Donde no hay vigilantes crecen los mangantes

Si lo de las tarjetas negras se hubiera conocido hace ocho años, no habría pasado nada. Lo he escuchado estos días en tertulias a prestigiosos comentaristas al referirse al escándalo de consejeros y altos directivos de Caja Madrid o Bankia. Es verdad que eran tiempos de bonanza, todos éramos felices metidos en la burbuja, nos sobraba de todo, nada se escatimaba y, eso, que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. En definitiva, se podían entender mejor ciertos desmanes que ahora, sumidos en la crisis, precariedad, hartos de corrupción, cuando cualquier comportamiento se somete de manera inmediata a un juicio sumarísimo por parte de la opinión pública.


No podemos generalizar pero tampoco estar de acuerdo con que antes se podían perdonar comportamientos inmorales de quienes ocupaban cargos de representación pública. Precisamente, el 5 de enero de 2006 se publicaba en la primera página de IDEAL el siguiente titular: ‘Caja Granada celebra un consejo en Londres e invita al viaje a más de 60 personas’. La reunión tenía la siguiente trascendencia: aprobar el acta de la anterior y un informe de la gestión por parte del presidente. Pero los consejeros, miembros de la comisión de control y máximos ejecutivos de la entidad, entre los que se encontraban dirigentes y militantes de los dos partidos mayoritarios, disfrutaron de tres noches en un hotel de lujo, asistieron al musical ‘Mamma mía’, realizaron una travesía por el Támesis y asistieron a una cena de gala. También tomaron café en las pequeñas instalaciones de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA), porque otro pretexto era comprobar in situ la actividad financiera de la City. El PP reprobó la acción, el PSOE se puso un tanto de perfil, mientras hubo miembros de la caja a quienes les pareció normal aquel viaje, porque formaba parte de los usos en otras entidades. «Es como un regalo de Navidad», llegó a decir uno. Sin embargo, este periódico recibió innumerables felicitaciones que reconocían y aplaudían la valentía por la publicación, que culminó el 10 de febrero con la difusión de una fotografía de todo el grupo.
La información de IDEAL conmovió a la sociedad granadina por lo que se consideraba inmoral y por el uso que se hacía de fondos públicos en una entidad que se debía a sus impositores. Todos sabemos lo que era CajaGranada y lo que significaba en aquella época. No voy a enjuiciar la gestión de entonces, ni hace falta decir lo que ha sufrido y sufre por mantenerse viva. Después del –llamemos– desliz no hubo ceses ni dimisiones, pero creo que aquella cuchipanda viajera no volvió a repetirse, quizá sólo por miedo a que trascendiera. El papel de los medios de comunicación era, es y será ejercer la labor de vigilancia de los poderes. Y me temo que donde no hay vigilantes, crecen y abundan los mangantes. ¿No les parece?