Ya han pasado algunos días desde que ocurrieron esas tremendas inundaciones acaecidas en el sureste español. Se trata de un gravísimo problema y muchos de vosotros me habéis escrito o llamado consultándome sobre dicha cuestión…
Hoy nos queremos compartir una serie de reflexiones que hemos leído en prensa de María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS. En la entrevista pone de manifiesto uno de los problemas que acaecen en nuestra sociedad mundial, los problemas alimenticios. Tanto la obesidad como la malnutrición, son autenticas «epidemias» que afectan a todos los países, sin importar su nivel de ingresos.
Estos problemas de nutrición están íntimamente relacionados con nuestros hábitos de vida, nuestra cultura alimentaria y por supuesto, nuestro lugar de residencia.
La mayoría de la población mundial vive en ciudades, las cuales, según afirma la protagonista, están diseñadas como «auténticas jaulas de sedentarismo», dónde «los alimentos más asequibles son normalmente procesados y con más grasas saturadas, mientras que el acceso a productos frescos y saludables son más caros y menos accesibles.» Si tenemos en cuenta que la población urbana tienen una clara tendencia de aumento, o nos concienciamos de transformar la ciudad en un ambiente saludable, o tendremos graves problemas en el futuro.
Además, como ya comentamos en artículos pasados, otros problemas importantes acaecen los ambientes urbanos, por lo que cada vez, vemos que desde más perspectivas, la ordenación urbana es mas necesaria y vital.
La educación nutricional, el diseño de parques y zonas recreativas, las iniciativas de fomento de la educación medioambiental y el modo de vida saludable, son algunas de las políticas a tener en cuenta. El inculcarle a las nuevas generaciones el uso de la bicicleta, el valor de las zonas naturales o los beneficios de los productos frescos, no sólo es una apuesta por su salud futura, sino por la conservación de nuestro ecosistema urbano y de nuestra calidad de vida.
Hoy queremos compartir con vosotros un reciente artículo sobre las doce ciudades que se postulan como Capital Verde Europea 2017, y entre las que por desgracia no hay ninguna española. Las ciudades que presentaron sus candidaturas han sido:
Bursa (Turquía)
Cascais (Portugal)
Cork (Irlanda)
Essen (Alemania)
‘s-Hertogenbosch (Países Bajos)
Estambul (Turquía)
Lahti (Finlandia)
Lisboa (Portugal)
Nijmegen (Países Bajos)
Pécs (Hungría)
Oporto (Portugal)
Umeå (Suecia)
Para el comisario de Medio Ambiente europeo, Janez Potocnik : «El concurso Capital Verde Europea es un sello de excelencia para aquellas ciudades que sienten un gran aprecio por su medio ambiente. Hemos llegado ya a la octava edición de este concurso y resulta muy satisfactorio ver cómo muchas de las grandes ciudades europeas se presentan, e incluso repiten, como candidatas al premio. Hasta la fecha, los ganadores han ofrecido ejemplos inspiradores sobre cómo pueden cambiar las ciudades. Deseo buena suerte a todas las candidatas en la edición de 2017».
Este premio significa reconocer el éxito de una ciudad que ha conseguido integrar y priorizar el medio ambiente en el contexto urbano. Los criterios de elección son: la calidad del aire; el cambio climático, su mitigación y adaptación; la innovación ecológica y el empleo sostenible; la eficiencia energética; la incorporación del uso sostenible de la tierra en áreas verdes urbanas; la gestión medioambiental integrada; el transporte urbano; la naturaleza y la biodiversidad; la calidad del entorno acústico; la generación y la gestión de los residuos; el tratamiento de aguas residuales, y la gestión de los recursos hídricos.
Al leer el artículo, obviamente, nos planteamos el hecho de que ninguna ciudad española este en esta lista, y puede deberse a dos cuestiones. Que meramente no se hayan presentado por desconocimiento, lo cual sería un auténtico crimen por parte de las autoridades, ya que este tipo de reconocimientos son también un escaparate y un aliciente para el turismo urbano. O la segunda, porque verdaderamente ninguna ciudad española puede competir, lo cual nos hace pensar en que algo está fallando en nuestras políticas medio ambientales. Sea cual fuere la razón, lo cierto es que al menos este tipo de cosas nos deben hacer reflexionar sobre todo lo que nos queda por hacer en nuestras urbes, y concienciarnos los ciudadanos, para exigirle a nuestros políticos que trabajen en estas líneas, porque al fin y al cabo de ello depende nuestra calidad de vida.
