Muchas generaciones de granadinos tardaron algún tiempo en conocer el mar. Para ellos, el mar era el Genil y el viaje comenzaba muy temprano, casi de madrugada, para coger buen sitio en el tranvía de la Sierra cargado con más remolques de los habituales y con viajeros hasta en los estribos. El día preferido para la escapada era la fiesta del 18 de julio, pero también valía cualquier domingo de agosto. Viajaban las familias enteras, con una tortilla de papas, los avíos de una pipirrana y una bota de tinto, lo suficiente para echar el día entre siestas y chapuzones. Los chavales, en calzoncillos o con toscos bañadores de lona, buscaban el lugar donde las aguas del río bajaban rápidas y frescas, mientras los mayores preferían el remanso de alguna poza del Monachil, Aguas Blancas o el Charcón. Era el billete para el veraneo de un día.
Un baño en la fuente
Cuando el calor aprieta, cualquier opción es buena para refrescarse y. cuando no era tan común como ahora hacer la maleta y marcharse a la playa, el frescor de una fuente no era mala opción. Tampoco era la única. Los aguadores que bajaban agua fresca del Avellano o de la fuente de la Bicha, estaban muy solicitados, servida desde las típicas damajuanas al vaso de cristal. Tampoco era extraño ver a algún chico bebiendo directamente del violento chorro de las mangas de riego, ya que para refrescar las calles los riegos eran constantes. Y para refrescar el cuerpo, baños en las piscinas de la capital, del Campo de la Juventud o de Don Simeón, en el remanso de los ríos o en las fuentes.
Sin embargo, en el verano del año 1947, las fuentes de Granada lucían vacías con sus caños secos y segados. Había sequía y, como medida de ahorro, el ayuntamiento decidió ‘apagarlas’. Incluso las de la Alhambra, refugio en los días más calurosos, se decidió cortar el suministro los domingos. Esta imagen de Torres Molina de fecha desconocida, reproduce uno de estos momentos.
Bienvenidos a la ciudad con «Orejas»
El verano de 1952
Las calles de Granada estaban llenas de turistas. Llegaban desde todos los rincones del mundo y ya nadie se extrañaba de ver desfilar a mujeres con la cara cubierta por un velo, indias con sus saris de vivos colores e incluso a alguna señora ¡con pantalones! (comenta un asombrado periodista en IDEAL). También había algún que otro extranjero que se atrevía a pasear en traje de baño, moda muy criticada por este periódico, que no entendía esta falta de decoro («creerán que estamos en el Congo», apostilla el compañero). Para atender a los visitantes, en Granada trabajaban 27 guías locales y había cuatro agencias: Wagon Lits, Meliá, Viajes Marsans y Viajes Aymar. Además, aquel año el Ayuntamiento puso en marcha el «Cuerpo Uniformado en Enlaces de Turismo». Su trabajo era informar a los visitantes sobre los hoteles, restaurantes y garajes. El propósito de este oficio era retirar de la calle a todos aquellos que intentaban sacarse un dinerillo a costa del turista, un grupo de pillos al que comenzaron a llamar «los Orejas». Estaban perfectamente organizados. Aguardaban en los puntos estratégicos de acceso a la ciudad la llegada del viajero y «asaltaban» al turista con la mayor discreción. Cuando conseguían subir al coche, comenzaban a actuar. Si el visitante tenía el propósito de alojarse en algún hotel, del que «el Oreja» no recibía comisión, este desaprobaba la elección utilizando todo tipo de argumentos, que si la comida, que si las habitaciones… exigían primas a restaurantes, comercios y garajes para llevarles clientes. Aquel año IDEAL incluso llegó a hablar de los «brotes de gigolismo», pues se habían visto a elegantes jóvenes, «que parecen estudiantes», merodear los hoteles ofreciéndose como guías a cambio de un combinado, un paseo en taxi o un paquete de tabaco.
Entre los ilustres turistas que visitaron Granada ese año, en el que, por cierto, se celebró el I Festival de Música y se inauguró el Teatro Isabel la Católica, estaban Joan Fontaine, Rita Hayworth o Carmen Sevilla, que visitó las rebajas de los Almacenes Moisés. Por cierto, una curiosa errata se cuela entre las páginas de IDEAL, que «bautizó» a la «nueva» patrona de los bares y cafés como «Santa Malta», en lugar de Santa Marta, festividad que se celebra el 29 de julio.
El verano de 1932 en Granada. Turista pobre, turista rico
Comienza aquí una serie de artículos que cuentan cómo se vivió el verano desde los años 30 (este periódico se fundó en 1932 y estos reportajes tienen como principal fuente de información lo que se publicaron en sus páginas durante los meses de julio y agosto). Esta sección no pretende ser una recopilación de hechos históricos, sino de anécdotas y curiosidades de aquellos veranos mirados con la nostalgia que da el tiempo pasado.
