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Lamentablemente, una y otra vez se repite la misma historia… Pero mientras que las buenas acciones sobre la ciudad y sobre el paisaje urbano son como granos de arena, que suman lentamente…  las huellas que nos dejan las decisiones erróneas serán, casi siempre,  indelebles. Esto es: que nos acompañaran durante generaciones…

En los días pasados os he hablado de algunas experiencias altamente gratificantes (la arquitectura de Fisac, la experiencia urbana de Medinaceli o el compromiso de la gente de Almocita, -Almería-), y hoy me toca, muy a mi pesar, hacer justo lo contrario…  y para ello os voy a hablar de Fiñana, un pueblo importante de la cabecera del Río Nacimiento, comarca vecina del Marquesado del Cenete granadino, justo a caballo entre las provincias de Granada y Almería.

La primera vez que visité Fiñana fue hace ahora treinta años (¡!) como consecuencia de un trabajo de documentación sobre su imponente iglesia parroquial, en colaboración con el insigne historiador D. Carlos Asenjo a quien desde entonces le guardo un gran aprecio y me genera un gran respeto… Está emplazado sobre una colina alargada que emerge del valle del Nacimiento, entre las altas cumbres de Sierra Nevada y la Sierra de los Filabres, y su urbanismo se caracteriza, al igual que el resto de las comarcas del Sureste Español, en su arquitectura modulada.

En efecto, los sistemas constructivos empleados, la fuerte pendiente de las laderas y el alto grado de fragmentación de la propiedad han propiciado una tipología edificatoria que se caracteriza por el carácter aditivo de sus volúmenes prismáticos sencillos, generalmente encalados, constituyéndose esta singular irregularidad en uno de sus invariantes arquitectónicos. Y lógicamente, la imagen de este pueblo almeriense, guarda estrecha relación con la escala y con las características de su arquitectura tradicional, y su armonía y su belleza tienen mucho que ver con el tamaño y con la escala de las actuaciones urbanísticas.

Pues lamentablemente, el perfil urbano y la bella imagen, serena y armónica, de Fiñana han sido recientemente dañados  gravemente por una actuación urbanística fuera de escala, y extraña a las características del núcleo tradicional, a su textura y a su color, de manera absurda e irreflexiva, fruto de un deficiente plan urbanístico, de una deficiente asistencia técnica municipal, de la insensibilidad de sus gobernantes, de la desinformación y apatía de los ciudadanos, del egoísmo y comodidad de su promotor y, siento mucho decirlo, de la irresponsabilidad de su arquitecto y demás asesores.

Por eso hoy como ayer, y seguramente mañana… será conveniente recordar algunas reflexiones básicas (que en su día incluí en la publicación “El Urbanismo en la Alpujarra/Sierra Nevada”) que confío que sean de utilidad para los planificadores, asesores municipales, gobernantes, ciudadanos, promotores, arquitectos y demás asesores que intervienen en la ciudad:

• La legislación actual otorga una amplia autonomía a los municipios en el campo del urbanismo, la cual se traducen en la potestad de formular su plan urbanístico municipal, aún cuando éste haya de ser aprobado definitivamente por la administración autonómica.
• Los planes urbanísticos municipales han de ser mucho más que simples documentos que definen alineaciones y alturas, o que posibilitan que se pueda construir en determinados espacios. Es responsabilidad de todos, aunque especialmente de los técnicos redactores y de los representantes políticos municipales, el que se les dote de un amplio contenido, ajustado a cada caso concreto, que dé respuesta a todas las necesidades de ordenación de cada municipio, tanto en su medio urbano como en el rural. Y entre tales necesidades es obligación ineludible abordar la necesaria protección de nuestro patrimonio cultural, del que el paisaje, la arquitectura y el urbanismo tradicional son una parte esencial.
• Los planes urbanísticos deberán establecer normas tendentes a garantizar la integración de los nuevos crecimientos con la imagen y las características del núcleo tradicional. Y para ello deberán:

1. Garantizar la armonía entre las tramas de los nuevos desarrollos con las del núcleo tradicional. Para ello utilizarán en el diseño de los nuevos crecimientos idénticas pautas que las derivadas del núcleo tradicional; esto es, disposición y orientación general de la red viaria; formas y tamaños de las manzanas; escala humana de los espacios públicos de nueva creación y posición privilegiada de los mismos en cuanto a soleamiento y relación con el paisaje, etc.; mantenimiento de los niveles tradicionales de ocupación de las parcelas por la edificación; y tamaño y forma de las parcelas resultantes, fundamentalmente.
2. Establecer ordenanzas de la edificación tendentes a garantizar el mantenimiento de la imagen tradicional de los núcleos. La mejor garantía respecto a la integración adecuada de los nuevos desarrollos urbanos con los núcleos históricos estriba en la adopción de modelos urbanísticos basados en los tipos tradicionales. Conceptos tales como ocupación de la parcela, retranqueos, nº de plantas y altura de la edificación, fondo máximo edificable, parcela mínima, actuaciones de carácter familiar o plurifamiliar, regulación de las rasantes, acabados exteriores, tipo de cubierta, tipo de carpintería, etc habrán de ser definidos por el plan de manera armónica al objeto de garantizar que las nuevas construcciones sean respetuosas con la imagen tradicional del núcleo de población en cuestión.

 Así concebido, el planeamiento urbanístico municipal tendrá una importante carga pedagógica, que ayude a entender a los lugareños y a los nuevos pobladores que su cultura arquitectónica es valiosa y singular.