Desde Andalucía se ve con cierta distancia lo que está aconteciendo en la Comunidad de Madrid con la sanidad pública. Desde hace aproximadamente un mes, miles de profesionales y usuarios de la sanidad salen a la calle en la ya conocida como ‘Marea Blanca’ para protestar por la privatización de los servicios sanitarios en seis hospitales y medio centenar de centros.
Las motivaciones que argumenta el Gobierno regional para tomar estas medidas se fundamentan resumidamente en racionalizar el gasto sanitario sin mermar en modo alguno la atención al paciente. El consejero de Sanidad en Madrid, Fernández-Lasquetty y Blanc, asegura que en ningún caso, las medidas a tomar, supondrán el desembolso alguno por parte del paciente de cualquier prestación sanitaria.
Por parte de los profesionales del gremio, se critica que tras las nuevas medidas que se quieren implantar está la privatización de unos servicios que mermarán la calidad de la atención del paciente. No hace falta que el ciudadano pague ninguna factura, sino que no reciba la atención que se merece. No se entiende por qué para gestionar mejor la Sanidad es necesario privatizarla. La intermediación de una empresa privada implicaría hablar de beneficios que hagan el “negocio” atractivo para el sector privado, y ello no es compatible con la mejora asistencial y mucho menos, con la mejora de la gestión.
La inquietud de facultativos y ciudadanos es más que comprensible visto otros ejemplos de “privatización” de servicios públicos con el pretexto de mejorar su gestión como el agua, transporte público o basura. En todos los casos ningún ciudadano ha tenido la percepción de que su privatización haya mejorado la eficiencia del servicio. Lo que realmente sí ha percibido es como año tras año su factura se incrementa sin control alguno, en la misma proporción que los beneficios de dichas compañías, de los cuales, ayuntamientos y concejales toman parte del reparto.
Privatizar implica optimizar la gestión para conseguir maximizar los beneficios económicos. ¿Y cómo se consigue? No hace falta pensar mucho. Recorte en material, recorte en personal, recorte en servicios y más recortes. No hay una fórmula mágica. Hay que recortar, no sólo para conseguir que el gasto sea mínimo, sino ahora también, para que haya beneficios. La salud y otros servicios, no son mercancías con las que conseguir beneficios. Son servicios al ciudadano que implican un gasto y no un ingreso para un intermediario. Mejorar su gestión no tiene porqué suponer que el bolsillo de nadie se llene. Se paga y punto.