‘Hace unos días, Manuel Vicent en su artículo “Líderes”, viralizado en redes sociales, resumía el estatus privilegiado del que gozamos los españoles en diferentes ámbitos en relación con otros países, razones por las que hemos sido designados, por diferentes organismos internacionales “como el mejor país del mundo para nacer, el más sociable para vivir y el más seguro para viajar solos sin peligro por todo su territorio”. Lo cierto es que de su lectura uno saca la conclusión de que en muchos aspectos relacionados con la cultura, la sanidad, la convivencia, el medioambiente, la calidad de vida, la cooperación, etc., estamos muy por delante de otras naciones con una mayor prosperidad económica y, en teoría, un sistema político más consolidado y honesto.
Vicent concluye su columna de opinión con una reflexión: “Todo esto demuestra que en realidad existen dos Españas, no la de derechas o de izquierdas, sino la de los políticos nefastos y líderes de opinión bocazas que gritan, crispan, se insultan y chapotean en el estercolero y la de los ciudadanos con talento que cumplen con su deber, trabajan y callan”.
La viralización de este texto posiblemente se deba a que los ciudadanos necesitamos escuchar palabras de aliento y de consideración, en medio de las noticias negativas acerca de la situación general del país (desde la escalada de corrupción hasta la insostenibilidad de las cifras de paro), que les liberen de la responsabilidad indirecta sobre tanta calamidad y que les reconozcan su esfuerzo diario, siempre navegando a contracorriente y con la precariedad impuesta por una crisis obstinada en persistir, a pesar de los continuos mensajes de solvencia y crecimiento que el anterior y el actual gobierno se afanan en proclamar sin temblarles la voz.
La crisis económica vino acompañada de la acusación directa, por parte de algunos políticos, acerca de la vida que la mayoría de los ciudadanos habíamos llevado “por encima de nuestras posibilidades”. Una excusa imperfecta que justificó un plan perfecto: reestructurar la economía y algunos sectores para salvar las cuentas del Estado y de la banca a costa de incrementar las desigualdades sociales, abrir aún más la brecha salarial entre los trabajadores y los empleadores, precarizar los contratos, hacer desaparecer la clase media, hostigar a los autónomos, invitar a los jóvenes a emigrar a otros países… En definitiva, a cargar sobre la espalda de los españoles la responsabilidad del futuro del país.
Por ello, Vicent acierta en liberar a los ciudadanos de esa responsabilidad mal argumentada y devolverles el beneficio de su buen hacer diario.
Son muchos los logros conseguidos en este país que son la envidia y la atracción para muchos ciudadanos del mundo; no solo el sol, el mar y la gastronomía nos otorgan la imagen de una tierra generosa con sus habitantes y visitantes, sino que otras cuestiones que tienen más que ver con la solidaridad, la generosidad y el respeto hacen que los extranjeros valoren la hospitalidad de nuestra gente. Es evidente que los avances en la salud, las comunicaciones, las energías renovables, las infraestructuras, la ciencia y la tecnología, nos sitúan en la órbita de los mejores países para vivir, además de que nuestras costumbres y alimentación nos ayuden a tener una de las más altas esperanzas de vida. Pero todo ello no se lo debemos a políticos ni gobiernos, sino al buen hacer de muchas generaciones luchando por hacer su trabajo cada día mejor. De forma callada, sin aspavientos.
Frente a todo esto, nos encontramos con líderes políticos y medios de comunicación ávidos de sumar audiencias, más preocupados de lanzarse puyas y repartir estiércol que de solucionar los problemas que impiden que España progrese como debiera. Solo hay que ver y oír las Sesiones del congreso y del Senado para tener una idea de cuáles son los objetivos reales de nuestros representantes.
Y el problema no es que estos políticos terminen insultándose y escupiéndose, sino que han logrado trasladar ese deplorable estilo y sus enfrentamientos a la calle, haciendo que las redes sociales estallen en un sinfín de manifestaciones de odio visceral al contrario y a una falta de respeto absoluto a la diversidad de ideologías y pensamientos diferentes.
Efectivamente, están consiguiendo que no haya ideologías de derechas o de izquierdas, sino dos países separados cada día más por una terrible frontera separatista: a un lado los que quieren seguir manteniendo su estatus de poseedor de la verdad y del poder (y del destino de sus seguidores), y al otro los que quieren vivir de manera ordenada, hacer su trabajo (o intentar conseguirlo), pagar sus impuestos y tratar que su pequeño mundo sea, en la medida de lo posible, un lugar feliz. Cuanto más grande sea esta brecha, más compleja será la recuperación económica y más difícil la consolidación de un sentimiento compartido de pertenecer a una amplia diversidad de culturas cuya riqueza fundamental residiría en saber reconocerse y respetarse.
Por ello, cuando se disponga a votar, piense a quién prefiere: al que representa una ideología honesta y comprometida con usted, o al que su objetivo es que aquella brecha se mantenga y agrande.
El artículo de «Lideres» de Manuel Vicent nos pinta un país con grandes recursos naturales y riquezas. Ésto es cierto, debemos agradecer vivir en este país.
Que hay gente muy maravillosa, pues tambien es cierto. Que tenemos políticos nefastos y corruptos, evidente. Pero los políticos han salido de la población y no todos los españoles somos los mejores ni toda la clase política es igual. El artículo estimula una idea muy peligrosa, que se está calando en la sociedad: en los sistemas democráticos los dirigentes solamente van a enriquecerse, por lo que tendría que instaurarse un gobierno autoritario y dictatorial. Ésta idea se oye incluso en trabajadores ordinarios.
Por Dios, no hace tanto tuvimos una guerra civil y no hemos aprendido nada.
¿A qué posturas ideológicas estamos dando juego?
¿A la que hay que «salvar la patria»?
¿Con las banderas y las armas?
Éstos fueron los detonantes de nuestra olvidada guerra civil, que se levantaron muchas banderas pero «no se salvó el país» y sí costó la vida a muchos inocentes.
La sociedad cambiará y sus líderes cuando la mayoría de la población adquiera un elevado grado de consciencia personal.
Pero estimo que estamos muy lejos de ello, cuando se paraliza el país porque en la televisión salgan unos jóvenes multimillonarios dándole patadas a una pelota. Enfrentados todos porque dicen pertenecer a dos equipos de fútbol.
Asi nos va…..
Creo que el «culto» sr. Vicent (habla de Poncio PILATOS, al que sólo él conoce) ha sufrido un ataque de «franquitis virulentis» que, como resultado, le ha producido la reacción aquella de «soy español: ¡casi ná!». Cualquier persona normal, después de leer el artículo quedaríase deseoso de hacerse miembro de un Estado que acumula tal cantidad de virtudes. Hombre, podría haber citado que el 25% de la población de los felices españoles está en riesgo de pobreza. Pero eso son pequeños detalles para el señorito de Villavieja.