Mes: agosto 2013

Cuando la Selección no pasaba de octavos

Aquel iba a ser el año del fútbol y fue el año de la decepción. La Selección perdió en octavos y ni siquiera la mascota nos hacía gracia, aunque hay que reconocer que con el paso del tiempo nos hemos reconciliado con «Naranjito». Esa cara redonda con sonrisa de carrillo a carrillo trajo suerte a Italia que ganó la final por tres goles a uno frente a Alemania. Tampoco llegaron los esperados «turistas del mundial», aquellos que iban a llenar los hoteles y dejar una millonada en divisas. A Granada llegó al Hotel Carmen un autobús con chinos, mexicanos y chilenos, pero pocos más se vieron por aquí. Lo único «naranja» que recaudó algunas pesetas fue la furgoneta que utilizaba la Policía Municipal para llevarse al depósito las motos que circulaban sin tubo de escape, que se pasó el verano poniendo multas. Pocos extranjeros, pero vino Henry Kissinger, ex secretario de Estado de los Estados Unidos, que cuentan que se divirtió en la peña de la Platería y Farah Diva, reina del papel «couche».

Como venía siendo habitual, la Costa Tropical se convirtió en el destino preferido de los granadinos. No era extraño que el padre de familia se quedara en la ciudad y bajara al apartamento los fines de semana. Y mientras los chicos practicaban «wind surfing», la ciudad se llenaba de «rodríguez» y de jóvenes que solían coincidir en el Machaco, el Bimbela o el Enguix. Ese verano cerró el Mesón de la Plaza de Gamboa. Era muy populares sus menús baratos y su tortilla del Sacromonte, que decían que había probado Jorge Negrete o Henri Fonda (que, por cierto, murió aquel verano). Otro veterano de la época era la Sabanilla, entre Zacatín y Reyes Católicos. Sus toneles y columnas de hierro esperaban a los clientes que pedían vino de la Costa y sangría. También estaba el bar Granados, que era muy popular entre los pintores y periodistas.
Cuando el verano tocaba a su fin, el Gobierno Civil autorizó la práctica del nudismo en las playas de Cantarriján y La Joya, elegidas por la limpieza de sus aguas, porque estaban lejos de la carretera y porque tenían varios obstáculos naturales que impedían la vista desde el exterior. Nalgas al sol protegidas con Nivea o Coopertone.

Ambiente en una piscina de la Carretera de la Sierra. Julio Pedregosa 9 de agosto de 1982
Ambiente en una piscina de la Carretera de la Sierra. Julio Pedregosa 9 de agosto de 1982

¿Qué estarían escuchando en sus ‘walkman’ estos chicos en la piscina? Compruébalo haciendo click en la foto

 

Aquel verano de 1974

En el cine Tívoli del Camino Bajo de Huétor, Fantomas sale una vez más invencible y con un saco de diamantes en una bicicleta. Contra el monstruo de cara azul marino luchaba Luis de Funes y toda la colonia de San Conrado. Que esto de los cines de verano se cogía con ganas pero, a la larga, los vecinos se cansaban de tanta película gratis asaltando por las ventanas a las horas de sueño. En los demás cines de la ciudad, la clientela había bajado mucho, al igual que la calidad de las proyecciones. Prácticamente toda la cartelera estaba clasificada con un 3R, es decir, que el secretariado para espectáculos de la Comisión Episcopal las consideraba para mayores con reparos, y advertía de la sólida formación que debía de tener el espectador que osara atravesar aquella cortina que cegaba completamente la sala. «Rector en la cama» en el cine Granada; «Sexualmente vuestro» en el Goya; «Bajo las sábanas con la doctora» en el Gran Vía; «Danesas del placer» en el Regio, o «Más fina que las gallinas», otra de las pelis que se tragaron los vecinos de San Conrado, eran algunos de los títulos que ocupaban la cartelera aquel verano. Menos mal que estaban los cine clubs.

Granadinos disfrutan del fresquito de la fuente del Triunfo en una tarde de agosto. 1974 Torres Molina/Archivo de IDEAL
Granadinos disfrutan del fresquito de la fuente del Triunfo en una tarde de agosto. 1974 Torres Molina/Archivo de IDEAL

En cualquier caso, por aquel agosto no quedaba mucha gente en la ciudad. Los turistas se mezclaban con algunos jóvenes, chicos que sujetaban su vaquero de campana con un pañuelo anudado a la cintura, o chicas con vaporosos vestidos con los hombros o la espalda al aire. El Cebollas era el lugar de reunión para tomar una cerveza y, el quiosco de doña María, frente al Zeluán una auténtica institución. Abría toda la noche, y sus estantes despachaban desde un chicle de menta a una lata de mejillones, pasando por la barra de pan y tabaco.
También estaba la música. En España, donde la revolución beat o rock llegó tarde y descafeinada, los sectores más populares engullían música folclórica y poco más. El mismo usuario cambiaba de gustos musicales en función de la época del año. Surgió el fenómeno, que todavía lamentamos, de la canción del verano. Aquel fue el año de «You are no matador señor» de las Deblas o «Fiebre del sábado noche» de los Bee Gees y el disco «anunciado en televisión» de Epic, un recopilatorio, el más vendido.