El periodismo científico es la especialización de la profesión periodística en los hechos relativos a la ciencia, tecnología, innovación, salud, medio ambiente, informática, arqueología, astronomía, exploración espacial y otras actividades de investigación. A menudo se confunde el periodismo científico con divulgación, pero el primero no tiene como objetivo divulgar ciencia, y buena parte de la divulgación de la ciencia no es periodismo científico (museos, documentales); la divulgación no responde a los imperativos del periodismo, ni está hecha por profesionales del periodismo en un sentido estricto.
De otro lado, el periodismo ambiental es la especialidad periodística que se ocupa de la actualidad y la información relacionada con el medio ambiente, la naturaleza y el desarrollo sostenible, en especial en todo lo que tienen que ver con el deterioro del medio natural (suelos, atmósfera, biodiversidad, etc.). Su objetivo es ofrecer información ambiental al ciudadano, estando así dirigida a una amplia audiencia: la de los medios de comunicación generalistas y no especializados, pero también de publicaciones divulgativas especializadas.
Para numerosos periodistas y comunicadores, el periodismo ambiental es una tarea profesional que está al margen de los movimientos ecologistas, pero que este intento de objetividad no está exenta de un cierto activismo, dado que los medios de comunicación son el único instrumento que puede educar a la escala necesaria y en el tiempo disponible, otros autores defienden sin embargo estos logros como un «beneficio colateral» y prefieren ser considerados periodistas como sus compañeros y no educadores (Larena 1996).
En los últimos años se ha dado una creciente preocupación por las cuestiones ambientales, y ha tenido lugar un incremento de la información sobre temas ambientales en casi todos los formatos del periodismo. A pesar de ello, y de acuerdo con la información incluida en el Ecobarómetro de Andalucía (EBA) 2011, el nivel de información ambiental de la población andaluza es bastante escaso según reconocen los propios encuestados. Sólo uno de cada cuatro se considera bastante o muy informado (25,5%) mientras que el grupo más numeroso declara estar poco o muy poco informado (41,6%) y un 32,4% califica de regular su nivel de información.
A medida que aumenta el nivel educativo de los encuestados es más frecuente reconocer un nivel de información mayor. Los encuestados que se consideran más preocupados por el medio ambiente también suelen declarar un nivel más alto de información ambiental, así como los que pertenecen a los tramos de edad de 30 a 44 años y de 45 a 59 años.
Por el contrario, los niveles más bajos de información ambiental corresponden a quienes se declaran poco preocupados por el medio ambiente, a los encuestados con un bajo nivel educativo, a las personas mayores de 60 años y a los residentes en poblaciones con menos de 5.000 habitantes.
De acuerdo con el EBA 2011, los medios de comunicación de masas son las fuentes preferentes de información y formación ambiental de que dispone el ciudadano medio.
Si bien existen críticas en cuanto a la calidad de la información que se ofrece en el periodismo ambiental, debido principalmente a que la información ambiental, como cualquier profesión especializada, exige disponer de una formación previa que generalmente no se facilita en los estudios universitarios de Periodismo, por lo que se haría imprescindible de la colaboración de científicos a la hora de ofrecer este tipo de noticias.
Otros argumentos que hacen constar que existe un déficit en la calidad de la información ambiental son (Francisco Javier Perales Palacios, 2012):
Los términos e interacciones que se barajan en los problemas ambientales más comunes son complejos de entender por los propios periodistas y, más aún, por la mayoría de los ciudadanos.
La complejidad de los problemas ambientales se constata tanto en sus causas como en sus efectos, por los que las lecturas simples de los mismos impiden una percepción ajustada a la realidad.
La información ambiental suele presentarse bajo el signo negativo o catastrofista, lo que puede provocar un efecto rebote en la población, que intenta huir de las emociones negativas. Otra versión alternativa es la sensiblera, cuya efectividad en términos de toma de conciencia está por demostrar.
Las noticias suelen presentarse como sucesos (catástrofes), ignorando sus causas y consecuencias, así como el contexto en el que suceden.
Las noticias ambientales suelen referirse a contexto lejanos y puntuales, obviando los más próximos y de discurrir lento (no depuración de aguas superficiales, destrucción del paisaje…).
