A puntito de cumplir las dos primeras semanas del encierro casero del coronavirus, y sin visos de que esto vaya a terminar pronto… el caso es que llevo varios días pensando en otro encierro que ya va durando casi 25 años: el que sufren Alquife (Andalucía, España) y de sus gentes… Porque ellos sí que están enclaustrados en la burbuja del tiempo, desde que en 1996 Las Minas del Marquesado (o “de Alquife”) cerraron su actividad.
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Me encantan las cadenas de mensajes. Esas en las que a raíz de una primera reflexión se van sucediendo los comentarios de unos y otros, hilvanándose un discurso coral lleno de emociones… Y lo cuento porque de algo así ha sido testigo La Ciudad Comprometida en estos días…
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Ayer viví en primera persona la presentación de un libro esencial: AGRICULTURA TRADICIONAL DE LA ALPUJARRA, en el que Juanjo Bonilla, su autor, está contando todo lo que ha aprendido de su tierra y todo lo que la ama y la respeta, invitando al lector a comprometerse con el mundo rural, con todo lo que esto significa.
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Eso de ser pueblos serranos en los que el tiempo fluye lento como el agua del río en uno de sus recodos, el aire huele a pan recién horneado, a tomillo y a romero, en el cielo bailan con parsimonia sus otros habitantes leonados, y donde tus paisanos saben de ti y tú de ellos…
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Llevaba tiempo pensando que también le debía a Guadix, la ciudad donde nací, una de mis reflexiones sobre ese fatídico devenir que, unos y otros, nos hemos puesto de acuerdo en denominar “la España vaciada”. Así que hoy, que he madrugado mucho más de lo habitual, le ha tocado el turno a mi tierra…
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