«La Ciudad Comprometida»
El Ecobarómetro de Andalucía es una serie estadística de índole ambiental reproducida entre la Consejería de Medio Ambiente y el CSIC desde el año 2001. En su undécima edición, coincidente con el momento álgido de la crisis económica, arroja unos resultados que cuanto menos resultan curiosos.
El dato más destacable es que “La crisis económica centra la atención de los andaluces mientras que el resto de los problemas, incluidos los ambientales, quedan relegados a un segundo plano”. Ésta es un problema para el 93,7% de los encuestados, seguido muy de lejos por la política (18%) y el medio ambiente (4,2%).
Además, en cuanto a los problemas ambientales, la situación resulta regular, mala o muy mala cuanto más distantes resultan (local 52%, andaluza 53% y global 88%).
Los principales problemas ambientales locales son los urbanos (suciedad de calles, ruido, basuras, etc.), los regionales son los forestales y de contaminación (incendios, contaminación de playas y ríos, etc.) y los globales son los debidos al cambio climático.
Finalmente, el 93% de los andaluces se encuentran moderadamente, bastante o muy preocupados por el medio ambiente, si bien sólo el 25% admite estar bien informado.
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Con estos datos ya podemos elaborar una sinopsis de la distancia que existe en el andaluz medio entre las cuestiones ambientales y su realidad más inmediata.
Tal y como está sucediendo en otros aspectos de la vida cotidiana, en los momentos de crisis parece que nos replegamos sobre nosotros mismos y dejamos de producir/consumir aquellos bienes y servicios de los que en principio parece que pudiéramos prescindir. Así, como ejemplo, a gran escala los fenómenos generalistas como la europeización dan paso a la particularidad de la estatalización, tal y como estamos viendo en estos días; mientras que a una escala menor se prescinde de hechos supuestamente superfluos como la cultura o lo ambiental para preocuparnos más por lo inmediato, en la más pura acepción del “primum vivere, deinde philosophare”.
Luego que los andaluces conciben los problemas ambientales como algo distante, en lo que prácticamente nada pueden hacer frente al calentamiento global, muy poco frente a la contaminación masiva y el deterioro forestal, y sólo alguna cosa en mejorar su medio urbano más próximo, que depende de dirigentes de los que a su vez se desconfía más aun si cabe. Así, cualquiera está peor que uno, y ahí fuera llueve más intensamente que en este calado cobertizo, parece ser el lema del andaluz al afrontar las cuestiones de su medio ambiente.
Para colmo, este instintivo echar balones fuera a veces se intenta encubrir con postulados más o menos razonados del tipo: “…si no tiramos papeles a la calle no habría barrenderos” o “…es que no se nos informa lo suficiente o se hace interesadamente”, lo que no hace sino cerrar un círculo en el que con frecuencia encontramos nuestra justificación ante actos incívicos.
Quizás, una alternativa a este nihilista posicionamiento pudiera ser la “glocalización” a la que cada vez más pensadores y economistas, sí economistas, se están apuntando, para no perder la perspectiva de lo global, pero tampoco el carácter de lo autóctono, lo que en el argot medioambientalista representaría el piensa en lo global pero actúa en lo local.
Es posible que los andaluces no hayan interiorizado estos postulados, a tenor de lo que se deduce del Ecobarómetro de 2011, que la crisis esté azotando con más virulencia en esta tierra que en otras partes, pero es precisamente en estos momentos en los que más hay que sobreponerse y tomar las riendas del presente para sentar las bases del futuro, un futuro que ha de pasar por ser el mayor refugio natural de Europa (la visión global, pues presta un servicio impagable para todos los europeos), pero también por convertirse en el principal productor de energías renovables (la visión local, por la que los andaluces adquirirán el derecho a participar del desarrollo, un desarrollo sostenible y respetuoso con la diversidad y la particularidad que aportan al conjunto).
Juan Garrido Clavero, geógrafo de GRarquitectos
Permíteme, Juan Garrido, que adjunte mi opinión al “ecobarómetro de Andalucía”. No soy partidario de la partición del actual mapa ibérico en autonomías, aunque admito una división administrativa; que la realidad del mapa en “soberanías-políticas”. Esto, como principio de mi libertad de opinión. Y mucho menos, conjuntar ecobarómetros a la generalidad de lo andaluz. Por lo que si analizamos separadamente el razonamiento social y la opinión de sus gentes, daría como resultado una gran diferencia enmarcada en dos cuadros bien significativos. Con sus luces y sombras, pero muy alejados el uno del otro.
