La calle Puentezuelas muestra un logro más de la insgne ciudad: La Facultad de Traducción en Interpretación de Pintadas.
Sita en la céntrica calle Puentezuelas, toda la fachada es un maremagnum de sintagmas, soliloquios, calambures, códigos, piedras rosettas concebidas desde la punta de un rotulador, desde el pipote que difumina el bote de pintura en spray.
La ley, al menos la que se puede leer a los lados de la entrada principal, se cumple a rajatabal: Prohibido fijar carteles. Y carteles, lo que se dice carteles, no hay ni uno solo.
Algo es algo. Consolemonos y tal.
Probablemente está en consonancia con entender la libertad con fastidiar lo público. ¿Habría que pensar en más bibliotecas y menos botellódromos? Pregunto.