefacta cuando circulaba por las calles. El servicio tal y como cuenta el cronista de IDEAL, tendría éxito, aunque carece del encanto «de subir a un coche de caballos, tirado por uno o dos animales y con las explicaciones clásicas de un cochero, como el veterano Colorín». En fin, los tiempos cambiaban, y «el ritmo acelerado, y la velocidad es lo pide la época», concluía el compañero. Aumentaba el número de turistas que visitaban Granada en automóvil, tanto que los fines de semana era imposible encontrar un aparcamiento en el centro.
Y mientras que los pocos afortunados que podían permitírselo veraneaban en la playa y se divertía en los salones del Hotel Sexi, gracias a la beneficencia, los niños más desfavorecidos podían también ver el mar. Así lo hizo un grupo de chicos de la clínica de San Rafael, que viajaron a Motril, o los chicos del Ave María, que volvieron «tostaícos y gordicos» de su colonia en Almuñécar. Esta imagen, es la del grupo de niños acogidos en la Casa de los Hermanos Obreros de María antes de partir para su casa de Monachil donde pasaban el verano.