“El Territorio Comprometido” (20)
Por Jaime Vergara Muñoz, Arquitecto. Publicado en el Periódico Ideal el 22/09/2009
Algunas reflexiones sobre el crecimiento de la ciudad
Hace unos años, David Lyon publicó su libro Postmodernity (Alianza. Madríd, 1996). Distingue –sin ser un análisis filosófico, sino sobretodo sociológico- entre el postmodernismo, que acentúa el aspecto cultural, y la postmodernidad, que pone el énfasis en lo social.
Según Lyon, frente a la modernidad, que buscaba la diferenciación, la racionalización, el urbanismo, la disciplina, la secularización; la postmodernidad se caracteriza por la disgregación, la descentralización, la superficialidad, el consumismo y la indiferencia.
No creo que resulte pretencioso reconocer en este modelo postmoderno, el alambicado discurso político sobre el crecimiento y desarrollo de la ciudad de Granada. Se advierte con facilidad que el nuevo tipo de sociedad en la que nos desenvolvemos está más centrada en los consumidores que en los trabajadores. La arquitectura que esta situación genera, encuentra en el humus nutricio de la política-ficción, un entorno tremendamente favorable para desarrollar un modelo arquitectónico torpemente proyectado, que cicatrizan en el sky-line de la ciudad como vestigio de una enfermedad mal curada.
Son fácilmente distinguibles desde la autovía, esas modernas repisas habitacionales de fin de semana, en las que el único merito arquitectónico se le presenta por haber sido capaz de acumular tanta edificabilidad; esos nuevos espacios de ocio que rigidizan un trozo de ciudad por no encontrar una adecuada infraestructura que las alimente; o, esos contenedores –de metros cuadrados- que albergará, en el mejor de los casos, una gran cantidad de publicidad institucional dejando poco hueco a otro tipo de representaciones culturales.
Y es que, toda esta arquitectura, alentada con el empuje electoral, tiene siempre una marcada dirección de espectacularidad, aderezada con la engañosa cosmética de la representación informática que ayuda a confundir el lugar con un suculento solar, y, que promete una calidad de vida que tan sólo se podría conseguir si pudiéramos reinventar los siete últimos siglos de la ciudad de Granada.
Esta nueva cultura del consumo es netamente metropolitana. Así lo entendía Lyon, y así nos lo demuestra los retazos mas conocidos del PGOU.
Hasta ahora en cualquier modelo de crecimiento estaba siempre presente, la urbe de Los Ángeles como paradigma de la ciudad nueva. Hoy día se ha convertido sin duda, en la ciudad tipo de la postmodernidad: su falta de centro urbano es toda una metáfora de la nueva cultura que pone el énfasis en la elección individual y en las preferencias de los consumidores. No, este no debe ser nuestro camino. No debe ser, al menos que se decida trabajar desde un urbanismo ajeno a los cuadrienios electorales y con el deseo sincero de facilitar el crecimiento, también económico, de los distintos pueblos de la provincia.
Una vez establecida la estrategia de aproximación, hay que esbozar algún tipo de respuesta a ese elemento tan marcado en Granada como es la Vega. Se devalúa cualquier intervención política sobre “el cierre del anillo de la autovía”, “la conexión del área metropolitana con el tren de cercanías”, o “las áreas de crecimiento de la ciudad”, sino se engarza de manera indivisa con una reflexión sobre el futuro de la Vega.
No faltaría sentido para pensar que el primer escollo en el diseño de la ciudad de Granada, es la Vega…, y es que son abundantes los malentendidos entre los científicos y los políticos, a la hora de afrontar los problemas de medio ambiente. Esto no es nuevo, y habitualmente convivimos sin mas sorpresas, pero con este problema de comunicación entre los expertos medio-ambientales y los planificadores.
Los políticos reclaman recetas y, los científicos responden proporcionando conocimientos pocas veces compatibles con el urbanismo. Casi por definición, los problemas de medio ambiente entran siempre en el campo de la conjetura, y el urbanismo es una realidad difícil de delimitar cuya complejidad aumenta con cada nuevo giro en los moldes sociales o también con la decisión de las urnas.
Por otra parte, y ya para finalizar, no está mal recordar que toda acción tiene forzosamente efectos positivos y negativos. Y aquí interviene el papel fundamental de la política, que debe arbitrar sin olvidar que la noción de preservación que a menudo se pone en primer plano es engañosa: los ecosistemas están en constante evolución. Como la propia ciudad. Y por eso no se trata de preservar, sino de gestionar lo mejor posible el porvenir de una ciudad de lo que no pocos estamos enamorados.
Enhorabuena por el artículo y por el BLOG!!.
Comparto con usted esas reflexiones aunque no me dedico a temas de arquitectura ni de ciudad. Poco a poco conseguiremos una ciudad cada vez más digna. Menos preocupación por el cambio climático y más por la CIUDAD DE HOY que es lo que a todo nos toca vivir.
Gracias por tu comentario Fernando, porque no hay que ser urbanista para saber que necesitamos…