Se lo “Conjuro”

Imagine, estimado lector, que entra en un restaurante y que, tras un cordial intercambio de saludos con el metre, éste le sugiere escuchar a Greta van Fleet y le reta a buscar parecidos con Led Zeppelin. A continuación, usted en agradecimiento le invita a oír lo último de Tash Sultana… Esta conversación es una de las muchas que puede tener con Dani Lorenzo, uno de los dos hermanos que regentan el restaurante El Conjuro, en Calahonda, y que quizá sea el que mejor cava de vinos tenga en la costa granadina para cuidar a sus clientes recomendándoles los mejores maridajes. No es habitual encontrar personas de su calado personal detrás de una barra, con el que puedes compartir gustos musicales y que, cuando lo visitas, sabes que la música que vas a escuchar a partir de entonces cuadra con tus gustos.

No es raro que esto suceda en un establecimiento donde el responsable del comedor, Antonio, lee esta columna cada domingo, y todo lo que cae en sus manos sobre marketing. Una persona que lleva en la cabeza las costumbres culinarias de los clientes habituales y que cualquier empresa se lo rifaría como comercial experto en las artes de tratar a cada parroquiano según su perfil, nada más verlo entrar. Le acompañan en la atención diaria de las dos salas Sergio y Agustín, dos camareros curtidos en la difícil tarea de atender adecuadamente a los comensales, estando pendientes en cada momento de las comandas para que todo fluya con normalidad.

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Que esto se produzca en un establecimiento de la hostelería debería ser lo normal, ya que así garantizan la fidelidad de sus clientes. Pero si además le suma la excelencia de sus productos, la innovación de sus propuestas culinarias y el mimo con el que selecciona la carta cada temporada, lo que encuentra al frente de todo ello es a uno de los chefs, Antonio Lorenzo, que se ha ganado el prestigio a base de ser honesto en su carrera como cocinero, de cuidar los alimentos y su elaboración como obras de arte y de aplicar su concepto de la vida a su modelo de empresa. Junto a él, Monte, inspiración y norte de Antonio, quien realmente pone “la aguja de marear” de la empresa hacia el rumbo correcto.

Cuando entro en El Conjuro no puedo evitar recordar a ciertos autores que han descrito modelos de gestión empresarial exitosos basados en explorar y potenciar los valores humanos como ejes vertebradores de la actividad gerencial y laboral de cualquier organización, con independencia de su tamaño.

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El primero que me viene a la mente es R. Barrett, quien extrapoló la pirámide de necesidades de Maslow a una jerarquía aplicable a los equipos de trabajo, al conjunto de la compañía y a su implicación con la sociedad. Defendía que “las personas y las organizaciones de espectro completo no sólo son las más exitosas, sino también las más resilientes. Tienen éxito porque han desarrollado la capacidad de responder de forma apropiada a todas las situaciones de la vida. La competencia principal que impulsa a los individuos y líderes de las organizaciones hacia una consciencia de espectro completo es el compromiso de llegar a ser todo lo que pueden ser como individuos y como organizaciones; el compromiso de plenitud personal y organizacional” para diferenciarse no por lo que hacen, sino por quiénes son y cómo desean hacer lo que hacen.

La segunda autora es M.P. Follet, precursora de la Escuela de la Relaciones Humanas y de la Gerencia Participativa como aportes fundamentales al pensamiento administrativo de principios del siglo XX, contribuyó con su teoría humanista a la orientación hacia el conocimiento de la conducta, necesidades y actitudes de los trabajadores, de sus interacciones sociales y de los procesos que como grupo se establecen dentro de la empresa. Su objetivo era formular el principio de integración que hace coincidir los intereses del colectivo con los del individuo, que hace prevalecer la lógica de la responsabilidad sobre la lógica de la obediencia y el modelo del “poder con” en lugar del “poder sobre”. Sus ideas se anticiparon un siglo a las fórmulas actuales de equipos autóctonos y empoderamiento del trabajador para que desarrolle sus potencialidades en favor del bien común.

Decía M.P. Follet que el hombre de negocios exitoso es el individuo que posee una inteligencia con capacidad cooperativa. Este principio se encuentra desarrollado en la obra de C. Bernard, quien manifiesta creer en el poder de la cooperación de los hombres de libre voluntad para formar hombres libres para cooperar; que solo en cuanto eligen trabajar juntos pueden llevar a cabo la plenitud de su desenvolvimiento personal; que solo en cuanto que cada uno acepta su responsabilidad por libre opción, pueden entrar en esa comunión de hombres de la que provienen los más elevados propósitos del comportamiento individual a la par del cooperador.

En El Conjuro se respira que cada empleado representa tanto la función que realiza como el tipo de persona que es, con todos sus condicionantes. Y ahí radica su éxito. Le sugiero que lo compruebe. Y disfrute de la experiencia.

 

José Manuel Navarro Llena

@jmnllena

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