«El poder siempre es peligroso
Atrae a los peores y corrompe a los mejores.
Es llamado para quienes se acercan a él de rodillas”.
Ragnar Lothbrok (Vikingos)
El pasado domingo, A. Isaac se preguntaba en su columna de The Telegraph sí, ante la convulsa situación política y el no respaldo a los presupuestos presentados por el gobierno, España se está convirtiendo en el próximo “barril de pólvora” de Europa. Mientras que la derecha parece aliarse en torno al eslogan incierto y trasnochado lanzado por Vox “la Reconquista comenzará en Andalucía”, bajo una proclama más “anti-separatista” que unificadora, la izquierda se desmiembra (siguiendo su histórica costumbre) atomizándose en posiciones enfrentadas en el seno de cada uno de sus partidos. Solo los nacionalistas continúan sacando partido condicionando la estabilidad general a cambio de prebendas económicas, al tiempo que alimentan fuera (y dentro) de sus autonomías sentimientos encontrados y generan la imagen de un “país de cachiporra” ante la comunidad internacional.
El juego de apoyos y desafecciones entre el partido de Sánchez y los nacionalistas, ayudándole primero para desbancar a Rajoy de la presidencia y abandonándolo después para forzar las elecciones, no hace sino insuflar el respaldo a la extrema derecha para, entre otras cuestiones, evitar que nuevos pactos entre los mismos actores les den la mayoría en el parlamento cuando las urnas no le presten suficientes escaños al PSOE.
Recuerda A. Isaac que muchos observadores económicos y políticos europeos defendían la idea de que España parecía inmune a los populismos de derecha y al resurgimiento del fascismo como legado del franquismo totalitario. Pero una vez que los dirigentes e ideólogos del populismo de izquierda han desvelado su auténtico fondo pro-soviet (del rancio) y han dilapidado las esperanzas de pluralismo y de regeneración nacidas aquel ilusionante 15M, las sombras de las dos Españas vuelven a surgir. Hecho que puede tener serias implicaciones en una desaceleración de la economía española más acusada que la predicha por el Banco Mundial para la eurozona, máxime cuando nuestros bancos están muy expuestos al efecto dominó de la bajada de los bonos soberanos italianos, como se prevé que suceda si las principales agencias de calificación crediticia los devalúan debido a la posición ideológica del primer ministro italiano y su falta de transparencia con el banco central europeo.
En medio de esta tormenta, nuestros políticos (todos) no dejan de usar la mentira como argumento válido para respaldar unos discursos que apelan a la emoción y no a la razón. Son los nuevos maestros de la “postverdad”, terreno donde todo vale mientras estimulen el lado más visceral del ciudadano, al que ya no le sirven ni los datos ni las propuestas serias de programas electorales comprometidos con su realidad. Ahora es muy fácil deslumbrarse por el brillo de quien proclame lo que cada uno está esperando escuchar. Si a Trump, Bolsonaro, Salvini,… les funcionó el lenguaje hiperbólico y el manejo de hechos alternativos a la realidad, ¿por qué no a la derecha española? De paso, la izquierda no se quiere quedar atrás usando las mismas armas porque han descubierto que, probablemente, a los votantes no les importa la verdad sino el relato que cuenta alguien a quien se le atribuye un pensamiento o ideología parecida.
Esto puede ser así porque la mente del ser humano ha creado una serie de atajos mentales o reglas generales, denominados heurísticas, para invertir menos energía en los procesos cognitivos relacionados con la toma de decisiones y la solución de problemas. De los descritos por los psicólogos, recuerdo dos: de la representatividad y de disponibilidad. La primera nos permite determinar si una persona, acción o suceso es representativo de una categoría concreta; si decidimos que lo es, le asignamos las características comunes al grupo al que probablemente pertenece. Cuando juzgamos a un individuo lo hacemos por la clase a la que puede representar, por ello nos es fácil aliarnos con quienes consideramos iguales y, por el contrario, alejarnos de quienes parecen extraños
La de disponibilidad, descrita por A. Tversky y D. Kahneman, ayuda a recuperar ejemplos inmediatos cuando tratamos de evaluar un concepto o tema específico basándonos en las creencias que tenemos sobre ello. Cuanto más accesible a la memoria, nos parecerá más familiar y convincente. Por ello, damos por supuesto que lo que sucede en nuestro entorno inmediato es lo natural y, por tanto, lo generalizaremos a otras situaciones con un indudable rango de causalidad.
La heurística de disponibilidad recurre al sesgo de confirmación, por el cual tendemos a filtrar la información recibida, valorando aquella que confirma nuestra posición y obviando la que no la respalda. De esta manera, damos por válidas las propuestas de quienes tienen las mismas creencias que nosotros, y aceptamos tomar decisiones recomendadas por ellos aún cuando no se ajusten a la realidad, ni sus consecuencias estén alineadas con nuestros intereses futuros.
Tan es así que “la diferencia entre la verdad y la mentira es una cuestión de éxito, y al final, por eso mismo, de poder. En la retórica de las narrativas [basadas en las heurísticas], alcanzará la verdad aquel que consiga imponer la suya” (R. Rorty).
José Manuel Navarro Llena
@jmnllena