Los radares fijos y móviles, sobre todos estos últimos, tienen una sólo una razón de ser: el respeto de la velocidad a la que se debe circular por una vía concreta.
Aparte están las valoraciones personales y la creeencia de que los radares solo tienen un afán recaudatorio. Pero lo que no es discutible es que el carné por puntos, que castiga de una manera clara a los conductores, ha conseguido bajar los muertos en la carretera. Y como todos sabemos, la velocidad es la primera causa de la mayoría de accidentes de tráfico.
Gracias a los radares, sobre todo los móviles, son muchos los conductores que no sobrepasan con creces los límites de velocidad establecidos. El temor a que te multe una cámara agazapada en la mediana ha hecho que más de un conductor se piense en superar la velocidad permitida, esa que está en los discos y que rara vez respetamos escrupulósamente.
Una velocidad que no se regula por capricho, sino que tiene que ver con las condiciones de la vía, y en Andalucía no podemos presumir de tener las mejores carreteras. Quizá los conductores, en lugar de revisar una y otra vez dónde están los radares, tendríamos que exigir a la administración competente en cada caso que mejore las vías de circulación que todos pagamos con nuestros impuestos, y eso sí es seguridad.