«La Arquitectura Comprometida»
La arquitectura tradicional de la Alpujarra-Sierra Nevada presenta un indudable carácter unitario que supone uno de los elementos más característicos de la comarca. Los sistemas constructivos empleados, la fuerte pendiente de las laderas y el alto grado de fragmentación de la propiedad propician una tipología edificatoria que se hace característica por el carácter aditivo de sus volúmenes prismáticos sencillos, constituyéndose esta singular irregularidad en uno de los invariantes arquitectónicos de la zona.
La construcción a base de muros con luces pequeñas en cualquier sentido permite obtener planos de apoyo a la altura justa, con un grado de despiece que se va adaptando a la configuración del terreno. De esta manera, los volúmenes se fragmentan mediante escalonados y cambios de alineación apenas perceptibles, adaptándose a las laderas de fuerte pendiente.
Las cubiertas planas de launa, rematadas por aleros de lajas de pizarra, son el elemento que remata las edificaciones y las dota de la percepción prismática que las caracteriza.
Las parcelas son estrechas y profundas, ocupando la edificación normalmente todo el espacio disponible. Las casas suelen disponer de una sola fachada, en el lado menor, orientada al Sur. Se consigue así aprovechar las escasas ventajas climáticas del lugar. La arquitectura se asoma hacia el valle, el cual se percibe por encima de las cubiertas de las construcciones inferiores. En las fachadas traseras, por contra, predominan los paños ciegos y los muros bajos que permiten ver el paisaje sobre ellos.
Predomina la arquitectura unifamiliar, con un carácter modular y aditivo. Las construcciones se van adaptando mediante la adición de volúmenes que van colmatando los espacios libres en las parcelas según las necesidades familiares.
Se trata de una arquitectura sencilla, lógica, utilitaria y funcional que busca soluciones eficaces y baratas como respuesta a las necesidades de vivienda y a la solución de problemas concretos. No existen pretensiones ornamentales, limitándose éstas al encalado de las casas y a los elementos vegetales que aparecen en las fachadas.
Aún así el resultado es el de una arquitectura tradicional de gran belleza formal, por su perfecta adaptación a un medio muy cualificado paisajísticamente.
Los pueblos se perciben desde las cotas inferiores a los mismos como, un conjunto de volúmenes blancos, de textura rugosa y aleros de piedra. Desde el punto de vista superior se dibujan como un conjunto integrado de paratas de tierra que constituyen las cubiertas de los edificios y que representan una analogía plana del terreno natural.
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