Verano de 1961

En esta imagen los romeros se divierten junto a la Laguna de las Yeguas con cantes y bailes tras acompañar a la Virgen hasta el Veleta.

Romería de la Virgen de las Nieves 6 de agosto de 1961 Torres Molina/archivo de IDEAL
Romería de la Virgen de las Nieves 6 de agosto de 1961 Torres Molina/archivo de IDEAL

El verano del 74

Terraza de la heladería 'La Veneciana' (hoy 'Los Italianos') en la Gran Vía. 14 de julio de 1974. Torres Molina/Archivo de IDEAL
Terraza de la heladería ‘La Veneciana’ (hoy ‘Los Italianos’) en la Gran Vía. 14 de julio de 1974. Torres Molina/Archivo de IDEAL

Siempre que paso por los caracolillos de Vélez me acuerdo de aquella noche de copas», decía el padre de turno. Con el coche cargado hasta arriba, a la altura de aquellas curvas infames, solía escucharse el primer «¿queda mucho?» con la boca llena de chicles para el mareo. En aquel verano de crisis, en el que los precios no paraban de subir, la paga extra se empleó en el alquiler del piso de la playa. Se congelaron los sueldos y subieron el pan y la leche. Una botella de litro costaba 17,35 pesetas, una cifra rara teniendo en cuenta que habían desaparecido de la circulación las monedas de diez céntimos y las «perrillas», de cinco céntimos. También había quien veraneaba en la ciudad. Plaza Nueva, los bosques de la Alhambra, las fuentes del Triunfo… Y quien se escapaba Genil arriba, buscando agua y sombra y acordándose de aquel tranvía que subía hasta Maitena y El Charcón, y que ese año había dejado de funcionar.
Se puso de moda el Campo del Príncipe y los bares del Realejo se llenaban de jóvenes cada noche. El aburrimiento no se notó hasta bien entrado el mes de julio, porque el verano empezó con el Mundial de Fútbol de Alemania y, con la tele en color, vimos al anfitrión vencer a la «naranja mecánica» en el estadio olímpico de Múnich.
Ese mismo verano el Ayuntamiento aprovechó el «cerrado por vacaciones» para desmontar las vías del tranvía en la Carretera de la Sierra. Había obras en la avenida de Calvo Sotelo (hoy Constitución), que se estaba reformando, y en la avenida Carrero Blanco, como esperaban que nos acostumbráramos a llamar al Camino de Ronda. En Almuñécar se inauguró el paseo marítimo Taramay-Velilla-centro de Almuñécar, un paso de gigante para el desarrollo turístico de la ciudad a la que todos querían ir. Kiko Ledgard, famosísimo presentador del «Un, dos, tres» pasó unos días en el camping «El Paraíso» y se dejó ver en los conciertos del Festival de Música Moderna. También se rumoreaba que Cruyff se había comprado allí un chalé. Y en La Rábita, que no olvidaba a las víctimas de las inundaciones que habían destrozado el pueblo nueve meses antes, unos niños jugaban en la arena, lejos de aquellos días de otoño cuando la rambla les dejó desnudos.

Un verano de posguerra

Aquel verano de 1939…

…La guerra había terminado pero había quedado un país exhausto, desolado y destruido. Comenzaban los duros años de la posguerra. En los «años del hambre», como los recuerdan quienes los vivieron, escaseaba de todo: la comida, el trabajo, el papel para publicar el diario. Comenzaron a funcionar las cartillas de racionamiento, para controlar la distribución de mercancías, asignando a cada español una ración de artículos. El periódico solía publicar la disponibilidad de los alimentos en la plaza de abastos, aunque estas informaciones llegaban con cuentagotas. El 6 de agosto, por ejemplo, se informaba sobre la venta de una partida de café al precio desorbitado de 15,50 pesetas el kilo, pero no se podía vender más de un cuarto de kilo por familia. La mayoría de los ciudadanos sobrevivían gracias a la beneficencia. Medidas como el día del plato único, en el que los restaurantes servían solo un plato, aunque cobraban el menú entero para dedicar el sobrante a la caridad; o el día sin postre, o el «subsidio del combatiente», llevaban el pan a muchos hogares.