Comienzo con el verano de 1932.
Este periódico apenas tenía unos meses de vida. Nació en una época todavía feliz, pero convulsa y muy marcada políticamente. Hacía un año que se había instaurado la Segunda República y el izquierdista Azaña dirigía el gobierno. Desde las páginas de IDEAL, periódico de la Editorial Católica, se denunciaba la grave crisis que atravesaba el país: huelgas, atentados, revueltas… El 5 de julio, un grupo de obreros en paro asaltó el comedor del hotel París de la Gran Vía y exigió comer gratis. Los ayuntamientos, endeudados, habían dejado de pagar a los médicos, a los que se les debía casi medio millón de pesetas. La crisis también afectó a la fiesta nacional y por orden del Ministerio de la Gobernación se prohibió construir plazas y sufragar corridas a los ayuntamientos que no tuvieran cubiertas sus obligaciones.
Y con este ambiente, llegó el verano. El turismo comenzó a fijarse en el exotismo de una ciudad como Granada. Una de las atracciones que más llamaban la atención eran las zambras. Los más aficionados eran los franceses. En cambio, los norteamericanos gastaban poco dinero, «a pesar de que el dólar está muy alto y sacan para el viaje casi con la diferencia del cambio». IDEAL comenzó incluso a publicar una «Guía del turista» con información sobre los horarios de visita y precios de los principales monumentos de la ciudad. El viajero también tenía a su disposición la Oficina de Turismo que se instaló en la planta baja de la Casa de los Tiros y atendía en español, inglés, francés y alemán. El clavecinista italiano Ruggero Guerlín, el artista belga Rodenbach o el pintor Enrique Marín fueron algunas de las personalidades que pasaron esas vacaciones en la ciudad. Durante su estancia, solían ofrecer conciertos, exposiciones y era muy fácil verlos en todo tipo de actos sociales. El granadino veía al viajero tan singular, como seguramente ellos nos veían a nosotros. Muy pintorescos eran los cinco trotamundos alemanes que se fotografiaron para la portada del diario con dos gitanas del Sacromonte. Todos viajaban sin dinero, tres de ellos (con un perro, una guitarra y una cámara de fotos) hicieron el viaje a pie y los otros dos, en bicicleta. Aunque, sin duda, el más pintoresco de los visitantes fue un ruso que, ataviado con una especie de túnica, barba clara y pelo largo, parecía un Jesús de Nazaret. Su ignorancia del castellano le defendió de la pregunta del periodista: «¿Usted paga?».
Unas mujeres leen la Buenaventura a unos caballeros en una imagen de los años 40. Archivo de IDEAL
Recato
Lo que no dejaba de preocupar eran los temas relacionados con la moralidad. Los ataques más furibundos se los llevaba el cine, pero, en época veraniega, el clero se resarcía con la procacidad de los bañadores femeninos. De Hollywood y las «pin-ups», se había exportado un traje de baño parecido a un sujetador con faja ceñido, «un verdadero ultraje al decoro», ya que «apenas si ocultaban un poco el cuerpo». Para evitar excesos, IDEAL participó en una campaña a favor de la moralidad en las playas y en su portada fotografió a una chica en la de Almuñécar con un modelo de la firma Mor Playa, modesto y recatado. «Granada ha sido una de las primeras provincias en sumarse a esta cruzada moralizadora»
Las dianas militares de las fiestas del Corpus
Volvían las fiestas y Granada se despertaba temprano, a las seis de la mañana, oyendo los marciales sones de la diana militar, alegre repiqueteo de las campanas de conventos y parroquias y el fulminante estruendo de los arcabuceros y artilleros de la Alhambra y los del Palacio de Bibataubín.
La diana militar era uno de los actos más antiguos que se celebraban durante la feria del Corpus. Data de la época de la primera Capitanía General y obedecía a un acuerdo al que llegaron el Ayuntamiento y la autoridad militar con el fin de obtener una armoniosa convivencia entre las poblaciones civiles y militares granadinas, quizás por esto solo tocaban los acordes bélicos ante los edificios de Comandancia militar y el Ayuntamiento y en su desfile por las calles de la ciudad interpretaban una diana de paz a base de piezas musicales del sentir popular.
Antiguamente, el desfile gozaba de una fastuosidad que se fue perdiendo con el tiempo. Soldados con elegantes uniformes, el lujo de plumeros blancos y de ros brillantes que hacían competencia en despedir destellos a los sables pulidos. También se estableció como costumbre que los ciudadanos se situaran ante el Gobierno Militar y era obligado, tras oír el toque de diana, ir a comer unos churros y una copa de aguardiente.
