«El Territorio Comprometido»
Por Miguel Ángel Sánchez del Árbol. Geógrafo y Urbanista. Colaborador de GRarquitectos
Situado entre los Andes y la cuenca del río Amazonas, Bolivia es un país de altas montañas, frías altiplanicies y tierras bajas subtropicales en una superficie que supera el millón de kilómetros cuadrados. En su extremo centro-occidental se localiza un extenso y fantástico lago compartido con Perú: el lago Titicaca, que con 8.500 kilómetros cuadrados de extensión y situado a más de 3.800 metros sobre el nivel del mar representa la mayor lámina de agua plenamente continental de América del Sur y una de las más elevadas del planeta, concretamente el Altiplano andino.
En efecto, esta región, que se extiende en Bolivia por más de 100.000 kilómetros cuadrados, alcanza una de las altitudes medias mayores del mundo (unos 4.000 metros sobre el nivel del mar), tiene un rico subsuelo en vetas minerales, aunque un suelo pobre que soporta una escasa vegetación, donde están ausentes los árboles, siendo además frecuente el azote del viento. Sin embargo, a pesar de la gran altitud y otros aspectos que pueden ser considerados en general hostiles para la vida humana, algo más de dos terceras partes de la población boliviana habita en el Altiplano (aquí se localiza precisamente La Paz), en parte debido a su pasado y presente mineros (explotación de oro, plata, estaño y otros metales, también de sal, etc.).
La superficie del Altiplano no es uniforme, pues la cordillera andina adyacente presenta ramificaciones que lo dividen en diversas cuencas, todas ellas de carácter endorreico, que han originado lagos (Titicaca, Poopó) y áreas pantanosas salobres (los salares de Coipasa y Uyuni). El conjunto endorreico que interconecta los lagos Titicaca, Poopó y Coipasa a través del río Desaguadero, entre los dos primeros, y el río Laca Jahuira entre el segundo y el tercero, abarca una superficie superior a los 140.000 kilómetros cuadrados repartidos entre Bolivia (más de la mitad), Perú y Chile. A su vez, los ríos de importancia que aportan agua al sistema lacustre son cinco, si bien sólo uno de ellos, el río Suchez, discurre por tierras bolivianas.
En el sector septentrional del Altiplano se localiza el lago Titicaca, cuya longitud máxima es de 180 kilómetros y hasta 70 alcanza de anchura. Numerosas islas salpican la superficie acuática, entre ellas las míticas del Sol (donde, según la leyenda, nació hace mil años el primer inca, Manco Cápac) y de la Luna. Por otro lado, el lago experimenta amplias variaciones anuales en los niveles de agua y, dado que apenas 35 metros cúbicos por segundo desagua a través del emisario (río Desaguadero), de los 453 que recibe a través de los ríos alimentadores (201) y de la lluvia que precipita sobre la propia superficie lacustre (252), resulta evidente que, salvo pérdidas subterráneas no comprobadas, en torno al 90% del agua que recibe el lago se evapora (unos 418 m3/s), lo que conlleva un nivel medio de salinidad superior al de los restantes lagos mundiales de altura, aunque muy inferior al de la mayoría de los lagos endorreicos, incluidos el vecino Poopó y, por supuesto, los salares de Coipasa y Uyuni. Por otro lado, la gran profundidad del agua del Titicaca (unos 284 metros en su punto máximo conocido) mantiene la temperatura alrededor de los 10ºC durante todo el año e incide en el clima ribereño, suavizándolo en el duro invierno y refrescándolo en los días más tórridos del verano. De hecho, en el invierno las temperaturas caen por debajo de los 0ªC e hiela durante todas las noches de julio y agosto (pleno invierno del hemisferio Sur), si bien durante el día el sol tropical hace que las temperaturas superen lo 20ºC. La escasez de precipitaciones (entre 500 litros por metro cuadrado en el norte del Altiplano y apenas 125 en el sur) origina desde ecosistemas esteparios hasta desérticos, estando dominados por una vegetación xerófita de poca altura representada por cactáceas, tola, gramíneas silvestres… Un viento frío que frecuenta las tardes del altiplano causa tormentas de polvo.
