Vamos de culebrón con lo del máster y el plagio. Sánchez intentó recomponerse al comienzo de semana con la propuesta sobre la supresión de los aforamientos mediante una reforma acelerada de la Constitución, algo que parece bastante inviable a la vista de las distintas posturas del resto de partidos y cuando se precisa para ello una mayoría suficiente. Pero el descubrimiento posterior sobre el libro que coescribió fruto de su tesis le ha vuelto a sumir en la inestabilidad. No le ha sido suficiente aducir que fue un simple error transcribir parte de una conferencia, con errata incluida, dictada por un diplomático precisamente en la misma universidad en la que se doctoró. Eso le ha hecho tambalearse ante la quiebra de posibles respaldos de sus socios de gobierno, mientras el PP se hacía fuerte con su mayoría absoluta en el Senado para obligarle a comparecer y dar explicaciones. Además, los populares se han visto reforzados con la postura de la Fiscalía del Supremo al oponerse a la investigación de Pablo Casado por su máster en la Universidad Rey Juan Carlos, iniciada por la misma jueza que este viernes admitía a trámite una denuncia contra la ex ministra Montón por presuntas irregularidades a la hora de conseguir el suyo en el mismo centro académico.
Sánchez, con su cruz a cuestas, es consciente de que toda situación es susceptible de empeorar y por eso el domingo pasado, en la entrevista televisada, no quiso pillarse los dedos y dejaba en el aire la convocatoria de elecciones. Tiene el riesgo de aguantar demasiado, pasarse –como en el juego de las siete y media– y llegar agotado y sin salida a las urnas. Aunque todavía con sombras, la cara de la moneda en esta jugada le ha salido a Casado. Si resulta indemne finalmente e hilvana un discurso frente a Ciudadanos que le haga recuperar sin complejos el amplio espectro del centro derecha, los socialistas se pueden encontrar ante un complicado escenario. La exigua minoría de 84 escaños hace que los socialistas busquen vericuetos para salvar el bloqueo de la Cámara Alta en la aprobación de los objetivos de déficit público.
La triquiñuela de utilizar una enmienda de una ley para modificar otra ha sido practicada por anteriores gobiernos, pero ahora da carrete a la oposición ‘popular’ y ‘ciudadana’. El horizonte de la aprobación de los Presupuestos se aleja ya a febrero. Cinco meses son una eternidad según vivimos ahora la política.
El banco de pruebas será más pronto que tarde Andalucía. Aquí, sobre todo, se medirán las distancias entre PP y los de Rivera, volcado en apoyar a su candidato regional, Juan Marín. Susana Díaz tendrá mientras tanto que optar entre convocar o aguantar el devenir judicial de los ERE y el desgaste que puede suponerle la comisión parlamentaria que investigará el destino de los fondos públicos de la ya extinta Fundación Andaluza de Formación y Empleo (Faffe), entre ellos lo gastado en un burdel de Sevilla por un ex alto cargo socialista. Las comisiones dan para mucho, como ha ocurrido con Aznar este martes en el Congreso de Diputados, en lo que casi todo fue un espectáculo lamentable y de muy poca sustancia. Así es la política.
En Cataluña el anverso es la división y desconcierto que viven los independentistas, pero el reverso les viene del gobierno esas declaraciones de que los políticos presos no deberían estar en la cárcel o que habría que indultarlos, cuando la violencia que desencadenaron hace un año fue un claro exponente de la ilegalidad que intentaron imponer.
¿No les parece?