El ayuntamiento solían obsequiar con un desayuno a los soldados que formaban parte del pelotón. También les entregaba entradas para los toros, en mejor o peor situación según la categoría militar de cada uno. Además durante las fiestas tenían libertad para salir del cuartel hasta las doce de la noche. Cuenta un artículo de IDEAL de 1935, que la gran vistosidad de la diana mermó considerablemente al marchar de Granada el Regimiento de Lusitania. Aquellos uniformes tan vistosos que llevaban los soldados, los gorros con vueltas amarillas, los correajes y espuelas proporcionaban prestancia al espectáculo. Cuenta el periódico que en los años 30 el desfile se había reducido a unos cien hombres, vestidos de caqui y que marchaban muy deprisa.
Desde que se fuera el Lusitania, continúa IDEAL, solo tocan diana pública en el Corpus las bandas de música, tambores y trompetas de los Regimiento de Infantería y Artillería. La del primero estaba integrada por 36 músicos a los que se les unía una comitiva de soldados que formaban la banda de cornetas y tambores. El Regimiento de Artillería colaboraba también con la banda de trompetas que se unía con los primeros en la plaza de las Descalzas. Tocan diana e inician su marcha para cubrir el itinerario que solía ser San Matías, Campillo, Carrera del Genil, Reyes Católicos y Ayuntamiento. Tras el desayuno continuaban la marcha hasta Plaza Nueva, calle del Príncipe, Bibrambla, Arco de las Cuchares, Mesones, Duquesa, San Juan de Dios, Triunfo, Gran Vía y vuelta a la plaza de las Descalzas («toda la ciudad» decía el redactor).
(IDEAL 20 de junio de 1935. Página 19)
Los 50 años del Club Náutico
Motril quería ostentar con dignidad la capitalidad de la Costa del Sol granadina y uno de los proyectos que contó con más apoyos fue la construcción del Club Náutico de la localidad. La idea nació en el verano de 1960, a raíz del ambicioso «Plan Turístico Triangular». Un grupo de aficionados a los deportes de mar de la provincia sufragaron, por un total de un millón de pesetas, la base de la primera fase de la obra. Carlos Pfeiffer fue el arquitecto encargado del proyecto y el alcalde y procurador en Cortes, Juan Antonio Escribano Castilla, uno de sus impulsores. En 1963 el flamante edificio estaba terminado y el 10 de junio de 1964 se aprovechó una visita del ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, a la provincia (el mismo viaje en el que se inauguró la emisora de la Sierra de Lújar) para realizar la puesta de largo oficial. En un viaje a bordo de un Land Rover de Obras Públicas, el ministro y su séquito llegaron a Motril. Fraga firmó en el libro de honor del Club, se le entregó el nombramiento de primer patrón del puerto y almorzó en el hotel Costa Nevada antes de seguir el camino hacia Almuñécar donde inauguró el modernísimo hotel Caribe. Desde entonces hasta ahora, las instalaciones sociales del Club han recibido la visita de numerosas personalidades, entre ellas los reyes de España que solían frecuentarlo en el transcurso de sus visitas veraniegas a los monarcas Balduino y Fabiola de Bélgica.
El día que el agua de la Acequia Gorda llegó a Colón
El 25 de mayo de 1949, a las cinco y media de la tarde, Felipe Reyes Muñoz vigilaba desde su humilde casa del Camino Viejo de Cenes a sus dos hijos, que se afanaban en coger frutos de un níspero, cuando notó que la tierra junto al canal de la Acequia Gorda se desprendía ligeramente. El caudal de agua superaba el metro de altura y asustado puso a sus pequeños a salvo justo a tiempo, ya que el margen derecho de la acequia se rompió y el agua salió como un torrente arrastrando todo lo que encontraba a su paso. El ruido que produjo el desbordamiento alertó a todo el vecindario, que no tuvo tiempo de poner a salvo sus pertenencias. Desde donde se produjo la rotura, a unos diez metros de la fábrica de alpargatas, el agua anegó los chalés 9 y 11 de la Carretera de la Sierra y varias casas particulares, así como los talleres y oficinas del tranvía, cuyos pasajeros fueron trasladados en camiones ante la imposibilidad de la circulación de los vehículos. La inundación arrasó por completo los sembrados en un radio de cerca de 100 metros cuadrados. Fue espectacular el paso del agua por la ribera del Genil hasta la estatua de Colón, donde se formó una balsa de basuras, enseres, piedras y lodos arrastrados por la riada. El servicio de guardia de bomberos, formado por el jefe y un capataz, trabajó si parar para extraer el agua de las viviendas y atender a todo cuanto pudiera amenazar peligro. No hubo que lamentar desgracias personales, pero dada la grave situación que la rotura de la acequia suponía para los intereses de la Vega, la alcaldía ordenó el corte de la circulación rodada y de caballerías por el Camino Viejo de Cenes para facilitar su reparación.
