La irrupción de los smartphone trajo consigo la llegada de las aplicaciones y la generalización de los teléfonos móviles de nueva generación generó también que surgieran videojuegos para entretener sin la necesidad de estar amarrado a una consola fija. Es algo que ya hacían Nintendo DS o PS Vita, pero que reinventaron los nuevos soportes. En paralelo, las redes sociales comenzaban su expansión. Facebook, fundamentalmente, y en su día la ya fallecida Tuenti virilizaban la mayoría de contenidos entre jóvenes y adultos.
Esto provocó que poco a poco la creatividad de algunos diseñadores se centrara en el entretenimiento y comenzaran a aparecer algunos videojuegos para móviles, entre los que se diferenciaban productos selectos a un precio alto (Ravensword: Shadowlands, Infinity Blade III u Oceanhorn) y otros videojuegos gratuitos adictivos que basaban su rentabilidad en las compras dentro de la aplicación (Candy Crush o Cut the Rope).
Sin embargo, en los últimos meses comienza a florecer con más fuerza que nunca la tendencia de crear y que alcancen éxito videojuegos absurdos simplemente por el hecho de que guardan algún factor relacionado con la actualidad. Un ejemplo típico de ello es Flappy Bird, que llegó a desesperar hasta a su propio creador. En las últimas semanas ha irrumpido Super Pablo, un título en el que el político Pablo Iglesias debe llegar a cielo mientras evita que le golpeen las soflamas de los políticos de la ‘casta’, y León come Gambas, un videojuego digital creado por El Corte Inglés en el que una cesta de la compra deja caer gambas del cielo que deben ser recogidas por la boca de este famoso león. Dos dinámicas insípidas, pero exitosas.
¿Son realmente videojuegos aquellos títulos sin excesiva calidad que se aprovechan de un acontecimiento o personaje para ponerse en el mercado? ¿Merece la pena que deban ser considerados por los ‘gamers’ mientras títulos como Destiny, Watch Dogs o The Order: 1886 pelean sin éxito por rentabilizar sus costes? Probablemente la primera sensación que generan Super Pablo o León Come Gambas sea de rechazo, pero al final son la consecuencia de la socialización del videojuego y merecen un respeto. Se adaptan perfectamente al ritmo del mundo actual y a lo que público demanda. Porque aunque nos guste el jamón serrano… ¿quién no ha acabado alguna vez devorando un Bic Mag?
PD. 156 gambas.