Ecosistemas financieros para millenials

Al no existir consenso para ubicar el intervalo de años al que pertenecen los llamados millenials (“generación Y”), podemos resumir que son aquellas personas nacidas entre principios de la década de los ’80 y finales de los ’90 que, además, tienen en común pertenecer a un colectivo en tránsito entre el mundo “off-line” que aún perdura y el “on-line” cuyos desarrollos siguen creciendo y abarcando nuevos horizontes de nuestra cotidianeidad. Son deudores de la visión aperturista, con ciertos tintes de ambición, de sus progenitores (los llamados “baby boomers”), y herederos de una situación económica complicada para liderar su propio destino laboral, aunque constituirán el 70% de la fuerza de trabajo del llamado “primer mundo” en 2025.

A esta generación se la ha tildado con diferentes apelativos, incluso antagónicos: narcisistas-comprometidos, ociosos-participativos, consentidos-críticos, egoístas-no materialistas…, si bien todos los informes coinciden en que han crecido con las nuevas tecnologías, sabiendo compaginar el gusto por las soluciones analógicas con la eficacia de las digitales. Apuestan por vivir la vida con lo que ésta les proporcione, aunque priorizando la calidad a la ambición de tener mucho y disfrutar poco debido a la intensidad del trabajo (tanto por horario como por el estrés asociado).

En el plano tecnológico, han crecido a la par que los nuevos desarrollos informáticos y ello les ha permitido adoptar cada nuevo dispositivo y nuevas versiones con naturalidad, hasta el punto de ser adictos a las novedades y a las redes sociales, de las que se fían más que de los medios de comunicación convencionales, siendo internet su entorno preferido para informarse, compartir recursos, encontrar trabajo y establecer nuevas relaciones.

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Están mejor formados que sus progenitores, al menos en cuanto a tener títulos de grado superior. Pero ello no les ha garantizado un trabajo estable, sino que tienen que sufrir la precariedad laboral, apostar por el autoempleo o emigrar al extranjero. Ello los ha posicionado de una manera muy crítica frente al modelo actual de sociedad, en la que no confían desde el punto de vista político y económico, y a la que consideran estar necesitada de urgentes y profundas reformas para que su futuro sea más viable al tiempo que sostenible.

Una de sus fuentes también de insatisfacción es la relación con las entidades financieras, a quienes responsabilizan de la reciente crisis económica y de haber creado un ambiente de profunda desconfianza general en el sistema debido a los modelos especulativos y egoístas por los que han apostado (con las consiguientes consecuencias negativas) en lugar de aportar garantías a la estabilidad de la sociedad y a la protección de las familias que confían sus ahorros en estas entidades.

A este nivel de desconfianza, hay que añadir otras cuatro variables: la limitación de sus recursos económicos, la educación financiera, la búsqueda de nuevas fórmulas de relación basadas en las nuevas tecnologías y las expectativas de creación de modelos de negocio financieros diferentes a los tradicionales.

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No es objetivo de este artículo profundizar en la primera de ellas, aunque pueden imaginar que, para el conjunto de los millenials, sus ingresos brutos anuales no los sitúan en el percentil más apreciado por la banca de inversión. En cuanto a la educación financiera, según Índice de Finanzas Personales del Instituto TIAA-GFLEC (Índice P-Fin), es más baja que la de las generaciones precedentes, flaqueando sobre todo en la comprensión de las áreas de riesgos y de seguros. Desde el punto de vista de las decisiones financieras, esta situación es preocupante porque pueden cometer errores en la realización de inversiones, en la formulación de financiación para proyectos personales o empresariales y en la contratación de coberturas frente a posibles siniestros.

Fruto de ambas cuestiones deviene la posición alejada de los millenials de las entidades financieras, con quienes mantienen una relación muy laxa y solo a través de canales digitales, sobre todo mediante dispositivos móviles. Para ellos, la tecnología ha sido la solución más conveniente para realizar transacciones financieras sencillas, como transferencias, domiciliaciones o hacer seguimiento de sus gastos sin tener que acudir a una oficina. Por otro lado, usar los dispositivos móviles para comparar productos antes de comprarlos por internet o en tienda física, les ha facilitado la habilidad de comparar también entre entidades financieras y decidirse por aquellas que les gravan con menos comisiones, moviendo sus cuentas a la opción más conveniente. Para ellos no existe el concepto de lealtad a una entidad financiera.

La banca en general se está preocupando por la digitalización de sus procesos comerciales, pero no está abordando la migración conceptual de la tecnología financiera hacia herramientas inteligentes que ayuden a mejorar la comprensión de las operaciones más complejas en el momento de adoptar la decisión de contratación, ni se están replanteando el modelo de negocio para aportar las soluciones sencillas y transparentes que precisa este importante segmento de población.

En este sentido, las nuevas “fintech” son las que están ocupando este espacio que demandan los millenials, aunque éstas han de comprender que deben acompañarlos en la obtención de una formación financiera personalizada para que sean autónomos en la contratación de productos más complejos.

 

José Manuel Navarro Llena

@jmnllena

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