«Ciudadanos Comprometidos»
En este día tan señalado y por derecho propio, queremos compartir con todos los amigos de La Ciudad Comprometida un texto de un amigo comprometido, Paco Pipó. Por muchas razones, Paco, eres merecedor de engrosar nuestra nómina de Ciudadanos Comprometidos. Activo y participativo, tus comentarios siempre nos ilustran y nos ofrecen nuevas perspectivas de los temas que tratamos; La manera de recordar tu Granada desde la distancia nos hace quererla más aún a los que la tenemos tan cerca.
Con motivo de uno de nuestros artículos sobre la Alhambra, Paco nos envió el siguiente texto, que a continuación os transcribimos:
Me apunto. Me adhiero a esta invitación de tener “Granada más cerca”. Porque es mi cuna. Porque es el mosaico del arte en sus monumentos urbanos y paisajísticos. Porque en mi novela inédita (Noches de Granada con Fátima) trascribo mis sentimientos y amparándome en ella, comienzo hoy por hacer un viaje hasta mi ciudad, para aceptar esta propuesta.
De manera que encontrándome ya en Granada, me adentro en el embrujo de las noches granadinas y me encumbro a sus atalayas. Ando por las calles de Granada, estrías de maduro fruto rosado, granos encendidos, siluetas de rojo acero empavonado.
¿Dónde está la señora de Granada?
Mi amigo papel, no hay letra impresa que pueda trasmitir el regalo de sensaciones que experimento en mi andar lento y ceremonioso, ante el espectáculo de estrechas callecicas y esbeltos torreones que con su hermosura, afrentan la humilde calle de Santa Inés ó el convento de Santa Catalina ó la Casa de Castril.
Mi venerada intención, es la de rendir homenaje de presencia, a la casa de la “Señora Honesta”. Palacio de reyes ziríes, “Dar al Horra”.
Me encuentro frente al palacio de verano, por el Arco de las Pesas y el Callejón de las Monjas. Al costado del Convento de Santa Isabel la Real.
¿Estará aquí la Dama de Granada?
El guarda que lo cuida, me concede entrada por breve tiempo. Me encuentro solo. En el patio, lo centra una pequeña alberca y en el frontal, tres arcos con restos de escrituras Coránicas.
Me siento con el silencio.
Las golondrinas rasgan el cielo de mi quietud, y en sus cantos, una extraña sensación de presencia, da calor a mi imaginación. Fátima, la madre de Boabdil, dejó su perfume de mujer. No quiso despedirse de Granada. La dama de Granada, nunca se fue y su silueta flota entre jardines de jazmín y lagrimas de rosa.
Es para mí, la figura femenina que se oculta en las sombras de la historia, tuvo una presencia permanente en los consejos maternales y en las decisiones de un hijo, pobre en carácter y muy dado a las estrategias del acomodo financiero de palacio y el olvido de las necesidades de un pueblo, que veía desaparecer sus títulos de propiedad en favor de la hacienda del Sultán, con aumento de tributos que ahogaban las posibilidades comerciales de una zona, que antes era centro de transacción fructífera.
La Dama de Granada, ha sido la figura callada de una historia concluyente, promotora de acuerdos y soluciones rápidas, para problemas inmediatos. Poco la mencionan los libros de historia, si no es para fechas de matrimonios, que minimizaban luchas familiares por el poder. Vivió tiempos cruciales, de caminos que se cerraban en horizontes tenebrosos, para un correr, de mas de ocho siglos.
Es mi admiración por esta señora, un sentimiento de aventura por el descubrimiento de su vida, que pudo ser un cúmulo de hechos, que si no cambió el curso de la tragedia, quizás le dio un tiempo apropiado y formas de soporte señorial, a días negros sin solución.
Siempre he oído decir que “detrás de grandes hombres, hubo grandes mujeres”, Detrás de cada hijo, hubo una buena madre. Y al costado de Boabdil, siempre estuvo Fátima, que le dio soluciones a las que él con su escaso poder decisivo, pudo aportar.
Es por esto, que sentado en el que fuera morada y palacio Albaycinero, intento encontrar su presencia, dando culto y honor a una mujer que antes de serlo, fue madre.
Elevo la mirada a los muros de este pequeño palacio y trato de escenificar la vida y andares de Fátima, mujer que en la distancia del tiempo, sigue estando viva por la historia de Granada.
Consumo las horas, sin notar que su paso me dejan ensimismado, creyendo sentir el perenne deambular de la gran figura femenina, por la que venero justificadamente.
El guarda, detiene mi atención y me invita a salir.
Salgo del palacete y desciendo por el Albaycin, con el gusto de haber obtenido permiso, para gozar las esencias de todos los sentidos. Utilizando esta invitación de conocer la Alhambra, me adentro en su alcazaba y allá me espera el espíritu de Fátima.
Creí ver a Fátima, la madre de Boabdil, que lloraba ante su hijo, reprochándole el hecho de que sus antepasados murieron siendo reyes de Granada y que en Boabdil el reino acababa.
