A ese pozo sin fondo al que van a parar las frustraciones granadinas acaban de ser lanzadas las esperanzas de la Costa y del norte de la provincia de recuperar sus comunicaciones ferroviarias o de tenerlas por primera vez en su historia, caso del litoral. El Parlamento europeo ha aprobado el Corredor Mediterráneo, un megaproyecto que diseña la red europea de transportes ferroviarios del que se quedan fuera, definitivamente, la conexión con el Levante por Baza y el enlace del puerto de Motril. Europa da un portazo así a las aspiraciones de desarrollo ferroviario de buena parte de la provincia y en especial a comarcas con una clara proyección en su producción agrícola, que deberán aferrarse al transporte por carretera para vender sus productos.
En el desarrollo agrícola intensivo en la zona norte de la provincia destaca el plan de transformación de la zona regable, con una superficie superior a las 23.000 hectáreas, 7.680 de nuevos regadíos que beneficiará a quince poblaciones del Altiplano. Desde la Costa, el Puerto motrileño ha redoblado esfuerzos por apuntalar su potencial en el transporte de mercancías generales, que ha aumentado un 13,99%. Demasiada ilusión y esfuerzo que no tendrán el apoyo de unas comunicaciones adecuadas para competir en igualdad de condiciones con otros territorios bendecidos por las ayudas de Europa para hacer posible este corredor ferroviario antes del año 2030.
No han servido de mucho los compromisos políticos de los dirigentes granadinos para convencer a las administraciones de evitar un error considerable que aísla y condena el progreso de las comarcas de Baza y Costa Tropical, ni tiene ahora utilidad alguna que los dirigentes de los principales partidos se enzarcen en los reproches a los que no tienen acostumbrados cuando la luz se apaga. Este es uno de esos casos claros, uno más, en los que la división política y los intereses partidistas han jugado en contra de los intereses generales de la población. Eso y la falta de liderazgo y representatividad de la provincia en los foros donde se toman las decisiones. El caso es que el pozo de los lamentos granadinos se sigue llenando con lo que pudo y debió ser pero que jamás será. Al menos durante los próximos cincuenta años.
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