Ciudadanos, entre ser y no ser

A Ciudadanos, uno de los dos partidos emergentes, nadie puede negarle su implantación nacional, aunque su fundación date de hace más de diez años y sus orígenes se remonten a Cataluña. Allí inició y continúa con una labor impecable en la defensa constitucional y ha logrado consolidarse como cuarta fuerza electoral en España. Recogió los restos del naufragio de Unión para el Progreso y la Democracia (UPyD), cuyo pecado original fue el hiperliderazgo de Rosa Díez, pero Albert Rivera ha sabido desprenderse de su propia imagen como único referente de C’s, al dar cancha a otros dirigentes para que corran la banda. No están exentos de una falta de estructura interna y cuadros solventes, por lo que hay lugares como en Jaén capital donde se han diluido como un azucarillo, mientras en otros (Almería) han conseguido una cierta visibilidad y sacar rédito a sus iniciativas.


Primero pactaron con el PSOE de Pedro Sánchez en la anterior legislatura fallida, ante la quietud de Mariano Rajoy. Pero tras la repetición de elecciones optaron por apoyar la investidura del PP. No creo que haya que tildarles de camaleónicos o chaqueteros ya que cada circunstancia es distinta y cada uno tiene que rentabilizar de la mejor manera el cumplimiento de sus promesas y programa. Les recuerdo que ese ambidextrismo les llevó en Andalucía a apoyar a la socialista Susana Díaz y en la Comunidad de Madrid a la popular Cristina Cifuentes.
Tras su último cónclave nacional, han tomado la determinación de abandonar la etiqueta socialdemócrata y caer en brazos del liberalismo. Los naranjas se han movido entre el centro y la derecha y siempre se ha dicho que su éxito dependía del fracaso del PP, que sus votos eran prestados. Veremos cómo se mueven. Uno de los caballos de batalla y buque insignia de la regeneración que identifica a Ciudadanos es la lucha contra la corrupción, en la que se ha incluido ese listón de la imputación o investigación para que un cargo dimita. Señalan que es el caso del presidente murciano, pero no el del alcalde de Granada, Francisco Cuenca, por su etapa de delegado de la Junta sobre la concesión de unas subvenciones.
La presunción de inocencia es imprescindible pero al mismo tiempo casi nadie reconoce su culpabilidad y menos entre la clase dirigente, con lo que arrastran a sus formaciones al abismo, incapaces de ponerse de acuerdo o de ejercer la vigilancia sobre la responsabilidad política.
Merece la pena recordar que dos presidentes de Murcia dimitieron por sendos escándalos que no tuvieron finalmente castigo penal, aunque nadie dudó de que su partido, el PSOE, acertó al apartarles del cargo en su momento.
Ciudadanos se juega el ser o no ser. Su comportamiento debe ser sólido si quieren tener vocación de futuro. No pueden amagar y no dar. Ejercer una actitud inequívoca es lo que quieren sus votantes. Ahora han recibido la invitación para sentarse en el Consejo de Ministros. Su respuesta tendrá que ser contundente porque mantenerse en la equidistancia lleva a la tibieza y no suma a lo que debe ser una acción política fundamentada en la anticipación a los problemas y aportar soluciones, no verse arrastrado por ellos. ¿No les parece?