«El Territorio Comprometido»
El agua corriente de las acequias crea su propio eco-sistema lineal con unas condiciones especiales para la supervivencia de la flora y la fauna de las inmediaciones del cauce. Por lo tanto, al valor intrínseco que poseen para la actividad agrícola hay que añadir el valor ecológico debido a las filtraciones que generan vegetación natural a su paso.
Las acequias arrancan directamente sobre los cursos de los ríos y ramblas en cotas superiores a los 2.000 metros de altitud. Mediante una pequeña balsa de acumulación se canaliza el agua por un cauce casi paralelo a las curvas de nivel del terreno, con una pendiente moderada y atravesando de forma perpendicular la red de drenaje natural de la zona. La morfología del terreno se salva mediante construcciones de ingeniería hidráulica tradicional: acueductos, minas, puentes, aliviaderos y partidores, y una gran cantidad de compuertas y caños.
Cada acequia tiene su propia red de distribución: acequias cabeza (o recolectoras), acequias madre (que avanzan el caudal), acequias ramal (que llevan el caudal lejos del cauce principal), caederos (que desvían el agua haciéndola caer por la pendiente mediante un emparrillado de surcos con forma de rectángulo inclinado), albercas (para almacenar o regular el agua), cascadas de albercas (en las zonas donde las afloraciones de agua son difusas), y en el extremo último de la red se encuentran los bancales agrupados en torno a los cortijos y eras.
Las acequias se adaptan perfectamente al medio natural al estar excavadas en el mismo terreno y ser reforzadas con piedras. La construcción, mantenimiento y funcionamiento de las acequias se realiza por los propios vecinos y con materiales del entorno configurándose como un sistema eficaz, de gran autonomía y optimización de los recursos locales.
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