Aquel verano de 1939…

…La guerra había terminado pero había quedado un país exhausto, desolado y destruido. Comenzaban los duros años de la posguerra. En los «años del hambre», como los recuerdan quienes los vivieron, escaseaba de todo: la comida, el trabajo, el papel para publicar el diario. Comenzaron a funcionar las cartillas de racionamiento, para controlar la distribución de mercancías, asignando a cada español una ración de artículos. El periódico solía publicar la disponibilidad de los alimentos en la plaza de abastos, aunque estas informaciones llegaban con cuentagotas. El 6 de agosto, por ejemplo, se informaba sobre la venta de una partida de café al precio desorbitado de 15,50 pesetas el kilo, pero no se podía vender más de un cuarto de kilo por familia. La mayoría de los ciudadanos sobrevivían gracias a la beneficencia. Medidas como el día del plato único, en el que los restaurantes servían solo un plato, aunque cobraban el menú entero para dedicar el sobrante a la caridad; o el día sin postre, o el «subsidio del combatiente», llevaban el pan a muchos hogares.

A pesar de esto, la gente necesitaba volver a la normalidad. En Granada, el calor se «inauguró» con una romería a la Cuesta de las Cabezas, un desfile de carrozas adornadas con flores y parejas a caballo que salieron del Paseo del Salón rumbo a este paraje que, tan solo unos meses antes, había sido campo de batalla.

romería
Volvieron a la ciudad las zarzuelas (en el Teatro Cervantes, la compañía de zarzuela de Andrés Calvo representó «La del manojo de rosas» y «La rosa del azafrán»), los espectáculos, como el de «La Niña de los Peines» en El Palermo y el cine, el entretenimiento preferido por el público. Precedidos por el «Noticiario Fox» con noticias sobre la guerra que se acercaba, Carlos Gardel, Charles Boyer o Loretta Young hacían soñar desde las pantallas del Coliseo Olimpia o el Salón Nacional, que ofrecían sesiones ininterrumpidas desde las cuatro de la tarde hasta la una y media.
Las familias humildes que disfrutaron en esos años de vacaciones lo hicieron a través del sindicato Educación y Descanso, encargado de organizar actividades culturales y deportivas por parte de los trabajadores, a los que se llamaba productores, a través de los Grupos de Empresa. Organizaban grupos de teatro, cine clubs, coros y danzas, y también viajes y vacaciones. Las aguas de los balnearios de Alhama y Lanjarón, por ejemplo, curaron las dolencias de los trabajadores afiliados al sindicato, que corría con todos los gastos. Se trataba también de una campaña de propaganda del gobierno franquista que se extendía a los niños a través de organizaciones juveniles como el Frente Juventudes. Los «flechas» se organizaban en turnos para disfrutar del campamento de cadetes instalado en la Alfaguara, uno de los más populares entre los chicos, pero también se organizaban otros marítimos en La Herradura y en la playa de San Cristóbal, para las chicas de la Sección Femenina. Ese año visitó la provincia un grupo de «flechas» marroquíes, hijos de musulmanes que habían luchado en la Guerra Civil y que pasaron unos días en un campamento de Motril. También visitaron Málaga, Córdoba, Sevilla o Granada, donde solían ser agasajados con uno de los mejores regalos de aquella época, un buen almuerzo

campamento de la Alfaguara

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