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La noche de San Juan

Era una noche de leyendas, misterios y ritos: el trébol, el huevo estrellado, el baño al filo de la media noche y las hogueras. En Granada el fulgor provenía de la Sierra o de las caserías de la Vega, donde los pastores y cortijeros celebraban con fuego la noche mágica. También se encendían hogueras en la Alhambra, majestuosas luminarias que alumbraban el cielo de la ciudad y, en el mismo momento en el que repicaban doce campanadas en la Torre de la Vela, los granadinos refrescaban su rostro con las aguas purificadas del Darro o del Genil.

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El sortilegio para convertir el agua en milagrosa obligaba a incluir en la pócima tréboles de cuatro hojas recogidos en las márgenes del río y recitar el conjuro:
«La mañana de San Juan
cuaja la almendra y la nuez.
Así cuajan los amores
cuando dos se quieren bien».
El paseo del Salón, decorado con adornos venecianos, era uno de los lugares preferidos para la celebrar la fiesta y para cumplir con el rito había que lavarse en las fuentes de la Bomba y la Ninfa. Al llegar a casa, una clara de huevo dormía en un vaso de agua junto a la ventana.
En los primeros años del siglo XX, el Liceo o el Centro Artístico organizaban animadas veladas en Los Mártires o en la popular Caseta del Genil.

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Pero las costumbres de la noche de San Juan, cargadas de tipismo y de ritos ancestrales fueron desapareciendo.

[*] En ‘Miscelánea de Granada‘ César Girón dedica un capítulo a la celebración en Granada de la noche de San Juan.

Granada sube al Monte

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Cuenta la historia que a finales del siglo XVI, coincidiendo con una gran epidemia de peste los reinos de Sevilla, Galicia y Granada, aparecieron en el Sacromonte las reliquias de SanCecilio, el primer obispo de Granada, y sus compañeros mártires, que habían venido a predicar el Evangelio. Junto a los restos, se encontraron los libros plúmbeos que contaban las doctrinas del Santo, un sincretismo de las islámicas y cristianas con un fondo monoteísta. Para salvar a la población de la violenta epidemia, el Cabildo pidió protección a los Santos Mártires con un voto solemne por el que la ciudad subiría todos los años, cada 1 de febrero, a ofrecerle al Patrón una ofrenda de incienso y flores. Y así ha sido desde entonces. Aunque en los años 60 la celebración perdió el esplendor de antaño, a finales de los setenta el ayuntamiento se preocupó por poner en valor una tradición tan popular y granadina, recuperándose la ceremonia tal y como se planteó en sus orígenes: un acto cívico religioso con un estricto ritual (elección de comisarios por parte del Ayuntamiento y Abadía, visitas protocolarias, ceremonial durante la procesión y eucaristía…), al que suceden festejos populares en la explanada frente a la Abadía, mientras se degustan las tradicionales habas con ‘salaíllas’ regadas por vino mosto granadino. La tradición, incluía la invitación a las autoridades de tortilla del Sacromonte, jamón con habas y glorias de bizcochos del convento de Zafra.

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A partir del año 91 el ayuntamiento trasladó la celebración al primer domingo de febrero para mantener como fiesta el día del Corpus. Y una curiosidad para cumplir con la efeméride de hoy: en 1935, hace ahora 80 años, se abrieron por primera vez desde 1599 las cuevas en cuyas galerías subterráneas cuenta la leyenda que fue martirizado el copatrón de la ciudad y los siete mártires. Hasta ese día, la visita sólo podía realizarse el día de la Candelaria.

 

También forma parte de la tradición el besar la milagrosa piedra que tiene la virtud de conseguir casamiento, aunque es justo decir que cerca de ella hay otra que produce el efecto contrario y logra el ‘divorcio’ instantáneo para quien la toque.

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Más información:

 

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Historias de las Cruces de Mayo

La Cruz de Mayo? – No, señor. ¡El mausoleo del cante ‘jondo’!» Miranda ‘profetizaba’ con su viñeta publicada en 1948 la desaparición de la fiesta de la Cruz y, un poco gafe sí que fue. Al año siguiente, un tremendo aguacero deslució la celebración y el 3 de mayo de 1952, un huracán hirió a varias personas  y el viento se llevó, por muchos años, las cruces de las calles de Granada.

