«La Sociedad Comprometida»
ARQUITECTURA PARA AFRONTAR LA REALIDAD
Cuando pensamos en campos de refugiados, raramente nuestra mente asocia la problemática social y humana que allí se gesta, con la arquitectura. Cada año tras una catástrofe o conflicto, se desplazan millones de personas en busca de un futuro, dejando atrás un pasado de escombros. En la actualidad el número de refugiados alcanza un número sin precedentes, basta recordar las cifras de artículos anteriormente publicados en la Ciudad Comprometida, «Un urbanismo humanitario y comprometido«, para darnos cuenta del aumento progresivo de la presión a la que están expuestos los países anfitriones.
Ante tal problemática, los países afectados siguen las trazas marcadas por los protocolos y manuales de las Naciones Unidas, siendo un principio de acercamiento para una gestión adecuada de los problemas de planificación de un campamento. La tierra es negociada, y hablando meramente en términos de diseño, se opta por una base de cuadrícula con una alta densidad reduciéndose así la cantidad de espacio a proteger y simplificando las redes de distribución de recursos. Un método que se trata con bastante meticulosidad, pero que no afronta de una manera eficiente el mayor problema de todos: la temporalidad.
El promedio de vida de un refugiado en un campamento, se estima entre los 7 y 17 años, demasiado tiempo para un asentamiento, teóricamente, con carácter efímero y temporal , demasiado tiempo, también, para una ciudad planificada sin un origen natural, en la que sus habitantes son colocados como meras piezas de rompecabezas. Todo esto se viene a sumar a la realidad de sus habitantes, con un pasado destruido y con un futuro incierto, en la que las enfermedades, delitos y violencia aumenta con cada día que transcurre.
Siempre defendemos la responsabilidad e influencia que tiene la arquitectura y el urbanismo en la vida de las personas, por tanto si hay alguien cualificado y con la obligación moral de proporcionar una solución sostenible, somos sin duda los arquitectos.
No sólo se necesita una habitabilidad básica, agua potable o evacuación de residuos, sino que necesitamos una vista a largo plazo con la que proponer soluciones a gran escala. Tal vez dotándo de una identidad nacida de la creación de espacios, estaríamos más cerca , de esa definición de arquitectura ,tan acertada, como expresión de cada pueblo y sociedad.
Una manera de atacar la problemática de raíz, sería la de considerar la movilidad en las propuestas. Conseguir que la permanencia de los campamentos no fuera indefinida, propiciando el desplazamiento de los mismos dentro de un área ,con más o menos cierta facilidad. Serviría también para aliviar las tensiones políticas y liberar de carga a los ejércitos encargados de la acogida.
En términos más materiales, sería realmente fácil y útil, introducir el concepto de contenedor, tan de moda hoy en día en la arquitectura. Los propios contenedores o camiones que suministran de recursos a los campamentos, podrían ser reutilizados, formando parte de la propia estructura final o bien como núcleos habitables para acomodar a las familias, sistema que podría ser replicado y desarrollado a la hora de considerar la movilidad anteriormente propuesta.
No debemos olvidar, aún siendo cara en términos económicos, la opción de utilizar la tecnología más vanguardista para generar soluciones innovadoras. Las impresoras 3D de última generación se están volviendo muy populares, su implementación en el desarrollo de la arquitectura cada día alcanza nuevas cotas, por tanto no sería descabellado utilizar esta tecnología, imprimiendo habitaciones completas allá donde fuera necesario.
Los arquitectos nunca nos alejamos de los complejos problemas de diseño a los que nos enfrentamos cuando tenemos que ampliar límites y proponer soluciones nuevas, por tanto la aqruitectura puede y debe enfrentarse a este problema de los refugiados y proponer ‘ciudades’, o mejor dicho ciudades comprometidas.
En estas fechas navideñas somos en general más receptivos con las cuestiones humanitarias. Por eso es un buen momento para reflexionar sobre la gravísima problemática social y humana de los campos de refugiados, a los que tienen que desplazarse cada año millones de personas en busca de un futuro, dejando atrás un pasado de injusticias, catástrofes o conflictos. Y quisiera agradecer la reflexión que ha hecho el joven arquitecto Alejandro Rodrigo para La Ciudad Comprometida sobre el papel que pueden jugar los arquitectos y más específicamente los urbanistas la hora de enfrentarnos a este grave problema…
Opino que es realmente complejo acercarse a esta problemática desde el punto de vista técnico, sin verse afectado por el drama humana humano y el origen de todo: la necesidad/obligación de huir de tu propio hogar por salvar o mejorar tu vida y la de los tuyos. En urbanismo no tenemos referencias claras o recientes, por lo que desde los profesionales debemos apostar por la innovación y la reinvención, dotando al menos y como punto de partida, de cierta dignidad a la estancia, la cual nunca debe de convertirse en indefinida. Pero para eso, hay que atajar los conflictos y desigualdades desde la raiz y no solo desde las consecuencias.
Mi experiencia al conocer los campamentos de refugiados en Argelia para los saharauis refleja que aunque puedan llevar allí décadas instalados, sin visos de que aquella situación termine, siguen actuando como si de una ubicación provisional se tratase… con una muy básica organización espacial y social, con una más que precaria dotación de servicios -sin redes-, y con notabilisimos impactos ambientales… todo lo cual se vuelve, inevitablemente, contra aquellos pobres refugiados y sus esperanzas de vida.
Estoy completamente de acuerdo contigo, mi experiencia en los campamentos cercanos a Tindouf fue la misma.
Una de las cosas que más impresionaba era saber el tiempo que llevaban allí esperando, formando parte del desierto, sin apenas desarrollo humano sostenible, imposible o muy difícil en aquel lugar.
Ya hay generaciones completas nacidas en los campamentos, que no conocerían otras realidades vitales si no fuera por el desvelo y tesón de tantas ONGes.