San Isidro de Granada
Habían pasado quince años desde la última vez que se celebró la procesión en honor a San Isidro en Granada. Tras el paréntesis de la República y la Guerra Civil, en 1944 se restauró la ermita en honor al santo de los agricultores de la Carretera de Jaén y se constituyó oficialmente la Hermandad provincial de Labradores y Ganaderos. Prieto Moreno dirigió el proyecto de remodelación de la iglesia del siglo XVII que estaba prácticamente abandonada. Se construyeron cuatro capillas laterales, adosadas a la nave central, se reparó la bóveda, para darle mayor esbeltez, se añadieron nuevos motivos ornamentales y se construyeron las viviendas para el capellán y el santero, además de reformar el antiguo patio con un sencillo estilo granadino.
Así comenzó una tradición que consistía en la procesión de la imagen de San Isidro junto a la de Santa María de la Cabeza, que desfilaban en una carroza decorada con flores tirada por dos yuntas de bueyes acompañados por un cortejo de caballistas y amazonas, con trajes de campesinos y estandartes de la Hermandad. Las chicas, llevaban cestas con las ofrendas al Santo y solía acompañar al cortejo una representación de la Hermandad del Huerto de los Olivos. Después de la procesión solía sortearse un becerro o novillo entre los labradores y ganaderos de la hermandad y se repartía pan entre los más necesitados.
Bautizo en la Casa de la Lona
El bautizo de la pequeña María Jesús Eloísa se convirtió en todo un acto social en el barrio del Albaicín. La niña, abandonada por sus padres, fue acogida por un matrimonio que vivía en la Casa de la Lona y allí, rodeados de vecinos, la familia celebró su bautizo el 13 de mayo de 1944. Para agradecer el bonito gesto que el matrimonio Martín Añeres había realizado, el alcalde de Granada, Antonio Gallego Burín, y su esposa, apadrinaron a la pequeña en una ceremonia oficiada por el mismísimo arzobispo García Parrado y que se celebró en la iglesia de San José. Allí se dieron cita autoridades municipales y eclesiásticas, y un gran número de señoras y señoritas de la «buena sociedad» granadina a las que no era costumbre ver por el barrio. «Muchos de vosotros estáis aquí por las circunstancias especiales que han concurrido en este caso. Ello está bien y con vuestra presencia os solidarizáis con el matrimonio que tan hermoso gesto ha tenido de recoger a una niña desconocida como si fuera un don del cielo», dijo el arzobispo en su homilía mientras un grupo de jóvenes de Acción Católica interpretaba escogidos motetes.
Luego, en la Casa, se celebró la fiesta. Los 492 vecinos rivalizaron por engalanar el amplísimo patio con guirnaldas de flores, colchas, tapices y cobres y las muchachas se vistieron con trajes de gitana. La bailarina Lola Medina y un grupo de gitanas del Sacromonte interpretaron su repertorio y la banda municipal ofreció un concierto en San Miguel Bajo. Hubo globos y fantoches para los pequeños y la fiesta duró hasta la madrugada.
Historias de las Cruces de Mayo
La Cruz de Mayo? – No, señor. ¡El mausoleo del cante ‘jondo’!» Miranda ‘profetizaba’ con su viñeta publicada en 1948 la desaparición de la fiesta de la Cruz y, un poco gafe sí que fue. Al año siguiente, un tremendo aguacero deslució la celebración y el 3 de mayo de 1952, un huracán hirió a varias personas y el viento se llevó, por muchos años, las cruces de las calles de Granada.
No era la primera vez que la fiesta languidecía. En los años de la República casi se habían abandonado hasta que, en 1939, recién terminada la Guerra, Gallego Burín ordenó la instalación de una cruz en la Plaza del Carmen. Aquel año se montaron más 40 altares, la banda municipal tocó día y noche y el chavico se destinó al Auxilio Social. Entonces los altares se levantaban en las casas y, sobre todo, en los patios. En los años cuarenta, una de las cruces más animadas era la del Colegio San Bartolomé y Santiago. Los estudiantes, con sus mantos negros, sus becas azules y su buen humor animaban la zona de San Jerónimo.
Los toros también formaron parte de la tradición. En 1935, Juanita de la Cruz cortó dos orejas y, en 1942 el Granada eliminó al Málaga en la Copa en otro Día de la Cruz para el recuerdo. A finales de los años 60, la fiesta volvió con más intensidad que nunca. La tradición se reinventaba.