Era en el salón de Comarex, donde la familia real y sus consejeros más principales, alfaquíes y cadíes, discutían y hacianse notar en sus discursos. Todos estaban llenos de irritación, y la desgarrada angustia, flotaba en la sala como nube de certeros presagios. Parecía ser, que celebraban un Consejo de la Corona. Había alguien que elevaba su voz y elocuentemente decía preferir morir colectivamente, junto con todo el pueblo musulmán, antes de entregar Granada a los cristianos. Era el indomable moro Muza, hombre vehemente de carácter, enérgico y radical.
– Todos somos culpables de la desgracia que nos acecha y mata. – dijo un consejero.
– Y muchas las concesiones de vasallaje que nuestro Emir, concedió a los cristianos. – dijo otro alfaquí, con grito recriminatorio.
– Perdimos, castillos y vidas de nuestros hermanos más preciados y valerosos. – decía otro.
– Hemos perdido todo el potencial comercial, con el abandono de los comerciantes genoveses, y por esto, llenos están los almacenes de seda sin salida, que nos reponga dineros para contratar tropa. -apuntaba un viejo muslím.
– Y lo peor del asunto, es que las fuerzas son desiguales y vergonzantes. Pues el poderío de los cristianos, solo falta poner día para la rendición. – gritó un militar con rostro abatido, por su impotencia reconocida.
– Y de Marruecos, no hemos recibido ayuda alguna. – se quejaba un consejero.
– ¿Marruecos?, ellos están asediados en luchas dinásticas, Los Otomanos y Egipto, que también podrían prestar ayuda, están demasiado lejos. – reconocía el capitán.
– !Majestad! Estáis callado. ¿No veis que estamos encerrados como corderos a punto de ser degollados? – contestaba Aben Comixa, levantándose y apuntando con su dedo al pequeño Emir. – Confesad, de una vez y para la eternidad, que somos carne en venta a bajo precio.
Y fueron elevándose las voces, el clima de tensión, manos crispadas en alza al cielo pidiendo clemencia. En tanto, el rey y su madre con baja cabeza, oían una tras otra, las quejas sin solución de sus más allegados militares y consejeros. De manera, que el rey tomó la palabra, en voz quieta y medida.
Y podría decirse que sumisa, al decir:
– Hermanos, en estos últimos días de nuestro reino de Granada, no tengo que decir más que, a modo de humilde confesión, que es cierto que he buscado, a veces, diversiones frívolas que sin mengua de mi autoridad, diese ánimos para consolarme de las dificultades que nos rodean. !Y no sois ajenos a ellas, pues bien que participabais todos vosotros! Por eso os digo y ordeno, que no seáis frívolos, envileciendo y trasportando vuestra hiel al terreno de la injuria y la burla. – quedo su boca seca é hizo silencio un buen tiempo, respetado por toda la concurrencia – Bien sabéis que en buenos tiempos, he repartido meticales y diplomas (sakk), concediendo feudos (inzal), por toda la Alpujarra a muchos de vosotros. No seáis detractores y traidores, hablando de las cosas malas, pues también hemos tenido buenas, y batallas ganadas al cristiano.
– Gran señor. Se ha amontonado el dinero de los impuestos para esas diversiones, en lugar de potenciar nuestro ejército de hombres y armas. – contestó sin descaro, el militar.
– !Maldito militar, bien pagado y traidor! – gritaba el Rey Chico – Dime, ¿cuándo perdí una batalla por relajamiento de mis obligaciones? Sabéis que fui vergonzosamente herido y preso. Que tuve que dar concesiones al cristiano, para ser liberado. – hace una pausa – Ó, ¿prefieres estar en manos del Zagal? !Pues ahora estaríais en Fez, disfrutando del buen pago cristiano! !Las puertas de Granada, tenéis abiertas para tomar el camino de la huida! – traga saliva – ¿Cuando al musulmán le he sacado dinero, sin derecho a ello? Di a boca llena, que de mi reino salieron cortesanos bien vestidos, poetas bien pagados y que en las reuniones de Estado, han sido elegidos grandes personajes con voz y buen criterio, para que en las asambleas deliberantes expusieran sus decisiones que fueron atendidas y ejecutadas. – se levanta y va mirando uno tras uno, a los reunidos – A todos ellos, los elegí cómo bien conocidos, competentes y experimentados. – se sitúa en el centro de la sala y con su dedo va apuntando a todos – !Y de vosotros estoy hablando! !Maldita sea el Diablo! ¿Como podéis reprender a vuestro rey, si no hace más de dos lunas que os sorprendí embriagado? – el rey, encara su mano al rostro del militar – ¿Como puedes dar ordenes, si en ese día cambiabas la copa con tus soldados en continua broma, obtuso proceder y distraída moral?
