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Paul y Annie, desde París al Veleta en bicicleta

Era (y aún lo es) una bonita tradición la de subir al Veleta el primer domingo de agosto para celebrar la romería de la Virgen de las Nieves. En el año 1984, un grupo de ciclistas se unió a la peregrinación y un año después lo harían varios corredores de fondo. De esta manera comenzó a celebrarse una de las carreras más duras de este país. La Subida al Pico del Veleta está reservada para los deportistas más preparados, pero, en 1985, año en el que se celebraba la segunda edición de la prueba cicloturista, solamente tres o cuatro de los participantes consiguió coronar los 3.390 metros antes que un matrimonio francés de mediana edad que se apuntó a la carrera de manera espontánea.
Paul y Annie Excoffier, de cincuenta y cuarenta y nueve años y residentes en Grenoble, eran buenos aficionados al deporte de la bicicleta. Llegaron a Granada desde París, ciudad donde comenzó su viaje el 20 de julio, y querían llegar hasta Gibraltar pedaleando. Más de dos mil kilómetros con etapas en ciudades como Orleans, Angulema, Burdeos, Toulouse, Andorra, Lérida, Zaragoza, Madrid, Toledo, Ciudad Real, Jaén, Granada, Málaga y Gibraltar. Cargaron unos cincuenta kilos de equipaje sobre sus vehículos y comenzaron la aventura. En el manillar lucían un cartel con sus intenciones: ‘Ruta de las ciudades del sur. De París a Gibraltar. 2.600 kilómetros’. Cada día recorrían unos 150 y pedían, en cada puesto de la Guardia Civil que encontraban, que sellasen sus libros de viaje como una especie de pasaporte jacobeo. Llevaban una tienda ligera y algo de alimento que les permitía dormir en cualquier sitio y seguir camino. Cuando llegaron a Granada llevaban dieciséis días pedaleando. Aún así, decidieron subir a Sierra Nevada con el grupo de ciclistas convocados por el Biciclub Requena y casi llegan los primeros.

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No fueron los únicos espontáneos. Un perro vagabundo que andaba buscando comida en las afueras de la capital se unió a los cuatro fondistas que hicieron, por primera vez, el ascenso corriendo. No se apartó de los atletas hasta la misma cumbre.
Aquel día, mientras los termómetros en la capital rebasaban los 41 grados, los privilegiados que acompañaron a la Virgen Blanca en su romería disfrutaron de los neveros del Veleta. Entre ciclistas, atletas, turistas y montañeros cuenta la crónica que publicó IDEAL que subieron a la Sierra unas tres mil personas. Tras la misa, la gente bajó a buscar la sombra de los pinos cerca de la Fuente de Don Manuel, los Peñones de San Francisco o en los pocos restaurantes que había abiertos entonces en Pradollano y la carretera.

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«Los Orejas» actúan en Granada

Comerciantes, hoteleros y varios propietarios de aparcamientos públicos de la ciudad denunciaron a través de las páginas de IDEAL a los que popularmente se conocían como ‘Los Orejas’ porque, según ellos, explotaban al turista y obligaban a los empresarios a pagarles una comisión para que el visitante pasara por sus establecimientos.

Esto es lo que publicó el periódico en un día del mes de febrero de 1952:

«‘Los orejas están perfectamente organizados. En los puntos principales de acceso a la ciudad se sitúan previamente y esperan el paso de los automóviles que llegan a Granada con turistas. Muchas veces aprovechan incluso la proximidad de los guardias de circulación. Allí se paran y allí ponen su industria.

Al llegar el automóvil de turistas «lo asaltan» con la mayor discreción. Parece incluso que hay orejas que hablan idiomas lo suficiente para acompañar a los extranjeros. En cuanto suben a los coches para indicarles un hotel o una dirección, empiezan a actuar.

Si el turista lleva ya el propósito de alojarse en un hotel y este es de los que no dan comisión al ‘oreja’, le hablan pestes del establecimiento: que si la comida, que si las habitaciones… en ocasiones han llegado a decir hasta que la Alhambra era zona peligrosa.

Luego llega la hora de llevar los automóviles al garaje. ‘Los orejas’ han establecido el precio que han de llevar por comisión y ni que decir tiene que estas condiciones son onerosas.  Y ¡hay del garajista si no se aviene a las condiciones que imponen los ‘orejas’! El que una vez los defrauda no ve más un automóvil de turistas por su establecimiento. «

Además exigían sus comisiones a tiendas de artesanía y tiendas de antigüedades, los comercios preferidos por quienes nos visitaban.