Los jóvenes en España no encuentran trabajo, o por lo menos, uno que le permita vivir decentemente. Ésta es una de las graves secuelas que ha dejado la extensa crisis que arrastra el país desde 2008. No se trata de que los ‘formados’ jóvenes de hoy son muy exigentes con el puesto que aspiran, sino que las ofertas son mínimas, y las que hay, ofrecen condiciones bastantes precarias.
Salarios bajos, temporalidad, prácticas indefinidas y otras eventualidades que antes podrían ser pasajeras, ahora son rutina en la contratación, de ahí que el ochenta por ciento de la población juvenil que trabaja lo haga bajo estas precarias condiciones y sin perspectiva de mejora alguna. Eso para los ‘privilegiados’ que consiguen el tan ansiado ‘curro’, porque la peor parte se la lleva el 46 % de jóvenes que no encuentran trabajo ni bueno ni precario.
Es por tanto que la prioridad del próximo gobierno debería ser, sin duda alguna, el fomento del empleo juvenil, ya que sin éste, se está condenando a una generación a la pobreza. Una generación que en teoría tendrá que costear las pensiones de una sociedad que envejece a ritmo exponencial. Si no se ataja el problema del empleo juvenil, nuestro país colapsará, tanto por arriba, como por abajo. Una sociedad en precario jamás podrá sustentar ningún estado del bienestar.