«La Ciudad Comprometida»
Con este artículo queremos comenzar una nueva sección que ha elaborado nuestra compañera de GRarquitectos Rafaèle Genet Verney. Arquitecta francesa pero afincada en Granada desde hace ya algunos años, nos va a exponer durante cinco semanas (todos los viernes) este análisis bajo el título de «Francia la Fea» o «La Francia Fea», para comprender más exactamente en qué consiste este término adjetivado.
Este ciclo presenta la investigación de dos periodistas franceses, Xavier de Jarcy y Vincent Rémy, sobre el urbanismo francés de los últimos 50 años. En estas semanas se expondrán los rasgos más significativos de la evolución de las ciudades francesas a través de:
- La evolución del urbanismo francés. El caso de Gouesnou.
- Las entradas de las ciudades: el imperio de las naves.
- La periferia dormitorio: ¿el sueño de la clase media?
- Los efectos negativos de la descentralización.
- Un desarrollo poco sostenible.
Las fuentes consultadas son la revista Télérama (n°3135 del 10 de febrero de 2010) y las fotos de la web www.telerama.fr
Una conocida cita resume este concepto de urbanismo: “Intercambiadores, urbanizaciones, zonas comerciales, desde hace cincuenta años la ciudad se traga el campo. ¿Una fatalidad? No: el resultado de voluntades políticas y económicas.”

La evolución del urbanismo francés. El caso de Gouesnou
Por Rafaèle Genet Verney. Arquitecta de GRarquitectos
Un pueblo bastante grande, granjas perdidas en el campo, muros de granito, techos de pizarras, balas de paja, vacas y para llegar a Brest, una carretera local asfaltada; era esto Gouesnou, durante décadas, un paisaje casi inmutable.
Jean Marc nace en la granja de sus padres en 1963. Tiene 5 años cuando un tío de Brest, Jean Cam, tiene la idea extraña de instalar en pleno campo un negocio comercial construido en bloques de hormigón y uralita, se llama “Rallye”. Cuatro años más tarde, los políticos locales crean, un poco más lejos al norte, en Kergaradec, un prototipo: una “ZAC” (Zona de Ordenación Concertada). Las naves se multiplican. Un hipermercado “Leclerc” se instala al final de la vía rápida que se construye por tramos entre Brest y Rennes. Después llegan “La Hutte”, “Conforama”, y los muebles “Jean Richou”, son 300 hectáreas de tierra fértil que desaparecen bajo el asfalto de los parkings y las vías rápidas. Algunas casas se encuentran enclavadas por allí y por allá. La carretera local se transforma en una magnifica autopista de cuatro carriles en la cual se desplazan “R16”, “504” y “Ami 8”. Un barrio elegante aparece, en plena naturaleza, con un nombre de ensueño: “El Valle verde”.

Es en ese momento cuando se les complicó la cosa a los padres de Jean Marc. Con el ensanchamiento de la carretera local se les expropio un buen trozo de terreno y ya no pueden llevar a las vacas al otro lado de la vía rápida. Se adaptan como pueden, confeccionando productos lácteos para “Leclerc”, antes de convertirse en la “Bonita Granja Quentel” que es hoy en día una de las salas de recepción más famosa de Bretaña. Las granjas vecinas se transforman en casas rurales o centros ecuestres. “El Valle verde” se ve cercado por urbanizaciones muchos menos elegantes.
“Nosotros hemos tenido suerte, dicen los padres de Jean Marc, por la proximidad del aeropuerto, los terrenos alrededor de la granja se han quedado no urbanizables”. Hoy, cuando Jean Marc deja su trozo de naturaleza preservado para ir a Brest, evita la zona de Kergaradec pues la encuentra fea. “Compiten en quien tendrá el cartel más grande, quien añadirá más lonas, como si todo el mundo a la vez estuviera gritando anuncios publicitarios”.
Esto paso al lado de la casa de Jean Marc, cerca de Brest, pero también cerca de nuestra casa en Marsella, Toulouse, Lyon, Metz o Lille, y también alrededor de las ciudades intermedias y ahora, al lado de las más pequeñas.

Después de una enorme aceleración en los años 1982-1983 y la Ley de Descentralización, por todas partes encontramos la misma tipología: infraestructuras viarias, zonas comerciales y urbanizaciones. Es el “Goncourt” al esparcimiento urbano más espectacular de Europa. Cada diez años es el equivalente de una provincia que desaparece bajo el asfalto, el hormigón y la uralita. No hay nada que entender, por lo que hemos podido juzgar en los últimos años, solo tomar acto de la modernidad en funcionamiento, una especie de caos natural y espontáneo, que parece ser el precio a pagar para el crecimiento de nuestro bienestar material. Las elites intelectuales de nuestro país oscilan entre repulsión: «Es feo, las entradas de las ciudades” y fascinación: “Viva el caos, parece Win Wenders” e indiferencia “vivo en el centro”.
¿Nada que entender realmente? En 2003, el arquitecto urbanista David Mangin se toma el tiempo de pensarlo unos meses y saca un libro increíble “La ville franchisée” que es el análisis más pertinente de las metástasis periurbanas. Dice David Mangin: “hay que acabar con la idea de que el caos surge sólo de la tierra. Es todo lo contrario, resulta de los enfrentamientos políticos, de las visiones ideológicas y las culturas técnicas”.
Cuando aparecen los primeros supermercados al principio de los años 60, Francia cuenta con 200 kilómetros de autopista, un trozo de circunvalación alrededor de Paris, ninguna variante, ninguna rotonda y un arquitecto visionario: Le Corbusier. Este entiende muy rápidamente la futura hegemonía del coche, a la cual es favorable. Desde 1933, con algunos compañeros, que reúne en Atenas, imagina dividir las ciudades en cuatro funciones: la vida, el trabajo, el ocio, y las infraestructuras urbanas. El estado se acapara de la idea, y entramos en la era de las “ZUP” (Zona a Urbanizar en Prioridad) y las “ZAC” (Zona de Ordenación Concertada)…etc… y además hay que recuperar el retraso frente a Alemania y su insolente red de autopistas! Es pan bendito para nuestros ilustres ingenieros de caminos!
Francia se inscribe en la Ley de 1998 que estipula que cada ciudadano debe poder estar en 25 minutos en una entrada de ciudad o en una salida de autopista. Se construyen circunvalaciones alrededor de las ciudades, el territorio se cubre de intercambiadores y bifurcaciones. Veinte años más tarde la proliferación de las rotondas a la inglesa demasiado numerosas y demasiada grandes acaban el trabajo. Según Mangin: “Las rotondas actúan como difusor del esparcimiento en un enorme Mecano urbano que se pone en marcha”.

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