Cruz en la plaza del Carmen en 1948
Cruz en la plaza del Carmen en 1948. Torres Molina/archivo de IDEAL
Miranda lamenta el fin de la tradición con esta viñeta publicada en 1948 utilizando como referencia la cruz municipal de aquel año (foto de arriba)
Miranda lamenta el fin de la tradición con esta viñeta publicada en 1948 utilizando como referencia la Cruz municipal de aquel año (foto de arriba)

No era la primera vez que la fiesta languidecía. En los años de la República casi se habían abandonado hasta que, en 1939, recién terminada la Guerra, Gallego Burín ordenó la instalación de una cruz en la Plaza del Carmen. Aquel año se montaron más  40 altares, la banda municipal tocó día y noche y el chavico se destinó al Auxilio Social. Entonces los altares se levantaban en las casas y, sobre todo, en los patios. En los años cuarenta, una de las cruces más animadas era la del Colegio San Bartolomé y Santiago. Los estudiantes, con sus mantos negros, sus becas azules y su buen humor animaban la zona de San Jerónimo.

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Los toros también formaron parte de la tradición. En 1935, Juanita de la Cruz cortó dos orejas y, en 1942 el Granada eliminó al Málaga en la Copa en otro Día de la Cruz para el recuerdo. A finales de los años 60, la fiesta volvió con más intensidad que nunca. La tradición se reinventaba.

 

 

Cabalgata de Reyes en plena guerra

¿Cómo fue la cabalgata de Reyes Magos de 1939? Así lo contó IDEAL en su crónica del cortejo el 6 de enero de ese año, hace 80 años.

Como venía haciendo desde 1912, el Centro Artístico preparaba el desfile de los Reyes Magos por las calles de la capital. En aquel 1939, con España sumida en una dura Guerra Civil, el cortejo de la fantasía era más necesario que nunca. Lo difícil era conseguir los juguetes, pero la magia de sus Majestades de Oriente tocó la solidaridad de los granadinos que se volcaron con los niños. Durante todas las navidades, los salones del Centro Artístico se llenaron de objetos donados por los socios que eran subastados para recaudar fondos. Por ejemplo, aquel año alguien pagó 126 pesetas por una pequeña acuarela de Apperley. Además había una suscripción que no paraba de recibir donaciones y también se aceptaban donativos de caramelos y golosinas para la cabalgata.
El 5 de enero a las seis de la tarde, las puertas de la plaza de toros del Triunfo se abrieron para dar paso al desfile real. Triunfo, San Juan de Dios, Duquesa, Plaza de la Trinidad, Mesones, Puerta Real Reyes Católicos, Sierpe Alta, Plaza de las Descalzas, con parada en el Gobierno Militar, calle Colcha y vuelta por la Gran Vía hasta el Triunfo, ese fue el recorrido. Una sección de la guardia municipal montada con uniforme abría el cortejo, seguido por clarines, gastadores, palafreneros y la estrella, acompañada por coros de pastorcillos. Cuentan las crónicas que la emoción de los niños fue sorprendente ante la fastuosidad del espectáculo, pues creían tener delante a los auténticos Magos de Oriente con su brillante corte. Después del recorrido, los Reyes Magos se dirigieron en dos autobuses al Orfelinato de la Diputación en los Ogíjares donde repartieron juguetes entre los más de seiscientos niños que había allí acogidos.
Aquel año los voluntarios del Centro Artístico consiguieron más de diez mil juguetes, que repartieron entre las escuelas nacionales, comedores de Auxilio Social, Asociación Granadina de la Caridad, Escuelas del Ave María y demás hospicios y hospitales.