– !Callad y no distraigáis el momento con vanas disputas! – alza la voz autoritaria de la madre Fátima, que hasta el momento habíase callado, en constante observación – Sois carne podrida de un reino muerto. !Haced y decid, lo mas conveniente para morir en dignidad, que aun no la tenéis perdida! Tomad decisiones adaptadas a la realidad que os rodea. Habéis estado llenos de mancebos é hijos privados, esclavos que han dado ornamento a un soberano, habéis tenido vestidos hermosos y alazanes piafantes. – enrojecen sus ojos secos – En verdad, veo que no habría de emplear a gentes como vosotros, porque no decís mas que tonterías. Y pensad, que entre vosotros han sido designados gentes de gobierno, de justicia, de defensa, de administración, y seréis calumniadores, si miráis a lo ajeno en lugar de poner los ojos, en vuestro ombligo. – eleva su rostro a la bella cúpula de los siete cielos – !Dios me aparte de gentes como vosotros y me haga obrar en su obediencia! – reparte su mirada por los congregados, sin excepción del rey – Él, que es el mas generoso y el Único, solo es quien puede aclarar vuestras imbéciles cabecitas, que en otro día no sirvieron, mas que para la lujuria. Hoy, solo servirán para bajarlas ante el cristiano. Así, que abandono esta sala y me recluyo en mi conciencia, que es lo único que mantengo limpio.
La escena era tensa jaula de perros desmayados y Boabdil, hizo callar al vocerío incontrolado de capitanes y consejeros, dirigiéndose a su familia:
– Madre, no te marches, estoy cada vez mas solo. Tú y todos vosotros, sois testigos que Muhammad ibn Sa’d, me abandonó cruzando el mar del estrecho.
– No hijo, – decía su madre Fátima – él, no hizo alguna gesta de valor en favor tuyo. Nuestro pueblo está cansado de luchas y enfrentamientos con cristianos. La falta de combatividad de El Zagal y los suyos, ha sido el final de aislamiento que padecemos, al ver la catadura de quienes nos debieron de ayudar. Esta debilidad nuestra, es bien conocida por los cristianos. Tú, eres el único rey y responsable de Granada. Has aceptado demasiadas treguas del rey católico. Hoy, tu suerte te ha abandonado.
– Madre, hace varios días que baje a la ciudad sin hacerme conocer y presté atención a los ciudadanos, la manera como pensaban y se comportaban. Me di cuenta de los cambios que se estaban atropellando, dando fin a mi autoridad. Los comerciantes y toda la población, abrigaban la intención de pasarse al bando cristiano, son gentes que no pueden hacer la guerra, pues no tienen nada de soldados y muchos de ellos han salido de Granada diciendo a todos los vientos, el por qué razón han de sufrir asedio si no tienen nada que ver con la política ni lo militar. Aun, tengo sangre en las venas para derramarla por esta justa causa. – llora Boabdil, ante el silencio sepulcral de la sala.
– No seas incauto, hijo mío. – pone sus manos sobre el hombro del hijo – tus súbditos dudan de tu capacidad y los alfaquíes te llaman traidor.
– Ya mandé degollar a seis de ellos. – dice lleno de rabia contenida, Boabdil y dirigiéndose a sus consejeros, gritó – !Vosotros fuisteis testigo de ello! Nunca he tenido días y noches más tristes que estos en los que vivo hoy, viendo vuestra impotencia que no hace más que desgarrar mi alma. !Que penosa es la vida en este mundo! Estamos en un callejón en el que no hay más salida que la desdicha.
Siguen mudos los consejeros y alfaquíes, con manos hundidas en sus jubones sudados, pese al frío que cruzaba los aires de una Granada, en silencio de lastima anunciada, sin pregonero necesario.
– Piensa que el pueblo, quiso destronarte y en sustitución colocar a los hijos de Zoraida. – le contesta su madre – No confíes más que en tu madre, que a tu lado siempre estará.
– Es cierto, madre, y menos mal que el Zagal les convenció de que no era medida afortunada.- contesta el Rey Chico, en baja voz, sin levantar su mirada que derrama el dolor reprimido por una vergüenza perdida.
– El rey Católico Don Fernando, ya esta en la vega -continuó Fátima- y la Reina de Castilla, Doña Isabel, le acompaña en el campamento de Santafé. Ya sabemos de su elegante proceder en el sitio de Baza, cuando Cidi-Yahaya, concedió una tregua, permitiendo a la Reina Católica la revista a sus tropas y los honores que nuestros hermanos le rindieron en bizarro escuadrón. Además, ellos quieren terminar este asedio, pues bastantes problemas tienen con los turcos, y la reciente mala situación mediterránea, con la caída de Bizancio. Llevamos muchos años de calamidades, la vega está talada y sin producción, las cosechas son ningunas ó pobres.
– Madre – contestó el hijo – todo ello es cierto. Ya hubieron negociaciones rotas a causa de su intransigencia en conceder nuevos aplazamientos.
– Hoy, voy a salir hacia el campamento de Santafé y trataré de ver a la Reina Doña Isabel. – se yergue Fátima, apuntando con su mano a la vega granadina.
– Ve, madre. Ve y da noticias, en cuanto llegues. – pide lastimosamente el Sultán desdichado.
Durante esta conversación entre familia, fue seguida en silencio sumiso por toda la corte de consejeros, que a su final, salieron cabizbajos hacia sus estancias, en resignado dolor.
Y así termina uno de mis viajes imaginarios a la joya de la corona que es mi Granada ubicada en el ombligo de esta España a la que muchos quieren destruir …! y sigue viva!
Paco Pipó