El activo digital que importa es la confianza (*)

En las últimas semanas asistimos, entre expectantes y sorprendidos, a la información publicada en medios especializados sobre el esperado lanzamiento de Apple Pay, su posterior “puesta de largo” y desencuentro con las empresas más importantes que controlan el sector del retail en Estados Unidos.

El servicio de pago móvil anunciado por la compañía de Tim Cook se desinfla poco después de aterrizar en el mercado estadounidense, donde los usuarios han de disponer de un nuevo dispositivo realmente caro (iPhone 6 o iPhone 6plus) y en el que los grandes cadenas, como Wal-Mart, Best-Buy, Kmart, 7-Eleven y otros de los gigantes de la distribución minorista, han decidido no adoptar su sistema y apoyar el desarrollo de una aplicación propia, a la que ya han bautizado como CurrentC un año antes de ponerla en producción.

Esta situación, protagonizada por aquellas compañías, entre las que también hay que destacar los servicios de pago móvil de Google Wallet y SoftCard, pone en evidencia el desencuentro que se está produciendo entre el sector comercial y el de la banca y los medios de pago. La lucha de los “titanes” por liderar la posesión del monedero electrónico de los consumidores no ha hecho más que empezar.

En el ámbito español, también hemos visto cómo los grandes bancos han lanzado sus propias aplicaciones, en unas ocasiones firmando alianzas estratégicas con VISA o MasterCard y, en otras, con las principales operadoras de telefonía móvil (Movistar, Vodafone, Orange). El juego se ha puesto en marcha, pero aún se han de describir las reglas que aceptarán el pequeño comercio y el consumidor final.

Los “grandes” (sin perder de vista a PayPal y a FaceBook) centran sus esfuerzos en aplicar la innovación tecnológica a la manera de manejar el dinero, de cambiar la moneda física o la de plástico por otra digital o electrónica. Pero no ponen el foco de atención en aportar un valor diferencial al consumidor para ayudarle a tomar decisiones más acertadas en sus actos de compra.

En este escenario y para sentirse independientes de la corriente manejada por los bancos y por los medios de pago, preocupados por mejorar su banca online y los servicios asociados al eCommerce, McDonald’s y Starbucks, por ejemplo, ya apostaron por sus propias aplicaciones. Pero son sistemas cautivos de su app al estar pensados para sus propios establecimientos y para permitirles planificar mejor sus estrategias de fidelización aunque, en realidad, no son más que substitutos eficientes de las tarjetas que ya cumplían esa misma función.

Lo cierto es que la tecnología ya juega un papel crucial en las relaciones entre banca, comercios y clientes, pero el impacto que se ha de producir debe ser más disruptivo que continuista. No se trata de substituir el dinero físico o las tarjetas de crédito por un nuevo soporte o medio electrónico, sino de crear modelos de relación diferentes en los que los tres actores salgan y perciban que salen beneficiados.

Al mismo tiempo, gran parte de la atención y de los recursos de estas empresas se centran en diseñar procesos de autenticación y habilitar sofisticados sistemas de seguridad de sus aplicaciones para cumplir con los estándares normalizados y para que sus clientes se sientan cómodos frente a la posibilidad de que su móvil pueda ser hackeado. Pero esto no deja de ser más que un procedimiento que se presupone habilitado por todos ellos para evitar fraudes y para contrarrestar el miedo cultural que la mayoría de las personas tenemos, más por desconocimiento de los medios que por la incidencia real que podamos llegar a sufrir.

El mercado del pago móvil (mPayments) quiere ser definido por las empresas que ya son líderes en otros sectores y por las que entienden que debe ser su nuevo mercado natural, invirtiendo para ello grandes sumas de dinero en desarrollo y apostando por crear grandes consorcios para capitalizar el mayor porcentaje de transacciones. Pero quizá los consumidores esperen algo radicalmente distinto, libre de ataduras a medios de pago, a entidades financieras, a modelos específicos de móvil, a hardware adicional o a protocolos de comunicación caros (NFC). Y los comercios esperan sistemas fáciles, que hayan adoptado la mayoría de sus clientes y, sobre todo, a un precio más bajo que las comisiones que están pagando por las operaciones en TPV.

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La mayoría de aquellas están escribiendo sus planes de innovación en inglés, pero el sistema de pago móvil real, operativo e independiente de cualquiera de las ataduras mencionadas, se está escribiendo en español. En Andalucía, para ser más exactos. Se trata de la empresa Momo Pocket EDE, la primera creada para ser un revolucionario proveedor de servicios de pago móvil, constituida como Entidad de Dinero Electrónico y autorizada por el Banco de España, para ser la alternativa real al uso de dinero en efectivo y de tarjetas u otros instrumentos de pago al por menor y comercio electrónico, tanto para clientes bancarizados como no bancarizados.

Esta empresa aborda el ciclo completo del pago, aportando valores diferenciales al mercado, como es la facilidad operativa, el abaratamiento de costes (gratis para el usuario y el más barato para el comercio), su alta resistencia al fraude y su capacidad para promover el ahorro con acciones enmarcadas en un ecosistema propio de fidelización cliente-comercio. Todo ello, unido al acuerdo firmado con Informática de El Corte Inglés, hacen de Momo Pocket el referente nacional e internacional de las empresas orientadas a resolver el pago y otras operaciones financieras exclusivamente con dinero digital a través del móvil.

 

(*) “El activo digital que importa es la confianza. Primero el conocimiento, luego la interacción y, finalmente, la costumbre. Pero los tres no significan nada si no conducen a la aceptación y la confianza. Es el privilegio de la conexión” (S. Godin)

 

José Manuel Navarro Llena.

@jmnllena

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