A pesar de esto, la gente necesitaba volver a la normalidad. En Granada, el calor se «inauguró» con una romería a la Cuesta de las Cabezas, un desfile de carrozas adornadas con flores y parejas a caballo que salieron del Paseo del Salón rumbo a este paraje que, tan solo unos meses antes, había sido campo de batalla.

romería
Volvieron a la ciudad las zarzuelas (en el Teatro Cervantes, la compañía de zarzuela de Andrés Calvo representó «La del manojo de rosas» y «La rosa del azafrán»), los espectáculos, como el de «La Niña de los Peines» en El Palermo y el cine, el entretenimiento preferido por el público. Precedidos por el «Noticiario Fox» con noticias sobre la guerra que se acercaba, Carlos Gardel, Charles Boyer o Loretta Young hacían soñar desde las pantallas del Coliseo Olimpia o el Salón Nacional, que ofrecían sesiones ininterrumpidas desde las cuatro de la tarde hasta la una y media.
Las familias humildes que disfrutaron en esos años de vacaciones lo hicieron a través del sindicato Educación y Descanso, encargado de organizar actividades culturales y deportivas por parte de los trabajadores, a los que se llamaba productores, a través de los Grupos de Empresa. Organizaban grupos de teatro, cine clubs, coros y danzas, y también viajes y vacaciones. Las aguas de los balnearios de Alhama y Lanjarón, por ejemplo, curaron las dolencias de los trabajadores afiliados al sindicato, que corría con todos los gastos. Se trataba también de una campaña de propaganda del gobierno franquista que se extendía a los niños a través de organizaciones juveniles como el Frente Juventudes. Los «flechas» se organizaban en turnos para disfrutar del campamento de cadetes instalado en la Alfaguara, uno de los más populares entre los chicos, pero también se organizaban otros marítimos en La Herradura y en la playa de San Cristóbal, para las chicas de la Sección Femenina. Ese año visitó la provincia un grupo de «flechas» marroquíes, hijos de musulmanes que habían luchado en la Guerra Civil y que pasaron unos días en un campamento de Motril. También visitaron Málaga, Córdoba, Sevilla o Granada, donde solían ser agasajados con uno de los mejores regalos de aquella época, un buen almuerzo

campamento de la Alfaguara

Turista pobre, turista rico

Aquel verano de … 1932

En aquel verano de 1932, este periódico apenas tenía unos meses de vida. Nació en una época todavía feliz, pero convulsa y muy marcada políticamente. Hacía un año que se había instaurado la Segunda República y el izquierdista Azaña dirigía el gobierno. Desde las páginas de IDEAL, periódico de la Editorial Católica, se denunciaba la grave crisis que atravesaba el país: huelgas, atentados, revueltas… El 5 de julio, un grupo de obreros en paro asaltó el comedor del hotel París de la Gran Vía y exigió comer gratis. Los ayuntamientos, endeudados, habían dejado de pagar a los médicos, a los que se les debía casi medio millón de pesetas. La crisis también afectó a la fiesta nacional y por orden del Ministerio de la Gobernación se prohibió construir plazas y sufragar corridas a los ayuntamientos que no tuvieran cubiertas sus obligaciones.
Y con este ambiente, llegó el verano.

Turistas en el SacromonteEl turismo comenzó a fijarse en el exotismo de una ciudad como Granada. Una de las atracciones que más llamaban la atención eran las zambras. Los más aficionados eran los franceses. En cambio, los norteamericanos gastaban poco dinero, «a pesar de que el dólar está muy alto y sacan para el viaje casi con la diferencia del cambio». IDEAL comenzó incluso a publicar una «Guía del turista» con información sobre los horarios de visita y precios de los principales monumentos de la ciudad. El viajero también tenía a su disposición la Oficina de Turismo que se instaló en la planta baja de la Casa de los Tiros y atendía en español, inglés, francés y alemán. El clavecinista italiano Ruggero Guerlín, el artista belga Rodenbach o el pintor Enrique Marín fueron algunas de las personalidades que pasaron esas vacaciones en la ciudad. Durante su estancia, solían ofrecer conciertos, exposiciones y era muy fácil verlos en todo tipo de actos sociales. El granadino veía al viajero tan singular, como seguramente ellos nos veían a nosotros. Muy pintorescos eran los cinco trotamundos alemanes que se fotografiaron para la portada del diario con dos gitanas del Sacromonte. Todos viajaban sin dinero, tres de ellos (con un perro, una guitarra y una cámara de fotos) hicieron el viaje a pie y los otros dos, en bicicleta. Aunque, sin duda, el más pintoresco de los visitantes fue un ruso que, ataviado con una especie de túnica, barba clara y pelo largo, parecía un Jesús de Nazaret. Su ignorancia del castellano le defendió de la pregunta del periodista: «¿Usted paga?».