[*] artículo de Juan Bustos para la sección Andar y Ver de IDEAL publicado el 6 de julio de 1998
POCOS edificios públicos de la ciudad, entre los construidos en el presente siglo, tan valiosos e interesantes como este de la Facultad de Medicina, cuya noble fachada merece, por cierto, una mejor compañía que la que le prestan las aberrantes y vulgares construcciones de descomunal altura que la rodean y la aplastan desde tiempos recientes. Esta Facultad, que fue la primera de nuestra Universidad en abandonar el centro urbano granadino, para trasladarse a lo que por entonces -décadas de los años 1920 a 1940- se consideraba como una cierta lejanía, el Altillo de las Eras, bordeando el barrio de San Lázaro, ocupa, con su anejo Hospital Clínico, una considerable extensión de terreno, delimitado por las calles Avenida de Madrid, Carretera de Jaén, Avenida del Doctor Olóriz y calle del Doctor Guirao Gea.
Después de trece años de obras y setenta y uno de vida universitaria, el majestuoso edificio de la avenida de Madrid ha «despedido» a sus alumnos
Cuando el decano y los alumnos llegaron al moderno edificio de la nueva Facultad de Medicina, el Hospital Clínico todavía estaba en obras. Corría el año 1944 y la facultad tampoco estaba terminada, pero el decano Miguel Guirao, ante las intenciones de Queipo de Llano de instalar en las flamantes instalaciones la sede de la Capitanía General, arengó a los estudiantes y ocupó la que hasta la que hace unos días ha sido la casa de generaciones de médicos granadinos. Una placa en un pasillo de la ya «vieja» escuela recuerda la obstinación del profesor que en alguna ocasión declaró: «Este edificio de la Facultad de Medicina, que tardó en terminarse más de veinte años, es algo consustancial a mi vida. Desde las primeras gestiones, los primeros planos, hasta llenarme de barro, de cal, de pintura, de cemento, puedo decir que he seguido las obras día a día. Aquí he vivido los mejores años de catedrático siempre al lado de mis alumnos«.
La sempiterna jovialidad del estudiante se hizo notoria la mañana del uno de diciembre de 1934 cuando los jóvenes alumnos de la Universidad de Granada pidieron vacaciones con una fiesta que se celebró por las calles de la ciudad. Así lo contaba IDEAL en la crónica de la fiesta, publicada el 2 de diciembre de 1934:
«Las calles de Granada fueron, en la mañana de ayer, recorridas por una pintoresca comitiva, cuyos componentes habían requisado todos los coches de caballos existentes aún en las paradas de alquiler y llevaban a su paso gran algarabía; eran los estudiantes, que pedían vacaciones.
A las diez y media, la plaza de la Universidad se encontraba llena de coches y entre los estudiantes se advertía la preparación de «algo gordo».
La juerga comenzó con el ‘bautizo’ de un compañero, al que pusieron el nombre de ‘Vacaciones Humo del Puro’, después de verter sobre su cabeza el contenido de una botella de sidra en el estanque del Jardín Botánico. Aquellos días los excesos universitarios no estaban mal vistos y la ciudad aceptó como una divertida broma el desfase de los chicos. Los estudiantes pusieron una peseta por cabeza para alquilar los trece coches de caballos que había disponibles, y desde la plaza de Derecho, enfilaron en cabalgata por el centro de la ciudad. Delante, ‘el neófito’ en brazos de su ‘madrina’ disfrazados para la ocasión, bebiendo directamente de la botella y al grito de «¡vivan las vacaciones!».
Pero no eran tiempos para bromas. En octubre los obreros de Asturias se había sublevado y el temor a que la revolución se extendiera por todo el territorio tenía a las autoridades nerviosas. En Granada, el gobernador civil, Francisco Duelo, no tardó en reprobar este tipo de fiestas: «nada podrá disculpar su conducta si insisten, con el sabido propósito de adelantar las vacaciones de Pascua, en producir algaradas».
Duelo había destituido meses antes al alcalde Ricardo Corro Mocho, e incremento la vigilancia en las ‘rondas volantes’ para capturar ‘vagos y maleantes’:
«Quiero por tanto, adviertan ustedes que cuando se encuentro a un maleante en lagún establecimiento de bebidas o mala nota, su propietario o dueña será también detenido y cerrado el local si no se ha denunciado la presencia de este sujeto» , dijo a IDEAL el 5 de diciembre de 1934
También se hablaba mucho aquellos días de la recogida de pobres de las calles de la ciudad, medidas que se tomaron para evitar cualquier sublevación.
El 29 de marzo de 1967 fue un día importante para la Universidad de Granada y la Facultad de Medicina. Los premios Nobel Severo Ochoa y Carl Cori, junto con el científico argentino Luis Leloir (que también recibiría el galardón en 1970), fueron investidos doctores Honoris Causa en un acto académico, presidido por el rector Muñoz Fernández, que llenó el claustro del Rectorado y al que no faltó el alcalde Manuel Sola. Leloir tuvo como padrino al catedrático de Medicina Carlos Osorio, mientras que los Nobel fueron defendidos el joven Federico Mayor Zaragoza. Durante su intervención, Carl Cori, checo ganador del premio en 1947 por sus trabajos sobre el metabolismo de los hidratos de carbono, dijo: «Granada es una ciudad tan hermosa, que aquí no es posible pensar siempre en la Ciencia». Durante su estancia en la capital , los científicos participaron en un Congreso Nacional de Bioquímica y el profesor Ochoa fue nombrado académico de honor de la Real de Medicina e impuesta una beca en el colegio mayor de San Bartolomé y Santiago. Una agenda complicada que seguro no les dejó tiempo para acudir a la conferencia sobre Rubén Darío ofrecida por Gerardo Diego un día después, el día 30 de marzo en el paraninfo de la Universidad.
El Premio Nobel de la Paz y presidente de la Internacional Socialista, Willy Brandt, fue investido doctor honoris causa de la Universidad de Granada el 25 de febrero de 1987 en un acto celebrado en el Hospital Real, presidido por el rector José Vida Soria y en el que actuó como padrino el profesor José Cazorla, catedrático de Derecho Político. En su lección magistral, el excanciller alemán abogó por el desarme, por la reducción del gasto militar, por la colaboración de los países desarrollados con los del Tercer Mundo y por un proceso que disminuya la violencia, sea del signo que sea, y aumente la justicia. Convencido de que «la paz no lo es todo, pero que sin la paz lo demás no es nada», Brandt aseguró que una parte importante de la seguridad mundial está relacionada con las diferencias entre los países ricos y pobres, «justicia intolerable y hambre masiva son la raíz de la inestabilidad y peligro de guerra». Mientras, en las inmediaciones del Rectorado, la policía cargaba contra un millar de alumnos, universitarios y de enseñanzas medias que se manifestaban en contra del decreto de reforma de la Universidad y de los planes de estudio del Ministerio de Educación, a la vez que lanzaban consignas en contra del ministro Maravall y los asistentes al acto de investidura. Finalmente, el excanciller salió por una de las puertas traseras del Hospital Real.