Los pueblos tradicionales de la Alpujarra-Sierra Nevada

«El territorio comprometido»  

La fascinante belleza de los pueblos de la Alpujarra-Sierra Nevada proviene fundamentalmente del proceso de desarrollo a lo largo del tiempo, en el que mediante la adición de elementos simples a partir de un primer núcleo de población se ha generado una estructura urbana y compositiva muy compleja que no responde a un orden preconcebido y, es por lo tanto, imposible de reproducir.

Las necesidades sociales de los pobladores, primarias y elementales, han ido conformando en un proceso lento y espontáneo los elementos urbanos que hoy conocemos.

Los núcleos de población se asientan en los emplazamientos más cualificados en cuanto a orientación y protección respecto a los vientos. Los más característicos y singulares son los situados en la alta montaña, que se ubican por lo general con orientación meridional y resguardo del viento del Norte. Los situados en el fondo de los valles, se posicionan en relación con los terrenos más fértiles y las vías de comunicación comarcales.

Los asentamientos urbanos se encuentran, en lo referente a su disposición espacial y localización, fuertemente condicionados por las características topográficas del área, que han forzado, en la mayoría de los casos, las localizaciones de los mismos, limitando igualmente la red viaria.

Pampaneira, Granada./ Javier Callejas (Archivo GR)
Pampaneira, Granada./ Javier Callejas (Archivo GR)

Esta necesidad de adaptarse a una topografía en ocasiones abrupta, montañosa y que dificulta los desplazamientos, propicia la generación de pequeños núcleos urbanos situados próximos entre sí, pero también a las tierras de cultivo de sus habitantes. En las épocas caracterizadas por la autarquía y el autoconsumo, eran entidades prácticamente autosuficientes con muy escasas demandas exteriores.

En general, los núcleos de población se inician a partir de pequeños asentamientos –cortijadas– que se convierten en focos de atracción de nuevos pobladores y su crecimiento viene impuesto por estos nuevos asentamientos y el propio crecimiento vegetativo; ello conlleva que las nuevas edificaciones se sitúen en el borde de los caminos que parten del núcleo principal, y también que se vayan colmatando los espacios libres en torno a los edificios primitivos, de manera que se subdividen las parcelas y se van ocupando los huertos interiores, dando lugar a manzanas edificadas con un alto grado de ocupación.

En el caso de los pueblos situados a media ladera, la topografía facilita que los caminos discurran, por lo general, siguiendo las curvas de nivel para que la pendiente sea suave, adaptándose también a los pies de los taludes formados por los bancales de cultivo, minimizando las conexiones transversales. Este esquema, cuando se traslada a los núcleos de población, genera desarrollos paralelos a las curvas de nivel, con viarios transversales con fuertes pendientes resueltos con rampas y escaleras. La estructura parcelaria se caracteriza por una disposición y tamaño irregular, adaptándose al terreno con una ocupación masiva del suelo; la orientación predominante es este-oeste, buscando el máximo soleamiento posible que se ve favorecido por la gran diferencia de cota entre el borde inferior y superior de las parcelas; ello fomenta el aterrazamiento de las edificaciones y el empleo de las cubiertas de las inferiores como espacio exterior de las superiores. En general, la ocupación del suelo en el interior es máxima, existiendo sólo algunos pequeños patios que provienen de los antiguos huertos, que se han ido suprimiendo a medida que las necesidades familiares de los propietarios les han forzado a ampliar las viviendas o a edificar otras nuevas para sus hijos. Pese a ello, en algunas manzanas permanecen los huertos primitivos ocupando una parte significativa de las mismas; este hecho se da con más frecuencia en las manzanas de borde que aún no se han colmatado.

Pese a la colmatación de las manzanas y a las reducidas dimensiones de las calles, la disposición escalonada de la edificación y el empleo de las cubiertas de launa como espacio de desahogo y relación de las viviendas superiores determinan una calidad de uso y habitabilidad mayor de la que en principio se pudiera suponer.

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