“Alicia, sorprendida, observó en torno suyo: -Pero ¿cómo? ¡Si parece que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que antes!
-¡Pues claro que sí! -convino la Reina-. Y ¿cómo si no?
-Bueno, lo que es en mi país -aclaró Alicia, jadeando aún bastante-, cuando se corre tan rápido y durante tanto tiempo, se suele llegar a alguna otra parte…
-¡Un país bastante “lento” el tuyo! -replicó la Reina-. Aquí, es preciso correr mucho para permanecer en el mismo lugar y para llegar a otro hay que correr el doble más rápido. (L. Carroll, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí)
Esta escena, protagonizada por Alicia y la Reina Roja en la citada obra de Carroll, sirvió como argumento para ilustrar la hipótesis evolucionista de L. van Valen. En ella propone cómo los organismos vivos están sujetos a un proceso evolutivo de mejora continua para mantener su estatus respecto del entorno y de las interacciones que se producen entre especies competidoras o cooperantes. Es decir, las diferentes especies co-evolucionan a la par para mantener las tasas de extinción constantes a lo largo de largos períodos de tiempo.
Es decir, cuando una especie, por ejemplo una planta, experimenta un cambio para protegerse de un herbívoro secretando una substancia tóxica, éste puede sufrir también alteraciones en su metabolismo para neutralizar el veneno y así poder seguir alimentándose de ella. Dicho de otra forma, la eficacia biológica de una especie frente a otra no varía a lo largo del tiempo, lo que significa que ambas mantienen una carrera de innovación permanente en sus recursos ofensivos y defensivos, en la que avanzan con rapidez pero sin moverse del sitio (como Alicia y la Reina). De esta forma, el sistema se mantiene en equilibrio.
Sólo podrían cambiar de escenario si consiguieran correr el doble de rápido, pero nuestras protagonistas tendrían que hacerlo a la par. En caso contrario, una quedaría en un paisaje y la otra avanzaría hacia uno diferente, con el consiguiente riesgo de que, si volvemos a la planta y el herbívoro, la primera crezca hasta alcanzar la superpoblación y el segundo no tenga con qué alimentarse. Consecuencia: ambas especies se extinguirían.
Si esta hipótesis la trasladamos al terreno empresarial, por ejemplo al financiero, las innovaciones que se han realizado en los últimos años han favorecido un importante desequilibrio entre los actores que configuraban el sector, lo que ha provocado la desaparición de entidades, la destrucción de empleos y el colapso del sistema. Todo ello como resultado de aplicar una ingeniería financiera que no tuvo en cuenta las condiciones de incertidumbre de los nuevos entornos a los que estaban abocados en la loca carrera por la innovación en productos y servicios sin lógica ni racionalidad evolutiva. Las estrategias de innovación se hicieron mediante ajustes incrementales (Barnett & Hansen) que tuvieron en cuenta la implicación que iba a tener la relación coste/beneficio para la banca (podríamos llamarle la Reina) pero no para el mercado (Alicia). Es decir, no se ha producido el mecanismo de adaptación o de ajuste que permite que los dos personajes corran, se adapten y evolucionen al unísono. La extinción fue invocada.
La idea de que el mercado se auto-regula como si existieran estrategias evolutivas estables (J.M. Smith) que garantizan la biodiversidad y la pervivencia de las especies, no se sustenta cuando las dinámicas de innovación implican desembocar en entornos impredecibles e inestables en los que aparecen desequilibrios en el progreso las partes que intervienen, amenazando al propio proceso evolutivo debido a las grandes diferencias entre “ganadores” y “perdedores”.
En la actualidad nos encontramos también inmersos en la carrera por la innovación tecnológica en la que las empresas no contemplan la interdependencia que tienen entre sí y, a su vez, con el mercado. La descoordinación entre las velocidades de progreso de cada una de ellas terminará por generar desajustes en la dinámica general del sistema. En otras palabras, aparecerán fenómenos de alta dependencia digital de unos frente a la incapacidad de otros para adaptarse a los frenéticos avances tecnológicos, se pondrán al límite recursos naturales para justificar la explotación de nuevos materiales, aparecerán nuevas formas de exclusión y, en definitiva, aparecerán efectos negativos para el conjunto de la sociedad.
De la misma manera que en el terreno financiero se reclama volver a la actividad clásica de la banca y favorecer nuevas formas de relación (M. Aoki) como las iniciadas por las “fintech”, la innovación en términos generales debería desembocar en lo que S. D’Souza & D. Renner denominan “No Saber”, que no significa que dejemos de lado todo lo que ya sabemos. No Saber es un proceso activo, es elegir abrirse a nuevas experiencias y a un nuevo aprendizaje. Es una forma de trabajar con la complejidad, la ambigüedad y la paradoja, tolerando la incertidumbre. No Saber es invertir el proceso de innovación para ir más despacio y en sintonía…
“-Por favor, le dijo Momo a Casiopea, ¿no podríamos ir un poco más deprisa?
-Cuánto más lento, más aprisa-. Fue la respuesta de la tortuga. Siguió arrastrándose, acaso más lentamente que antes. Y Momo notó que, precisamente por eso, avanzaban más deprisa”. (M. Ende, Momo)
José Manuel Navarro Llena
@jmnllena