Un catalán, presidente de España

Quién mejor para solucionar los problemas de Cataluña que un presidente del Gobierno de España catalán? Que responda cada cual pero seguro que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se cree la persona más adecuada. Los resultados en la últimas autonómicas, por delante de PP y PSOE, le afianzan como una alternativa real, al menos como llave, aunque carezca de una formación política sólida y estructurada, avance un programa político y comportamientos de apoyo a otras fuerzas un tanto contradictorios hasta ahora. Su mejor activo es no tener un pasado que sea un lastre con casos de corrupción.


La olla catalana ha cogido presión esta semana con el órdago de los independentistas y la puesta en marcha de una propuesta de resolución en el parlamento autonómico. El despropósito se mantiene firme después de haber perdido el supuesto plebiscito y cuando se manifiestan incapaces de formar gobierno persisten en iniciar ese proceso de desconexión.
Esta matraca quiere prevalecer bajo el falso mantra de una reivindicación democrática. Los ideales y los sentimientos son defendibles e imprescindibles para mejorar el rumbo de la sociedad y la vida de los ciudadanos, pero no es cuestión de imponerlos desde planteamientos irreales y anacrónicos como solución a un falso hostigamiento o castigo. Y más execrable es que algunos de ellos, máximos referentes del catalanismo, hayan aprovechado –presuntamente– el poder para su lucro personal y familiar, hasta el punto que la fiscalía estudia acusar a la familia Pujol –imputados todos los hijos– como si fuera una organización diseñada para delinquir.
La respuesta al desafío secesionista ha sido acertada y rápida, ahora, por parte del presidente Rajoy. Su reunión con los principales actores de la política española, aunque los emergentes todavía no estén refrendados por las urnas, es un baño de realidad y de iniciativa política, que debe anticiparse a los problemas y evitarlos, no causarlos. Aunque estén disueltas las cámaras, no hay vacío de ningún tipo, con un ejecutivo legitimado y con plenos poderes para tomar las medidas que considere oportunas en pos del mantenimiento de la legalidad, con el respaldo y consenso que sea capaz de lograr.
No serán descartables ciertos oportunismos y postureos electoralistas ante el 20 de diciembre. Sobre estos comicios pesará especialmente la cuestión catalana y más aún cuando después habrá que afrontarla de manera decisiva en función de la aritmética parlamentaria. Lo que parece claro es que la suma de PP, PSOE y Ciudadanos será incuestionable. Y el presidente del próximo gobierno saldrá de ahí, que sea catalán o no es otra cosa. ¿No les parece?