El 10 de enero de 1947, Granada estrenaba un depósito para la dispensación urgente de penicilina que facilitaba el medicamento a los enfermos en un plazo de tres o cuatro horas. Hasta entonces se tenía que pedir a Madrid y el trámite podía demorarse durante semanas. Había otras maneras de conseguirla más rápido pero de un modo «extraoficial», lo que obligaba a pagarlo muy caro, a unas 200 o 300 pesetas. Con la inauguración del depósito de penicilina cualquier granadino, para obtener el tratamiento, debía acudir a la Inspección Provincial de Sanidad con su historia clínica y la receta del médico en la que estaba descrita la cantidad precisa para su cura. Una vez conseguida la autorización, el paciente podía pedir la medicina en cualquier farmacia que, a su vez, la adquiría en el depósito del Colegio de Farmacéuticos. Cada unidad costaba 17 pesetas. En su apertura, el servicio disponía cien ampollas de penicilina marca «Speke». Las dosis llegaban a Granada desde Madrid en una especie de termos con hielo que, para mantener su eficacia, debían de conservarse a seis grados. En mayo de ese año, Charles Thom, a quien Fleming envió su primera placa e identificó el hongo de la penicilina, hizo una parada en su apretada agenda de conferencias por toda España para visitar la Alhambra.