Los problemas ambientales, por la propia complejidad ya manifestada, exigen un periodismo de investigación, algo hoy día inaccesible en la mayoría de los medios de comunicación. Las rutinas profesionales (como recurrir solo a las agencias de prensa) y problemas laborales (trabajos en precario) impiden la realización de una información seria, rigurosa y accesible para la mayoría de los lectores.
Los recortes económicos han amortizado hasta canales televisivos con especialmente sensibilidad hacia temas ambientales (el caso reciente de CanalSur2).
Fuentes:
Ecobarómetro de Andalucía (EBA) 2011. Junta de Andalucía.
“Ambientalizar los medios de comunicación”. Francisco Javier Perales Palacios (26.12.2012)
El Ecobarómetro de Andalucía es una serie estadística de índole ambiental reproducida entre la Consejería de Medio Ambiente y el CSIC desde el año 2001. En su undécima edición, coincidente con el momento álgido de la crisis económica, arroja unos resultados que cuanto menos resultan curiosos.
El dato más destacable es que “La crisis económica centra la atención de los andaluces mientras que el resto de los problemas, incluidos los ambientales, quedan relegados a un segundo plano”. Ésta es un problema para el 93,7% de los encuestados, seguido muy de lejos por la política (18%) y el medio ambiente (4,2%).
Además, en cuanto a los problemas ambientales, la situación resulta regular, mala o muy mala cuanto más distantes resultan (local 52%, andaluza 53% y global 88%).
Los principales problemas ambientales locales son los urbanos (suciedad de calles, ruido, basuras, etc.), los regionales son los forestales y de contaminación (incendios, contaminación de playas y ríos, etc.) y los globales son los debidos al cambio climático.
Finalmente, el 93% de los andaluces se encuentran moderadamente, bastante o muy preocupados por el medio ambiente, si bien sólo el 25% admite estar bien informado.
Más información en en siguiente enlace: PINCHA AQUI.
Con estos datos ya podemos elaborar una sinopsis de la distancia que existe en el andaluz medio entre las cuestiones ambientales y su realidad más inmediata.
Tal y como está sucediendo en otros aspectos de la vida cotidiana, en los momentos de crisis parece que nos replegamos sobre nosotros mismos y dejamos de producir/consumir aquellos bienes y servicios de los que en principio parece que pudiéramos prescindir. Así, como ejemplo, a gran escala los fenómenos generalistas como la europeización dan paso a la particularidad de la estatalización, tal y como estamos viendo en estos días; mientras que a una escala menor se prescinde de hechos supuestamente superfluos como la cultura o lo ambiental para preocuparnos más por lo inmediato, en la más pura acepción del “primum vivere, deinde philosophare”.
Luego que los andaluces conciben los problemas ambientales como algo distante, en lo que prácticamente nada pueden hacer frente al calentamiento global, muy poco frente a la contaminación masiva y el deterioro forestal, y sólo alguna cosa en mejorar su medio urbano más próximo, que depende de dirigentes de los que a su vez se desconfía más aun si cabe. Así, cualquiera está peor que uno, y ahí fuera llueve más intensamente que en este calado cobertizo, parece ser el lema del andaluz al afrontar las cuestiones de su medio ambiente.
Para colmo, este instintivo echar balones fuera a veces se intenta encubrir con postulados más o menos razonados del tipo: “…si no tiramos papeles a la calle no habría barrenderos” o “…es que no se nos informa lo suficiente o se hace interesadamente”, lo que no hace sino cerrar un círculo en el que con frecuencia encontramos nuestra justificación ante actos incívicos.
Quizás, una alternativa a este nihilista posicionamiento pudiera ser la “glocalización” a la que cada vez más pensadores y economistas, sí economistas, se están apuntando, para no perder la perspectiva de lo global, pero tampoco el carácter de lo autóctono, lo que en el argot medioambientalista representaría el piensa en lo global pero actúa en lo local.
Es posible que los andaluces no hayan interiorizado estos postulados, a tenor de lo que se deduce del Ecobarómetro de 2011, que la crisis esté azotando con más virulencia en esta tierra que en otras partes, pero es precisamente en estos momentos en los que más hay que sobreponerse y tomar las riendas del presente para sentar las bases del futuro, un futuro que ha de pasar por ser el mayor refugio natural de Europa (la visión global, pues presta un servicio impagable para todos los europeos), pero también por convertirse en el principal productor de energías renovables (la visión local, por la que los andaluces adquirirán el derecho a participar del desarrollo, un desarrollo sostenible y respetuoso con la diversidad y la particularidad que aportan al conjunto).