“El Territorio Comprometido”
¿Qué es el paisaje?, ¿Quién defiende el paisaje? , ¿Por qué es importante el paisaje? Todas estas preguntas, que quizás deberíamos hacernos a menudo debido a la gran importancia que éste tiene en nuestro día a día, nos las responde el libro llamado “We are the landscape- understanding the European Landscape Convention” (Somos el paisaje- comprender el Convenio Europeo del Paisaje), auspiciado por la Red Europea de Autoridades Locales y Regionales para la Aplicación del Convenio Europeo del Paisaje (RECEP-ENELC) y cuyas autores son Cecilia Berengo y Sara Di Maio.
Durante los próximos tres lunes tendremos la ocasión de disfrutar con una síntesis de esta entretenida publicación. El propósito del libro es explicarnos, de forma amena y sencilla, el Convenio Europeo del Paisaje y ayudarnos a comprender, cómo gestionar y respetar nuestros paisajes y territorios.
El Convenio Europeo del Paisaje, también conocida como Convención de Florencia, promueve la protección, gestión y ordenación de todos los paisajes europeos. El convenio fue elaborado por el Consejo de Europa, que lo aprobó el 20 de octubre de 2000 en Florencia (Italia) y entró en vigor el 1 de marzo de 2004.
¿Qué es el paisaje?
“Paisaje”… seguramente, hemos oído numerosas veces esta palabra y podemos decir que la conocemos, pero sabríamos cómo responder la pregunta: ¿qué es el paisaje? Esto parece fácil, pero no lo es. El paisaje es lo que nosotros vemos cuando dejamos la casa cada mañana, cuando caminamos al colegio, cuando vamos a algún lugar en moto, coche o autobús. Inevitablemente, en el recorrido que hacemos cada día, nos encontramos con un paisaje. Pero, no sólo esto: ¿qué es lo que vemos cuando miramos fuera de la ventana de nuestra habitación? Edificios, calles, árboles, jardines, fábricas, monumentos, terrenos, gente, coches, bicicletas… Vamos a mirar hacia fuera y pensar sobre esto por un momento: ¡todo esto es el paisaje!
Es suficiente parar un minuto y observar lo que está a nuestro alrededor para ver que estamos rodeados por paisajes, a veces de extraña belleza, a veces degradados o abandonados. El silencioso paisaje de campos cultivados, un paisaje caótico de una zona suburbana industrial o el centro de una ciudad ruidosa y congestionada, es algo muy complejo: la naturaleza dio la materia prima y los seres humanos la han cambiado a lo largo de la historia. A menudo, fue el hombre quien produjo los cambios más profundos, año tras año.
Percibiendo el paisaje
Una playa llena de gente hablando, escuchando música alta y jugando en el agua, no parece la misma playa cuando la vemos desierta, atardeciendo y oyendo solo el sonido de las olas. Esto es porque, cuando nosotros miramos un monumento, no sólo lo apreciamos con nuestra vista, también oímos los sonidos que lo rodean o el silencio en el que está envuelto.
Intenta mirar fuera de la venta en una mañana de lluvia. Lo que ves fuera, ¿es lo mismo que viste el día de antes cuando, quizás, estaba soleado? El hecho, es que nuestro estado de ánimo también puede influenciar en la imagen que construimos de un lugar.
En realidad, el paisaje es el resultado de las intervenciones del hombre y el curso de la naturaleza, pero también el producto de nuestra percepción. El paisaje solo existe en el momento que se observa y se experimenta. Hay muchos factores que pueden influir en nuestra forma de experimentar y recordar paisajes. Entre ellos, a parte de nuestro estado de ánimo en ese momento, también es la idea que tenemos de ellos desde nuestra propia cultura.
¿Por qué es importante el paisaje?
La palabra landscape (paisaje) y land (tierra) tienen el mismo origen, ya que están estrechamente vinculadas: a menudo, un paisaje es la propia imagen de un país. Los rascacielos nos hacen pensar inmediatamente en Nueva York, así como el desierto y las dunas de arena nos llevan al África Subsahariana o las playas de arena blanca a las islas del Caribe. A través del paisaje podemos entender la historia y las condiciones económicas de una sociedad, podemos imaginarlo como una especie de “código genético” de un área. Todo refleja la sociedad que habita allí, la comunidad que vive allí, el cuidado que la comunidad tiene respecto a su territorio. El paisaje es un elemento fundamental del bienestar individual y colectivo del ser, un paisaje bien cuidado es una indicación de la civilización. La calidad del paisaje, por lo tanto, debe ser un derecho para todos: el derecho a disfrutar de paisajes agradables, armoniosos y no degradados, que representan a los que viven allí y los que los crearon.
María Jesús Arrebola Miranda, Ambientóloga de GRarquitectos
Que bien desgranada la simbiosis de hombre-paisaje. Y es que, todo hombre va unido a un paisaje. Todo SER va unido a un ESTAR. Y la memoria no es más que una cámara digital de las mejores estancias y momentos de esta vida. Yo me quede sin tierra, pero soy Juan. GRACIAS POR LA REDACCION.
Gracias maría Jesús, por tu aportación a LCC a través de esta miniserie en la que nos vas desgranado esa sencilla pero a la vez elocuente publicación sobrel paisaje, algo que todos sabemos sentir y valorar, pero casi nadie atina a protegerlo, a ordenarlo, a mejorarlo, a gestionarlo… una tarea en la que el equipo de GRarquitectos estamos empeñados.
Se me ocurre que paisaje es una constante visual de un determinado espacio.A modo de simil: sería algo así como el concepto de clima en relación con el tiempo.El clima sería la constante ( la vega, la sierra y una determinada disposición urbanistica) mientras que el tiempo (más inmediato)lo constituirían las variaciones o crecimientos que experimentan los paisajes durante un corto espacio de tiempo. Estas modificaciones a veces tienen muchos elementos en comun con el paisaje y otras lo distorsionan( el desarrollo experimentado en los últimos años en la comarca de la vega sería un buen ejemplo)El lado negativo de mi comparación es que lo que se construye , el crecimiento, cualquiera que sea, perdura y desde ese momento comienza a ser paisaje mismo. De ahí la importancia de la planificación urbanística.
En general noto una cierta despreocupación tanto de los planificadores como de los ciudadanos por esta cuestión, más preocupados por la percepción puntual de un determinado edificio, una plaza en cuestión o tal o cual mobiliario, que por una visión holística y de conjunto. Por eso me gustaría reflexionar sobre cómo abordariamos los límites urbanos, comúnmente maltratados desde el punto de vista paisajístico por resultar inacabados, mal rematados o directamente marginados; cómo deberían ser las entradas a las ciudades, primera percepción del visitante y despedida del viajante; o el tratamiento que deberían recibir los accesos a esos núcleos, comúnmente salpicados de naves industriales, de aperos o simples segundas residencias de dudosa monumentalidad, que no sólo restan conjunto al bloque urbano sino que lo estorban llegando incluso a interceptarlo.