El cortejo a su paso por la calle Reyes Católicos. Torres Molina/Archivo de IDEAL
Reyes Magos y pajes posan antes de la salida de la Cabalgata de Reyes Magos en la Plaza de Toros del Triunfo. 6 de enero de 1940 Torres Molina/Archivo de IDEAL
Cabalgata de Reyes Magos en Granada: en la imagen, sua Majestades entregan los regalos a los niños del orfelinato de la Divina Infantita. 6 de enero de 1949 Torres Molina/Archivo de IDEAL
Un grupo de niños admiran los juguetes en un escaparate de un comercio granadino. 5 de enero de 1950 Torres Molina/Archivo de IDEAL

Bib Rambla, zoco de Pascua

El recuerdo que hoy describe esta sección se remonta a los años cuarenta, pero el aire que se respira en este rincón de la ciudad, no ha cambiado tanto. Entonces, la plaza se llenaba en sus cuatro costados de puestos de roscos de vino y aguardiente, de mantecados, de peladillas, de polvorones… y de juguetes baratos. El lugar perdía ese engolamiento de plaza oficial y ganaba en colorido, en alegría. Los niños se convertían en los dueños del sitio. Eso no ha cambiado aún. Tampoco la sencillez que caracterizaba a los puestos, como los cercanos de la Trinidad, con los pavos, pollos y chotos agrupados en corralillos. Pero los pequeños seguían buscando la zambomba más escandalosa, o la figurilla que les faltaba en su Nacimiento. Ya solo les quedaba esperar impacientes, como alguna vez relató Juan Bustos, a que sus padres les llevaran a la estación de Andaluces para coger de la escoria sobrante de los trenes, los trozos de carbón de piedra que, convenientemente «nevados» después con bicarbonato, simularían las montañas del Belén, o que en el paseo junto al río, convertido en aventura, trajeran a casa el musgo que convertiría en un campo verde el aparador.

Decoración navideña en Puerta Real en una imagen de los años 60. Torres Molina/Archivo de IDEAL
Decoración navideña en Puerta Real en una imagen de los años 60. Torres Molina/Archivo de IDEAL
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Puestos navideños en Puerta Real. Fecha desconocida/ Archivo de IDEAL
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Venta de pavos en la plaza de la Trinidad. Fecha desconocida. Torres Molina/Archivo de IDEAL

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Puesto ambulante de zambombas en el centro de Granada. Fecha desconocida. Torres Molina/ Archivo de IDEAL

Verano de 1961

En esta imagen los romeros se divierten junto a la Laguna de las Yeguas con cantes y bailes tras acompañar a la Virgen hasta el Veleta.

Romería de la Virgen de las Nieves 6 de agosto de 1961 Torres Molina/archivo de IDEAL
Romería de la Virgen de las Nieves 6 de agosto de 1961 Torres Molina/archivo de IDEAL

Las ‘Pasaeras’ del Darro

A finales del mes de junio el barrio de San Pedro, en el bajo Albaicín, celebraba sus fiestas patronales. Una de las diversiones más esperadas de la fiesta era la celebración de las ‘Pasaeras’ o Pasaderas del Darro. El juego consistía en cruzar el cauce del río «sobre unas tablas o sobre unas piedras jabalunas debidamente untadas con jabón o sebo», hasta hacerlas muy resbaladizas, cuenta César Girón en su libro «Miscelánea de Granada». Aunque la participación estaba abierta a todos los vecinos del barrio, en realidad en su última etapa se recuerda ver a las mujeres, algunas empleadas en el cercano Rey Chico,  intentar cruzar el río ante la mirada del público masculino que celebraba entre risas las caídas al agua de las chicas cuyos encantos se marcaban bajo la ropa mojada.

Aquí les dejo algunas de las fotografías del archivo de IDEAL de la curiosa tradición, pero, si lo desean, hemos preparado un vídeo contando la historia de las Pasaeras del Darro en el que hemos contado con la participación de César Girón, ¡muchas gracias César!

 

¡Feliz día de la Cruz!

Así lo celebraba IDEAL en las portadas de los primeros años de su historia

Día de la cruz en Granada 1934

[* portada de IDEAL del 3 de mayo de 1934]

Día de la cruz en Granada, 1935

Día de la cruz en Granada, año 1935

[* portadas de IDEAL del 4 y 5 de mayo de 1935]

 

El ayer y hoy de una tradición

Como es costumbre cada 2 de enero las chicas casaderas tocan la campana de la Torre de la Vela para encontrar marido. Así lo ha contado hoy IDEAL.es.

