Generaciones Y-K-Z

Hace poco leía un comentario publicado en LinkedIn acerca de la conveniencia del uso de los emoticonos (ya saben, esas caritas y dibujos que representan diferentes estados de ánimo y toda clase de objetos) en los textos de ámbito profesional. No recuerdo la empresa a la que se refería en concreto, pero aquel post resumía la amonestación que había recibido un empleado por usar este tipo de recursos gráficos en una comunicación interna de la compañía. En una primera impresión, puede resultarnos inconveniente para un informe o un comunicado la utilización de un emoticono cuando estos documentos requieren de la tradicional “seriedad administrativa” en la que el lenguaje ha de ser preciso y claro. Es decir, ha de cumplir con los cánones burocráticos y respetar el estilo corporativo de la compañía.

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Pero si nos paramos a reflexionar un poco sobre la moda de los emoticonos, aun cuando hay que defender el buen uso del lenguaje escrito y hablado en cualquier ámbito y circunstancia, llegaremos a la conclusión de que en la actualidad se han convertido en imágenes imprescindibles en la comunicación interpersonal en redes sociales y, sobre todo, en las aplicaciones de mensajería inmediata. Su utilización se ha globalizado hasta el punto de que las nuevas generaciones dicen más con estas imágenes que con palabras, las cuales han reducido también a la mínima expresión acortando las expresiones y eliminando la mayoría de las vocales.

Todo ello imagino que lo estarán analizando lingüistas, filólogos y antropólogos sociales para predecir hacia dónde vamos y en qué momento volveremos a escribir con jeroglíficos y hablaremos con una lenguaje extremadamente sintetizado en sonidos fricativos, oclusivos, geminados… Seguro que para llegar a este punto la sociedad ha de evolucionar (o involucionar) durante muchos decenios pero, mientras tanto, quienes sí lo están estudiando con detalle son los equipos de marketing de las grandes empresas, poniendo un especial interés en las generaciones que se han denominado millenials (Y), centennials (Z) y “K”. Todos ellos, nacidos a partir de 1980, tienen en común una alta predilección por las nuevas tecnologías y una visión globalizada de las oportunidades y de los problemas.

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No obstante, mientras que los millenials crecieron al mismo tiempo que las nuevas tecnologías se introducían en nuestra vida, los centennials han nacido en el momento en el que ya estaban implantadas y habían ocupado todos nuestros espacios, los profesionales y los personales. Y en medio están los llamados K, nacidos entre 1995 y 2002 (más o menos); esa generación adicta a la saga de libros y películas de “Los Juegos del Hambre” de cuya protagonista, Katniss, toma prestada la inicial de su nombre. Tres generaciones con un denominador común, los dispositivos y aplicaciones móviles, y diferentes visiones de su realidad y su futuro. También con distintas conductas sociales a pesar de lo cercano de las edades.

En términos reduccionistas generales, podemos decir que los “Y” son más de FaceBook y los “Z” de Snapchat. O sea, los primeros cultivan un mayor compromiso en las relaciones sociales y son más realistas, en tanto que los segundos son más pragmáticos e idealistas. Unos presumen de lo que hacen en entornos abiertos y los otros priorizan su privacidad ante todo y ante todos. Los millenials tuvieron que empezar a demostrar lo que sabían hacer una vez acabados los estudios superiores y los centennials están siendo juzgados desde mucho más jóvenes porque exponen sus habilidades y talentos desde más jóvenes.

¿Y los “K”? Son esos jóvenes entre los 15 y los 22 años íntegramente digitales con capacidad para saber del mundo que les rodea y plantearse compromisos diferentes, que han perdido la confianza en las estructuras organizativas tradicionales, en las instituciones públicas y en las grandes compañías. Su futuro profesional lo construirán sobre modelos de economía colaborativa en los que la riqueza se obtendrá compartiendo recursos y talento. Serán los próximos emprendedores, los que busquen el enriquecimiento del grupo y no del individuo.

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Hay que pensar que la persona que escribió aquel comunicado por el que fue reprendido era joven, presumiblemente de la generación “Y” porque suponemos que es la que por edad puede estar trabajando por cuenta ajena en una gran empresa. Imagino que usó los emoticonos por dos razones fundamentales: porque está habituado a ello y sabe en qué contexto y con qué sentido usar cada uno de ellos y, la segunda, porque es la forma con la que subraya y resume una frase o una expresión para darle el sentido que no deje lugar a dudas sobre su intención al escribirla.

Lo realmente preocupante es que internamente esa empresa no haya entendido el mensaje que sobrevuela ese hecho. No sé cuántos empleados “millenials” tendrá, pero en lugar de reprender en base a las normas establecidas, a los paradigmas del pasado, debería entender el reto del nuevo mundo de la comunicación (conformado, formado y transformado por la llamada tercera revolución industrial) creando una nueva dinámica que estimula la necesidad de entender, comprender, aprender y aprehender lo que significa un nueva forma de trabajar y colaborar (P. Drucker).

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José Manuel Navarro Llena

@jhmnllena

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