“La Ciudad Comprometida”
Por Rafaèle Genet Verney. Arquitecta de GRarquitectos
“Durante mucho tiempo, el urbanismo ha sido un asunto de Estado en Francia”, dice Thierry Paquot, filósofo de lo urbano y editor de la revista “Urbanisme”. Pero a partir de los años 80, los gobiernos de derecha o de izquierda han delegado a otros la fabricación de la ciudad. El Estado se ha puesto al servicio del mundo privado: “El mejor ejemplo, es Laurent Fabius, que ofrece a Eurodisney una línea de tren de cercanía que pedían sin éxito los habitantes de Marne la Vallée desde hacía años!”.
En 1983, las leyes de descentralización, delegan el poder a los Ayuntamientos para las licencias urbanísticas y arquitectónicas. “Y la catástrofe empezó” considera Thierry Paquot, “la mayoría de los políticos locales son incompetentes en urbanismo y además muchas veces tienen un gusto execrable”. Se apoyan en promotores que venden productos acabados “llave en mano”. “El hábitat se banaliza y conduce a la Francia fea que conocemos que niega el espíritu del lugar”.
Frederic Bonnet, arquitecto consultor del Estado en Haute Vienne confirma: “En un radio de 40 kilómetros alrededor de Limoges, todos los pueblos han construido, diez, quince, veinte casas para unos habitantes que nunca van al centro del pueblo y que trabajan todos en Limoges”. El mecanismo es sencillo: para luchar contra el éxodo rural, para evitar el cierre de la escuela, el municipio construye una urbanización que atrae una nueva población. Pero los niños escolarizados crecen y se van. Hay que crear una segunda urbanización para conseguir nuevas familias. Es una huida hacia delante.
El esparcimiento urbano esta reforzado por la especulación inmobiliaria. Es difícil para el alcalde de un pequeño municipio negar a sus vecinos agricultores que sus terrenos sean urbanizables, sabiendo que el precio del terreno se multiplicará entonces por 10 o 20. Y es así que Francia consume para su urbanización dos veces más terrenos agrícolas que Alemania. “Hay que acabar con la política urbana coordinada al nivel local, no es la buena escala”, concluye Frederic Bonnet.
A los indudables efectos positivos de la descentralización hay que sumar otros perversos como los que nos recuerda Rafaele, que tienen mucho que ver con una descentralización excesiva, sobre todo cuando afecta a cuestiones que trascienden de lo local: como por ejemplo las dinamicas metropolitanas, ordenación y gestión del espacio rural…