Alrededor del lago se sitúan numerosos núcleos de población (del lado boliviano destacan Puerto Acosta, Ancoraimes, Copacabana y Guaqui), donde la mayoría de sus habitantes siguen cuidando rebaños de ovejas, cabras, llamas y alpacas, en régimen de transhumancia, así como cultivando, en campos y en terrazas irrigadas (“takanas”, de origen prehispánico) construidas sobre pendientes acusadas, tubérculos como la patata (innumerables variedades), la oca y el isaño, cereales como la cebada, el maíz, la quinua y la cañava, plantas para uso industrial como el algodón, la remolacha azucarera y la soja, así como algunas hortalizas además de cultivos ancestrales de las etnias aymará y quechua, como la coca, incorporada a los hábitos culturales. A su vez, la pesca en el lago incluye bogas, pejerrey, suches, carachis y otras especies. Buena parte de la producción agrícola, ganadera y pesquera es para autoconsumo, pero también ha tenido y tiene una componente comercial (incluso sólo en su forma de trueque) entre pueblos del Altiplano y, en algunos casos, hacia ciudades más alejadas, incluida la capital boliviana.
La “Pachamama” o Madre Tierra es un valor de gran importancia en las comunidades andinas, siendo preciso poseer al menos una parcela para ser miembro pleno de la comunidad. La unidad doméstica maneja la tierra, produciendo y compartiendo el consumo. Otro hecho cultural y etnográfico importante, sobre todo del pueblo aymará, es la abundancia de tradiciones, fiestas, creencias y costumbres (fin de la siembra de la papa, día de todos los Santos, carnaval, día de la cosecha, día de bodas, fiestas de Challapampa, etc.), siendo frecuentes las manifestaciones sincréticas entre cristianas y paganas, como el bautismo, la boda eclesiástica o la veneración de Nuestra Señora de Copacabana (importante centro de peregrinación andino), junto a ceremonias rituales (por ejemplo, la del sacrificio de una llama) para invocar favores, beneficios, buenas cosechas, etc., a las deidades que moran en los cerros sagrados de la cordillera, en el lago, en los ríos, en la tierra, en las plantas o en los animales, o bien para conjurar las fuerzas maléficas del mundo subterráneo.
En este territorio donde la cruda realidad de un medio físico generalmente hostil y de unas duras condiciones de vida se confunde o mezcla con la espiritualidad en estado casi puro, resulta verosímil la vigencia de la mitología andina que, entre otras manifestaciones, refiere que las aguas del lago Titicaca son las lágrimas del dios Sol que derramaría por la muerte de sus hijos bajo las fauces de unos pumas que cumplían órdenes de las divinidades de las cumbres orográficas. Los incas idolatraron posteriormente el lago como cuna de la divinidad solar de la que descendía su propia dinastía y establecieron en la isla del Sol uno de los principales santuarios y centros de peregrinación del Imperio Inca. Es por ello que la cultura ancestral mantenida en mayor o menor grado alcanza una de sus mejores expresiones en la anteriormente mencionada isla del Sol, desde la que se divisan las cimas nevadas del Illampu y del Ancohuma, y cuyos habitantes ven despuntar el alba por detrás de las cimas sagradas, a más de 6.500 metros de altitud, de la Cordillera Real, donde los crepúsculos, que tiñen las cumbres nevadas de intensos tonos rosados y violáceos, son de extraordinaria belleza. Entre unos y otros aspectos, no resulta, por tanto, muy exagerado definir el lago Titicaca como un “lugar mágico” que, sin embargo, todavía no ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad (está inscrito en la lista de candidatos), aunque hechos naturales y culturales no le faltan para acreditar su pertenencia.
Gracias Miguel Angel por este ilustrativo articulo que nos ha trasportado a este lugar de ensueño enclavado en uno de los lugares mas pobres de La Tierra.
Espero que junto con el próximo nos ayude a comprender los graves problemas de conservación y de puesta en valor que en estas duras circunstancias puede tener un lugar mágico y unico.
Que maravilloso lugar.Esperamos que la transformación «humana» de su entorno, que de todas maneras es inevitable y necesaria encuentre el equilibrio necesario para su conservación y de esta forma podamos disfrutar todos los que queramos ir a Bolivia, de tan bello lugar.