Ya en 1833, el granadino Javier de Burgos dividió Andalucía administrativamente, en ocho provincias. La creación de la provincia de Granada, origino cambios bastante negativos para nuestra vieja ciudad, cabeza de la Alta Andalucía, con su variado mapa de ciudades y comarcas. Y con esta división, se creo las eternas regresiones, tanto bajo el punto de vista social como administrativo. Todo esto, origino una eterna crisis a la ciudad de Granada y sus vegas importantes como Baza, Loja y Guadix. Ya, el Reino de Granada que al final del siglo XVI, era una de las principales provincias de la Corona de Castilla, por lo que fue una de las dos Chancillerías de Castilla, la otra fue la de Valladolid. A mas de la jurisdicción militar con la Capitanía General de Granada. Después, las reformas de 1834 rebajaron su poder, perdiendo aquella verdadera “corte regional”, sin olvidar que en 1492, se creó el Arzobispado de Granada, comprendiendo Almería, Guadix, Baza, Jaén y Alcalá la Real. Con todo esto, la división de nuestro paisano Javier de Burgos, fue el principio de la crisis que aun padecemos, al dividir el Reino de Granada en las tres provincias de Almería, Granda y Málaga.
En fin, desarrollar este tema seria motivo de un verdadero estudio, para el que no estoy preparado. Personalmente, hablar de Andalucía, me escuece y repele, por cuanto y en tanto, no es lo mismo las gentes de Andalucía occidental con las del Reino de Granada. ¿O no? …pues si. Un respetuoso saludo y GRACIAS
Efectivamente Paco, esta cuestión sería motivo de un largo y tendido debate que podría llevarnos incluso más allá de la época de la que hablas, por ejemplo se podría hablar de qué fue de aquella población morisca repelida en 1499-1551 y 1568-1571; o qué ha quedado de los colonizadores norteños que arribaron al Reino de Granada en los años inmediatamente posteriores, de los cuales el antropólogo Isodoro Moreno dice que son padres del actual carácter del andaluz oriental; o por qué razón antes de Javier de Burgos (que por cierto era motrileño, ciudad que a su vez se erigió como cantón independiente en 1873) ya hubo una administración que configuraba Andalucía prácticamente igual que la del insigne Ministro de Hacienda, la Administración Francesa de José I (tal y como puede comprobarse en los motivos ornamentales de l`arc de triumph, donde se cita expresamente a Andalucía)… En definitiva, que podríamos divagar sobre orígenes varios. Pero yo, en esta cuestión (la ambiental), prefiero centrarme en la división administrativa en la que nos encontramos, que es la que Europa nos exige (no lo olvidemos) y que es de la que disponemos datos suficientes como para mostrar una secuencia más o menos prolongada en el tiempo. Por lo que cuando hablo del «andaluz medio» no hago sino referencia a esa porción de población encuestada, sin mayor distinción socio-política, ya que esto, como bien dices, es harina de otro costal.
“La propuesta del Federalismo Moderno ha sido considerada como el enjuiciamiento más severo que hasta ese momento se había hecho al centralismo, y se proyectó como alternativa sólida para lograr la descentralización administrativa efectiva y la disminución de las desigualdades regionales (Vidal, 1981)”.
Cierto en toda tu visión esquemática del asunto tan extenso y garrafoso. Personalmente no estoy totalmente en contra de un federalismo atenuado. El Federalismo Moderno planteaba que, además de la participación fija en los impuestos nacionales según el número de habitantes, las provincias debían disfrutar de los impuestos que por su naturaleza corresponden a las regiones. Y esto es justo, pero nunca un tuteo político con la representatividad general del estado nacional. En fin, no quiero ser pedante porque mis conocimientos son retales de autores ajenos a mi enjuiciamiento propio, pero se digerir toda teoría y estudio, admitiendo o no a mi propia ideología.
Por cierto. Mis apellidos maternos son de origen gallego-alpujarreño y los paternos de Lérida…o Lleida, como acá se “entitula”. Por mas cierto, disfruto cuando en artículos vuestros o comentarios nuestros, existe un coloquio que no siempre ha de ajustarse a un acuerdo, a veces hay que saber “despellejar éticamente” ideas contrarias a las propias. GRACIAS