La contaminación del aire de las ciudades es un problema que cada vez preocupa más a los ciudadanos y que además está en el centro de la polémica porque la contaminación no puede ser resuelta con demagogia. Un lector de La Ciudad Comprometida me pide que reflexione sobre que están haciendo las ciudades para mejorar el aire que respiramos. Espero que os sea de vuestro interés.
Hace una semana los madrileños estaban en vilo a expensas de saber si el consistorio de la capital española ponía en práctica, o no, el protocolo de emergencia de su Plan de Mejora de Calidad del Aire. Esto básicamente suponía restricciones extraordinarias en el tráfico de la ciudad, con la consecuente molestia para los ciudadanos, que en su día a día utilizan el vehículo particular para satisfacer sus necesidades de movilidad. Ante esto las críticas no tardaron en llegar, algunas dirigidas directamente a estas medidas tan restrictivas, otras a que se esperó a tomar decisiones “in extremis”, otras que las medidas favorecen a los ricos o a familias que tienen más de un vehículo (por aquello de las matriculas pares e impares..). Opiniones hubo para todos los gustos, lo cierto es que desde la administración, de una forma u otra se ha de asegurar nuestra salud y nuestro derecho a un aire limpio.
Madrid, como todas las grandes capitalesde Europa y del mundo, tiene una dicotomía, la necesidad de movilidad VS la salubridad del aire. No es un problema baladí, es una realidad a la que se le lleva intentado poner solución desde antes del comienzo del presente siglo. Soluciones que por ejemplo, desde el urbanismo se han materializado mediante planes de movilidad, agrupación de usos para la reducción de las necesidades de transporte, fomento del transporte público limpio… toda una serie de medidas que llevamos desarrollando, pero que obviamente poco funcionan si no hay un compromiso social.
Como se ha dicho los planes de mejora de calidad del aire son una realidad en todas las grandes ciudades europeas, algunos ejemplos sobre los que hemos documentado son Amsterdam, Londres, París, Madrid y Barcelona.
Todos estos planes tienen muchas cosas en común que queremos simplificar, como:
-Se realizan tras detectar graves problemas en la calidad el aire y su efecto directo y nocivo en la salud.
-Se detectan como principal contaminante el tráfico rodado, tanto por las emisiones de gases de genera como por las partículas que genera el rozamiento de los neumáticos, agravado por condicionantes climáticos como el viento o la falta de lluvia.
-En todos se fija un valor máximo de contaminantes en el aire, el cual si se sobrepasa se han de tomar medidas de emergencia.
-Las principales medidas se centran en la disminución del tráfico mediante fomento y mejora del transporte público, restricciones de acceso en zonas de especial protección, regulación del tráfico (disminución de velocidad), regulación de los vehículos, fomento de los aparcamientos disuasorios, promoción del transporte eléctrico y la bicicleta (estacionamientos preferenciales, mayor capacidad de acceso a zonas restringidas..)
Pero lo que todos realmente tienen en común, es que a pesar de los esfuerzos realizados por administraciones y técnicos, los niveles de contaminantes en el aire no llegan a los objetivos marcados en los planes, ni a los impuestos por la legislación vigente. Parece que puesto en un papel resulta obvio. La administración se gasta millones de euros en mantener el aire que todos respiramos bajo unos estándares que no afecten a nuestra salud, y los tiramos a la basura.
Ahora cabría preguntarse el por qué. En otras ocasiones hemos compartido desde la “Ciudad Comprometido” artículos sobre planes de movilidad y sostenibilidad urbana, incluso desde GRarquitectos como urbanistas trabajamos con acciones muy concretas para implementar medidas que a priori deberían revertir en la mejora ambiental de las ciudades. Pero parece que la realidad es que la educación ambiental y las restricciones drásticas, parecen ser las únicas vías para poder respirar en nuestras ciudades de aquí a 50 años.
Esta afirmación puede parecer derrotista o calamitosa, pero no es así ni mucho menos, al contrario, pretende ser una afirmación esperanzadora. Una esperanza que nace de años de experiencia de aplicación de medidas y planes que han puesto de manifiesto que ya es hora de tomar medidas que realmente sean eficaces. Un trasporte urbano eléctrico 100%, restricciones drásticas de acceso motorizado a las ciudades, pero sobre todo que nos concienciemos de una vez que por duro que parezca debemos de dejar de utilizar el coche para movernos simple y llanamente porque nos está costando la salud a todos.