Popularmente la conocemos como la campana de la Vela aunque el nombre con el que fue bautizada en el siglo XVI es el ‘Jesús, María, José y Santa María de las Mercedes’. Pesa unos 1.200 kilos, ha sido fundida en ocho ocasiones, la primera en 1569 y la última en 1773 y era, por excelencia, la campana de ‘rebato’ de Granada, o sea, la que que alertaba de la inminencia de cualquier peligro. Durante la guerra civil adquirió un especial protagonismo pues fue la única a la que se le permitió dar las señales de alarma en caso de un bombardeo aéreo. La campana de la Vela es, también, la más ‘laica’ y la que más fielmente sigue dando sus toques como antaño. Sonaba todas las noches a Ánimas y para los riegos de la Vega; el Día de la Toma de Granada, a la salida y entrada de la Virgen de Santa María de la Alhambra, en la procesión de la Virgen del Rosario en memoria de la victoria en la batalla de Lepanto y el 12 de octubre, en conmemoración del Descubrimiento de América. (Más información en el artículo Granada dispone de un primer catálogo de campanas. Victoria Fernández. IDEAL 7 de diciembre de 2003)

Esta ha sido una tradición que IDEAL siempre ha contado a sus lectores. La foto de arriba corresponde a los años sesenta. Y, a continuación, la página del periódico del 2 de enero de 1964.

 

El día del Guardia Urbano

Para los hombres del casco blanco». Así firmaba Zirto el artículo de «Siluetas y momentos» de la sección de opinión de IDEAL el 22 de diciembre de 1934. En él lanzó la idea de ofrecer un homenaje a los agentes de circulación, para los que pedía un obsequio de parte de «cada uno de los dueños de los automóviles que durante el año transcurrido han podido librarse de un serio accidente por intervención directa de los agentes de la circulación rodada». La idea la recogió la Compañía de Autobuses Urbanos, a la que secundó parte de la prensa de la ciudad y, el 1 de enero de 1935, por primera vez en Granada, los agentes recibieron el homenaje popular como «premio a sus meritísimos servicios al público». Desde muy temprano, el puesto de Puerta Real y el de Correos se fueron llenando de regalos, algún que otro pavo y botellas de vino, que el guardia cambiaba por abrazos de agradecimiento. «Su presencia conmovió a los curiosos que ya se habían estacionado en las aceras para presenciar el nuevo espectáculo en nuestra ciudad», decía IDEAL. Se recibieron los paquetes más peculiares, como una bandeja de dulces que llevaba como dedicatoria: «De un ciudadano que no ha sido atropellado». En otro momento, el conductor de una furgoneta le dejó al agente una ristra de cebollas. Al guardia del cruce de la plaza del Carmen y la calle del Príncipe, un dentista le entregó una tarjeta escrita por detrás con el texto «vale por la extracción de una muela». Los conductores de la Alsina y de la compañía de autobuses urbanos les regalaron cajas de licores y aves. Otro obsequio curioso fue el que recibió el guardia de la Carrera del Genil: como alguien le había regalado un gallo, que estaba atado de una pata junto al agente, al pasar un vecino, le entregó un papel en el que se leía: «Vale por diez céntimos de trigo para el pollo». Un sastre regaló un corte de traje y otro se ofreció a coserlo gratis. En pleno cruce de Gran Vía con Reyes Católicos, los camareros de un restaurante cercano colocaron una mesa y un mantel y sirvieron un almuerzo de entremeses, tortilla del Sacromonte, rape, gambas fritas y habas con jamón para los guardias destinados en ese puesto, que comieron ante la mirada de todo el que pasaba por allí. De esta manera cuenta IDEAL que transcurrió el primer día dedicado a los «hombres del casco blanco», una tradición que se celebró todos los primeros de año, se suspendió durante la Guerra Civil, se retomó en 1951 y se mantuvo hasta los 70.

El 30 de diciembre de 1971, el teniente de alcalde delegado de la policía, Rojas Pérez, pidió en un pleno municipal que dejara de celebrarse el homenaje «por el bien del tráfico», que había aumentado bastante desde que se iniciara la fiesta treinta años atrás. El concejal aseguraba haber preguntado a la plantilla y contar con el acuerdo de todos en suspender la celebración.

[* Celebración del día del guardia urbano en 1968]